No todas las variedades de cannabis funcionan para todos las personas de la misma manera. Encontrar las genéticas adecuadas para cada usuario medicinal es uno de los grandes desafíos a futuro.
Por eso, el primer club social de cultivo de Amsterdam decidió pedir que se apruebe un proyecto en el marco de las investigaciones sobre el cultivo y los usos de la marihuana con fines terapeúticos.
“Queremos estudiar las necesidades de los usuarios, ellos conocen la composición del cannabis debido a que en el club está siendo catalogado y etiquetado”, dice Rosaria Ricci, presidenta del club The tree of life (El árbol de la vida). “La investigación tiene como objetivo documentar la salud de los miembros del club, además queremos indagar sobre los efectos del cultivo controlado”.
Pero el problema se enfrentan al gran defecto del modelo holandés que, a pesar de estar a la vanguardia del acceso al cannabis a partir de los coffeeshops, siempre limitó de manera severa el cultivo de la planta. Eso generó el conocido y no resuelto debate por “la puerta de atrás”. Es decir, si se puede comprar cannabis, pero no se puede cultivar, ¿de dónde se viene?
Más allá de este problema y de las avances y retrocesos en la regulación de los locales de venta de marihuana, el autocultivo sigue enfrentando controles que lo hacen casi imposible. Se pueden cultivar hasta cinco plantas para uso personal, pero no se permite el cultivo con luces en interior por considerarlo “una operación profesional” y, por ende, destinada al comercio. Por otra parte, el cultivo en exterior sólo se tolera cuando nadie puede ver las plantas y nadie manifieste sentirse incómodo por su presencia.
El club The Tree of Life se fundó en 2014, cuando 36 usuarios decidieron reunirse, cultivar colectivamente y organizarse, esperando recibir el mismo trato de tolerancia que los coffeeshops. El alcalde de Ámsterdam Eberhard van der Laan apoyó la idea y pudieron funcionar sin interferencias, cultivando cinco plantas por socio inscripto.
Pero en febrero de 2015, el club recibió un aviso de la fiscalía local: no podían cultivar más de cinco plantas en total y, además, tenían que dejar de tener un acceso público.
Ante esto, el Club decidió desarrollar un programa de investigación científica en cooperación con la Universidad de Amsterdam y el Centro Médico de Amsterdam y pedir el reconocimiento estatal.
El objetivo es registrar los efectos de un cultivo controlado para usuarios adultos responsables de cannabis. De esta manera, las personas pueden contar con información precisa sobre el proceso de crecimiento, la calidad y la química del cannabis, que se producirá exclusivamente para ellos. “Vamos a hacer una investigación sobre cepas y sobre cómo podemos clasificarlas mejor basándonos en el análisis químico y en la información que nos den los miembros”, explica Rosaria Ricci quien todavía desconoce si la propuesta va a ser aceptada por las autoridades.
El prohibicionismo aún tiene una fuerte presencia en Holanda y a pesar de que la política de cannabis es oficialmente un estrategia de Salud Pública el que sigue tomando las decisiones básicas sobre la marihuana y su acceso es el Ministerio de Justicia.