Pero al caer el sol, y algunos vecinos dicen hasta el amanecer, una niebla invisible cubre las casas, las playas y las sierras. El pueblo se llama Carpintería, queda en el sureste de California y a lo que menos huele es a madera. Es, desde hace algunos años, una pequeña meca del cultivo de marihuana.
Otrora paraíso de la horticultura y floricultura (especialmente flores ornamentales y “de corte” como las rosas), la economía de Carpintería sufrió un revés cuando en los años 90 el gobierno estadounidense otorgó descuentos fiscales a la importación de flores provenientes de países sudamericanos. El plan era sustitución de cultivos ilegales por cultivos rentables y en Carpintería los invernaderos quedaron vacíos, incapaces de competir con las importaciones. Para 2015, la producción nacional de flores solo acaparaba el 27% del mercado.
Sin embargo la legalización en California trajo nuevas oportunidades y las luces en los invernaderos de Carpintería volvieron a brillar. Con 800 licencias de cultivo otorgadas y un total de 91 hectáreas sembradas, la producción en la zona es más rentable que al norte de California ya que entre los invernaderos y el clima se obtienen 3 cosechas por año.
Las autoridades locales ya promovieron reglamentación sobre emisión de olores y esperan durante este año reducir el fenómeno para alegría de los vecinos que compraron burletes y duermen con las ventanas cerradas y tristeza de aquellos que prefieren unos tonos cannabicos en su aire de mar.