Holanda creó los Coffeshops en la década del 70. Ahí los usuarios pueden comprar cannabis sin ser penalizados desde hace casi 50 años. Pero la ley holandesa dejó un tema sin tratar: quién y cómo produce el cannabis que se vende al público.
Holanda se transformó rápidamente en una especie de paraíso cannábico: abrieron muchos locales y las ciudades se llenaron de turistas cannábicos. Ámsterdam se volvió un sinónimo de buenos cogollos. Pero, mientras desde hace décadas los usuarios pueden comprar legalmente, los dueños de los coffeeshops no tienen manera legal de adquirir el cannabis.
Es lo que se conoce como el problema de “la puerta trasera”: el cannabis que se vende en los coffees se produce en la ilegalidad, sin controles de calidad salvo el que hacen los dueños de los locales. Además no son pocas las veces en que la marihuana que abastece a los coffees es decomisada por la policía antes de ser entregada al local.
Para poner fin al problema la decisión del gobierno holandés es simple: que se cultive el cannabis de forma totalmente legal. Ahora 10 municipios iniciarán una prueba piloto que propone autorizar productores locales y monitorear tanto sus cultivos como las características de las variedades con el objetivo de poder rotular la potencia de la marihuana de manera eficiente y real.
Al principio será implementada en ciudades de entre 40 mil y 200 mil residentes para poder controlar el proceso a pequeña escala. Se espera que los primeros productos de cannabis 100% legal lleguen a los coffeeshops en 2021.
La medida sigue dejando en un gris el autocultivo: se toleran hasta cinco plantas por persona, pero se mantiene la posibilidad de realizar incautaciones si no se respetan regulaciones técnicas (por ejemplo, el uso de electricidad), cobrar multas y hasta penas de prisión en caso de superar la cantidad de plantas.