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Darío Sztajnszrajber: “Fumar es como hacer filosofía”

El cannabis hace reír, da hambre, calma dolencias, ayuda al sueño. En todos los casos la planta permite el ingreso reino precioso de la pausa. En un momento de interrupción.

Algunas veces sencillamente hacemos silencio y contemplamos. El mundo deja
de ser lo que nos contaron o lo que estudiamos, nos permitimos dudar y hasta podemos
llegar a sentirlo de otro modo.

“Fumarse un porro es como hacer filosofía”, nos dice Darío Sztajnszrajber. Ya lo habíamos escuchado hablar del tema en la radio, lo habíamos visto en la tele y sabíamos que muchos estudiantes habían pasado por sus clases.

Cuando nos encontramos con él tratamos de buscar la respuesta a una pregunta clave: ¿por qué el mundo nunca vuelve a ser el mismo después de la primera seca?

¿La pausa que nos permite el cannabis, más allá del cuelgue, puede ser también una instancia de aprendizaje?
En nuestra cultura se supone que lo positivo es aprovechar el tiempo y ser productivo. La discusión está puesta ahí. Cuando uno encuentra en la embriaguez el placer que te posibilita conectarse desde cierta sensibilidad con ciertas cosas por fuera del paradigma de la productividad, lo que se genera es la posibilidad de salir a romper con ese paradigma. Es muy importante poder darnos el permiso de hacer cosas “inútiles”, de perder el tiempo, de ser improductivos y encontrar esas prácticas, que algunos las encuentran fumándose un churro y otros las encuentran meditando.

“Es muy importante poder darnos el permiso de hacer cosas “inútiles”, de perder el tiempo, de ser improductivos y encontrar esas prácticas, que algunos las encuentran fumándose un churro y otros las encuentran meditando”.

¿Desde dónde crees que nace la condena social hacia el que usa marihuana?
Para el ultraconservador –que es patologista- sos un enfermo, fumes un porro o 100. Y para el fanático ultraconservador, aparte, sos un delincuente, lo que supone un gran problema: la unificación entre la enfermedad y la delincuencia. El conservador necesita juntar ambas esferas para claramente crear ese lugar de excluidos. Va todo junto y entonces no hay duda de que en última instancia merecés el destierro. Y el destierro puede ser en un manicomio, en un campo de concentración o en una granja de recuperación. Pero es importante esa mezcla. El enfermo es recuperable, pero el enfermo-delincuente no. Y en nuestras sociedades globalizadas se le añadiría a este brochette un tercer elemento que es el étnico: además se te discrimina si sos negro, o boliviano, o peruano. 

Darío Sztajnszrajber en la tapa de THC.

Justamente muchas personas coinciden en que el cannabis permite reconectarse y superar las reglas de la cultura, ¿la experiencia cannábica es una forma de religión?
Primero habría que entender que las religiones no hacen religión. Hay una dimensión religiosa en el ser humano muy rica, muy noble y, precisamente, muy humana. Entiendo la religión como búsqueda a partir de la consciencia que nos hace humanos, que es la consciencia de nuestros límites. El ser humano es básicamente alguien consciente de sus limitaciones, de que nos vamos a morir, de que no podemos hacer todo. Esa consciencia que, se supone, no tienen los animales puede tener dos consecuencias: una es que todo te chupe un huevo y te dediques a vivir para hacer plata, otra es querer ir por más. ¡Estamos acá, si me decís que no sabés que hay después de la muerte yo voy a querer saber! Y ahí empieza la búsqueda: algunos cantan, otros hacen filosofía, otros fuman.

¿Y a dónde te conduce?
Es una experiencia que nunca se agota. La dimensión religiosa no tiene que ver con encontrar un respuesta, sino con habilitar una pregunta: la religión es una forma de la filosofía. O al revés: la filosofía es una forma de religión. O también: fumarse un churro es un acto religioso.

“La dimensión religiosa no tiene que ver con encontrar un respuesta, sino con habilitar una pregunta: la religión es una forma de la filosofía. O al revés: la filosofía es una forma de religión. O también: fumarse un churro es un acto religioso”.

¿Por qué?
Porque interrumpe el tipo de mundo en el que estás viviendo y te habilita a ir por un camino diferente. Todo lo que desmonte lo que hay y te posibilite cierta apertura a ir por más, para mí es un acto religioso. En ese sentido, no creo que haya que preguntarse si hay o no un Dios, es una pregunta típica de las religiones institucionales. Además, si hay algo más allá, esa pregunta está fuera de lugar. Lo importante para mí es no cerrarse en esa duda y estar atento a las versiones que quieren imponerse de lo que es ese más allá, hay que estar atentos al juego que se arma con eso. Y, cuidado, no comprar un más allá no supone conformarse con lo que hay acá.


Lee la entrevista completa en la Revista THC 63