María Fernanda Canut cultiva cannabis para su hijo Giuliano. Su compromiso por garantizar ese derecho hizo que se transforme en la presidenta de la asociación Cannabis Medicinal Río Negro. Y ayer, como a muchas otras personas, le robaron las plantas con las que hace la medicina para su hijo.
En la madrugada del 2 de abril, manos anónimas arrancaron las plantas que florecían en su casa, privando a Giuliano del tratamiento que le permitió mejorar su calidad de vida. “Este fue nuestro peor año, habíamos perdido todas las plantas de la chacra por una inundación que pudrió las plantas y me quedaban solo las ocho plantas que tenía en casa, en maceta, que por un tiempo a Giuliano le iba a alcanzar”, cuenta María Fernanda.
“Habíamos perdido todas las plantas por una inundación que pudrió las plantas y me quedaban solo las ocho plantas que tenía en maceta y que ahora no están más”, cuenta María Fernanda.
“Por la mañana nos levantamos y nos encontramos con la situación espantosa de no tener más las plantas. Entraron por el patio y se llevaron nada más que las 8 plantas. Sabíamos que en algún momento esto nos iba a suceder por lo visible que es la ONG con todo el trabajo que se viene haciendo en Rio Negro”, nos explica.
Uso medicinal
Giuliano convive con el síndrome de Cornelia de Lange, un desorden genético de expresión variable, de rara ocurrencia (1 entre 45.000-62.000 nacimientos) y que ocasiona distintos trastornos como malformaciones congénitas a nivel locomotor, gastrointestinal y cardiovascular además de retraso de crecimiento y psicomotor acompañados con alteraciones en el comportamiento y conductas de autoagresividad.
Con el cannabis Giuliano empezó a dejar la silla de ruedas y a deambular por la casa libremente sin romper nada. Cambió su vida y la de toda la familia.
Desde 2016 que María Fernanda llegó al cannabis por recomendación de una madre militante, comenzó a cultivar para Giuliano: “Con las primeras dosis, a las dos horas ya era otro”, nos contó María Fernanda tiempo atrás. “Empezó a dejar la silla de ruedas y a deambular por la casa libremente sin romper nada, y con mi marido pudimos aprender a tomar un mate sin tener que estar detrás de él todo el tiempo”, detalló.
Solidaridad cannábica
“Lo peor es la impotencia, la vulnerabilidad frente a la ilegalidad, frente a la imposibilidad de poder denunciar estos hechos”, cuenta María Fernanda. “Lo positivo es como la gente de las redes sociales se fue enterando y se solidarizó para acompañarnos de la manera que sea, a través de aceite o flores de su cultivo para sostenerle el tratamiento a Giuliano”.
Cuando difundieron el robo en las redes, la gente se solidarizó para acompañarnos, ofreciendo aceites y flores de su cultivo.
Los hechos muestran desde hace años que mientras no se regule el autocultivo, la ilegalidad va a marcar el ritmo con un combo complicado: precios altos en el mercado negro que alientan el robo como un buen negocio más la clandestinidad que no permite a las personas denunciar lo que pasa.
Sin embargo, como María Fernanda, seguirán plantando. “La realidad es que hay que seguir cultivando para poder seguir siendo solidarios”, nos dice. “Hay que seguir hasta que de una vez por toda se legalice el autocultivo y evitemos estos malos momentos”.
? Revista THC