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Producción sustentable: hablamos con el presidente de la Sociedad de Agroecología

Desde principios de la década del 2000, los cultivos de soja se expandieron por toda Argentina. Sus exportaciones -junto a otras commodities como el trigo- permitieron la recuperación económica de la crisis desatada en el año 2001.

Sin embargo, ese modelo es cada vez más cuestionado. El cultivo de soja está acompañado de la utilización de agroquímicos nocivos para la salud y el medio ambiente. Además, es parte del modelo productivo que generó una verdadera catástrofe ambiental. Podemos verlo en los incendios e inundaciones, tanto en Argentina como en varias regiones del planeta.

Por este motivo, cada vez más especialistas y organizaciones alertan sobre el agotamiento de este paradigma. Así empiezan a hacerse visibles lógicas productivas que no desean dominar a la naturaleza, sino convivir con ella y generar alimentos más sanos.

El modelo productivo actual que generó una verdadera catástrofe ambiental. Podemos verlo en los incendios e inundaciones, tanto en Argentina como en varias regiones del planeta

Hablamos de agroecología. Si bien es una práctica ancestral, en nuestro país tiene un reverdecer acelerado: una señal es la multiplicación de comercialización de bolsones de verduras agroecológicas. En ese proceso hay involucrados pequeños y pequeñas productores.

De hecho, según datos de la Unión de Trabajadores de la Tierra, desde marzo aumentó más del doble la venta de este tipo de productos alimenticios.

Pero este fenómeno no surgió solo. Hace más de veinte años que un grupo de especialistas generan información y la difunden. Uno de ellos es Santiago Sarandón, ingeniero agrónomo y docente de Agroecología en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), quien también preside la Sociedad Argentina de Agroecología.

¿Qué es la agroecología?
Es un nuevo enfoque, una ciencia, un nuevo paradigma… Son un conjunto de ideas que aplican la ecología a los sistemas agropecuarios para entenderlos y manejarlos de una manera sustentable. Los sistemas agropecuarios son complejos, porque tienen todas las complejidades de los ecosistemas y también incluye lo sociocultural. La agroecología supera la idea de lo técnico y presta atención a lo cultural y social. Es una revolución del pensamiento. Por eso están incluídos los campesinos, productores y consumidores. Se respeta a los otros seres. La agricultura tradicional muestra síntomas de colapso y la única solución es cambiar.

“La agricultura tradicional muestra síntomas de colapso, la única solución es cambiar. La agroecología es una revolución del pensamiento que incluye a campesinos, productores y consumidores” 

¿De qué manera podemos percibir el agotamiento del modelo tradicional de agricultura?
Uno de los síntomas es que los rendimientos (los productos) pueden tener plaguicidas. Hay datos del Mercado Central que afirman que hay contaminación. Incluso, hay estudios que demuestran que hay plaguicidas presentes en sangre. El agua de lluvia puede transportarlos. La agricultura moderna se basa en grandes extensiones de un solo cultivo, que en nuestro país llegó a abarcar 20 millones de hectáreas de soja. Nunca una misma especie ocupó tanto espacio. Esa idea de la humanidad dominando a la naturaleza y erradicando cualquier otra forma de vida es otra cosa que hay que analizar.

Una de las mayores críticas que se le hace a la agroecología es que es incapaz de abastecer de alimentos a la población, ¿es real el planteo?
Esa afirmación no está respaldad científicamente. Tomemos al hambre como indicador para juzgar. Podemos ver que hay, al menos, mil millones de personas que pasan hambre, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Podemos partir de ahí: ya sabemos que el modelo tradicional no sirve para resolver el problema del hambre.

“en nuestro país la soja llegó a abarcar 20 millones de hectáreas. Nunca una misma especie ocupó tanto espacio”

¿La producción agroecológica podría solucionar el hambre?
Por supuesto. No hay ninguna razón para pensar que haciendo sistemas agroecológicos no se puedan tener alimentos excelentes para todo el mundo. Incluso, podría haber más producción.

¿La agroecología es antagónica al sistema capitalista?
Los valores de la agroecología no existen en el sistema capitalista, que valora las cosas en función al dinero, precio y comercio. Justamente, la agroecología dice que hay cosas que tienen valor, pero no tienen precio. Para el capitalismo que un país produzca cerdos para vender a China es fiable y factible. Desde el punto de vista ecológico, es irracional: no tiene sentido, no va a durar.

Si el sistema capitalista sigue dominando los modos de producción, ¿cómo se explica el crecimiento de la agroecología?
Hay varias razones. Primero, es un trabajo que realizamos hace muchos años. La cátedra de la UNLP tiene 20 años y ya pasaron por allí 2.400 profesionales que escucharon sobre la agroecología. Generamos información que antes no existía. Hace 25 años, si querías leer sobre el tema casi que no había. Pero también está la percepción más evidente de un modelo que ha fracasado.

“Los valores de la agroecología no existen en el sistema capitalista, que valora las cosas en función al precio y el comercio. La agroecología dice que hay cosas que tienen valor, pero no tienen precio”

¿Cuáles son las pruebas más claras de ese fracaso?
La degradación de los suelos y los problemas de salud son algunos de los síntomas más evidentes de un colapso ambiental. La agroecología es la solución. En este paradigma, los consumidores tienen otros valores y entienden el valor nutritivo de la comida. Entonces, apoyan a los productores comprándoles. No es lo mismo un tomate producido en la agricultura familiar que uno importado. Comprar agroecológico es un acto político.

Esta fue su conferencia en el congreso argentino de Agroecología, que se llevo acabo en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo, del 18 al 20 de setiembre de 2019. Sarandón presentó “Avances y desafíos de la Agroecología en América Latina, donde estamos y hacia donde vamos” ?

 


Informe: Santiago Carrillo