La anfetamina es uno de los más potentes estimulantes del sistema nervioso central. Si bien las investigaciones en torno a esta sustancia se remontan a finales del Siglo XIX, fue la compañía alemana Temmler-Werke la primera que produjo esta sustancia como producto de consumo masivo. En 1938, la patentó con el nombre de Pervitin.
El Pervitin fue el estimulante más usado tanto por las tropas alemanas como por las aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente los pilotos y los tanquistas recibieron un abundante suministro de esta droga.
Además, los nazis experimentaron con las anfetaminas en los campos militares. El Pervitin era legal, la polémica principal es que en este caso su provisión era forzosa: utilizaban a los prisioneros para probar sus efectos en combinación con otras sustancias pensando, entre otras cosas, en mejorar químicamente a sus “súper soldados”.
Un doctor de una unidad alemana en el frente oriental, escribía, “cada vez los soldados estaban más exhaustos y se desplomaban en la nieve”. Hasta que los oficiales decidieron darle Pervitin a sus tropas: “tras media hora, los hombres comenzaron espontáneamente a notar una fuerte mejoría y empezaron a marchar en elegante orden, su espíritu había mejorado y estaban más alertas”.
Poco se sabía de las consecuencias del uso de anfetaminas. Ese desconocimiento sumado a las altas dosis que los soldados eran obligados a ingerir provocaron grandes niveles de dependencia y sus consecuentes síntomas de abstinencia como sudoración, mareos, alucinaciones y depresión, además de los efectos adversos del consumo problemático: crisis psicóticas y muertes a causa de insuficiencia cardíaca. Todo en un contexto de violencia extrema.
Una prueba elocuente son los números que dan cuenta del consumo de anfetaminas en Alemania durante la primera parte de la guerra: de siete y medio millones de tabletas de Pervitin en 1941, a nueve millones en 1942.
En 1971, las anfetaminas fueron incluídas en la lista de sustancias sujetas a fiscalización internacional en el marco de la Convención sobre Sustancias Psicotrópicas de las Naciones Unidas.