Una vez que el secado está listo viene la hora de guardar. Podés hacerlo de varias maneras, pero la más habitual es usando frascos que es importante haber limpiado bien.
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La forma de saber que estamos listos para hacerlo es con una prueba sencilla: cuando los tallos se doblan y hacen un pequeño “crack” pero no se parten del todo llegó el momento de pasar los cogollos a frasco. Si aún los tallos se doblan pero no nos dan esa evidencia, hay que esperar un poco más.
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Si aún quedaron muchas hojas en los cogollos, emprolijar el manicurado es una buena idea. Es importante no mezclar las distintas variedades, incluso conviene tratar de no hacerlo con diferentes plantas de la misma variedad. Si podemos, también sirve guardar en frascos separados las flores de las zonas altas y bajas de las plantas que cosechamos. El objetivo es siempre el mismo: ayudar a que se desarrollen al máximo las características de nuestros frutos.
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En lo posible hay que evitar que quede espacio vacío en los frascos: hay que llenarlos. Si la cosecha no es muy abundante, es mejor usar frascos más pequeños.
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Los frascos tienen que ir a un lugar oscuro, alejados de los rayos solares y de lugares calefaccionados. Idealmente, el lugar donde guardemos no debería superar los 20 grados. Por supuesto, es clave evitar las zonas húmedas.
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Durante las dos primeras semanas, tenemos que abrir los frascos entre 10 y 15 minutos diarios, para que los cogollos sigan perdiendo humedad. Una vez pasado ese tiempo, alcanza mantenerlos guardados y cerrados.
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