El cannabis genera amor. No es para nada una novedad, es algo que sabemos desde hace mucho tiempo. Y hace ya varios años la ciencia hizo su aporte a ese sentimimiento.
Un estudio descubrió que la oxitocina, llamada “la hormona del amor” por su relación con las interacciones sociales, podría aumentar los niveles de anandamida y neurotransmisores cannabinoides y viceversa.
Lo investigó en 2015 la Universidad de California en un estudio titulado “La hormona del amor”, donde se sostiene que el cannabis ayuda a producir “moléculas de felicidad” y promueve el placer de las interacciones sociales.
Un estudio de la Universidad de California sostiene que el cannabis ayuda a producir “moléculas de felicidad” y promueve el placer de las interacciones sociales
De esta investigación se pueden obtener dos buenas conclusiones.
Por un lado, que la necesidad y el placer del ser humano por el contacto social son absolutamente parte de su naturaleza. Por otro, que su amor por la planta de cannabis no es para nada un accidente o un vicio.
Antes, durante y después de cualquier afirmación científica, los amigos y las amigas del cannabis lo venimos diciendo alrededor del mundo, en todos los idiomas, a todas las personas imaginables, a aterradores policías, a vecinos curiosos, a parejas poco comprensivas, a madres preocupadas: la relación con el cannabis es una pasión.
En las noches de tormenta, cuando el viento chilla como en las terrazas del Everest y la lluvia amenaza con borrar hasta las baldosas, quienes cultivamos seguiremos ahí: asomados a la ventana o con botas de goma, protegiendo nuestro romance.
Eso es lo que hace más incomprensible la prohibición. ¿En serio van a seguir diciendo que la marihuana puede arruinar nuestras vidas?
Y demás, después de todo ese amor, cuando las flores estén en frasco la pasión continuará: sanarán a alguien que las necesite, fortalecerán lazos de amistad, reconciliarán las diferencias más ásperas permitiendo bajar un cambio y comunicarse de una manera más humana.
O quizás mejor dicho, más cannábica.
Texto: Hueso van Hemp / Ilustración: Shin Siete
Este texto fue publicado en la Revista THC 122