Rusia es uno de los países que más persigue a usuarias y usuarios de cannabis. No lo hace sólo fronteras adentro, también sostiene su voto negativo para cambiar los acuerdos internacionales y sacar al cannabis de la lista de sustancias prohibidas.
Sin embargo, se trata de uno de los países donde el cáñamo formó parte central de la vida de millones de personas. Los registros se remontan a la Rusia de los zares, pero el cultivo de cannabis con fines industrial y alimenticios alcanzó su momento de esplendor a mediados del siglo XX.
El cannabis se transformó en parte del orgullo y poderío soviéticos, especialmente en la gigantesca Rusia rural. Y los planes por reverdecer la cultura cañamera aún no se marchitan.
La nostalgia de los zares
“La ciudad era absolutamente pequeña. Sólo 3 mil habitantes, la mayoría de la clase media y artesanos. La ciudad vivía del cáñamo. La rodeaban, como un mar, densos matorrales de espigas peludas negro-verdes en tallos largos frágiles”.
Éste es un fragmento de las memorias del poeta Nikolai Aseev, nacido en 1889 en Lgov, Rusia, donde pasó su juventud. Lo que sigue es un pasaje intrascendente de Anna Karenina, la novela de Tolstói publicada en 1873:
“–¿Por qué te has levantado tan pronto? –preguntó la casera.
–Voy a cazar. ¿Por dónde he de salir al pantano?
–Llegarás enseguida por detrás de la casa, pasando los campos de cáñamo hallarás el sendero”.
De esta manera, la literatura planta indicios acerca de un hecho que poco se vincula a la identidad rusa: el cáñamo fue alguna vez, y por mucho tiempo, parte notable del paisaje campesino de ese enorme país.
Tradición y potencia
Las primeras semillas de cáñamo llegaron a Rusia y Ucrania desde Siberia. El hemp formaba parte de la economía de las antiguas tribus escitas, que se alimentaban con los cañamones y utilizaban la fibra para fabricar cuerdas y cestas.
La tradición siguió su curso y para la segunda mitad del siglo XVI, en tiempos de Iván el Terrible, Rusia comienza a producir papel con sus fibras, una industria que logrará su expansión bajo el régimen de Pedro el Grande quien, por un decreto de 1721, sanciona su uso obligatorio en todos los organismos oficiales.
Es decir que, a partir de ese momento, toda la documentación oficial de su imperio se registraría en papel cannábico.
La importancia de la planta en la vida pública rusa era tal que sus espigas pasaron a formar de los escudos de varias ciudades. Rusia llegó a producir el 80% del cáñamo del mundo
La importancia del hemp en la vida pública rusa era tal que las espigas de cáñamo pasaron a formar parte de los emblemas presentes en los escudos de varias ciudades.
Rusia llegó a producir el 80% del cáñamo del mundo, del cual exportaba unas 37 mil toneladas por año. Gran Bretaña le compraba el 90% de la fibra que utilizaba para las velas de sus barcos, material del que no encontraban sustituto por su resistencia imbatible; cualquier otro insumo se malograba en menos de tres meses por la sal que dispersa la brisa marina.
Con esos resistentes navíos, los británicos lograron bloquear la avanzada de la Revolución Francesa hacia su territorio y, como se anima a hipotetizar Jack Herer en su libro El Emperador está desnudo (1985), la estrategia que craneó Napoleón para debilitar a los ingleses fue acordar con el zar, ya por entonces Alejandro I, que Rusia suspendiera su vínculo comercial con la isla a comienzos del siglo XIX.
De hecho, entre los motivos de la fallida invasión napoleónica a Rusia estaría la necesidad de interrumpir el comercio ilegal entre el gigante del Este y los británicos.
Superada estas instancias, la producción de cáñamo ruso siguió en franca expansión y sus productores se convirtieron en referentes de la materia. Aleksey Merkalov, un campesino de Bolkhov, ciudad que para 1868 contaba con 16 fábricas de cáñamo, fue admitido en la Exposición Industrial de Moscú y galardonado con oro por el mismísimo zar debido a la calidad de sus fibras.
Como embajador en Rusia durante el período 1809-1814, Quincy Adams, ex presidente de Estados Unidos, registró en su diario, minuciosamente, el proceso que utilizaban los rusos para convertir la fibra de cáñamo en velas, para
volver a su país con la expertise ganada: es que el cultivo de hemp también se iba extendiendo por la América del Norte y se necesitaba del conocimiento adquirido por otros pueblos.
Camino a octubre
Hacia finales del siglo XIX y gestándose ya la Revolución de Octubre, los campos de Rusia olían a porro y las luces en las calles de Moscú se encendían con aceite de hemp.
Luego de la recesión de los años 20, la nueva organización del campo planteada por el gobierno soviético redibujó el panorama y la industria del hemp volvió a dar un paso en dirección al esplendor. El cáñamo se cultivó en granjas colectivas y granjas estatales que reemplazaron los cultivos privados.
Durante las primeras décadas soviéticas el cáñamo se cultivó en granjas colectivas y granjas estatales que reemplazaron los cultivos privados. Las superficies cultivadas podían ir de las 100 a las 500 hectáreas
En ese sistema, las superficies cultivadas podían ir de las 100 a las 500 hectáreas. Dado los niveles crecientes de producción y especialización, se desarrollaron máquinas especializadas en limpieza y procesamiento, y para 1934 el cáñamo soviético representaba un 80% del área total de cannabis cultivado en el mundo; la cantidad de aceite producido superaba los 6 millones de litros anuales.
Los altos niveles de producción y la búsqueda de ampliarlos y estabilizarlos derivaron en la creación del Instituto del Cáñamo, con sede en Ucrania, donde comenzó a estudiarse y experimentarse con distintas variedades de hemp para
mejorar el rendimiento de la fibra por hectárea.
Pero también buscaban que los ejemplares fueran bajos en tetrahidrocannabinol (THC), pues de acuerdo con las leyes de la Unión Soviética era ilegal cultivar nuevas variedades de cáñamo con THC superior a 0,3%. Más tarde, el contenido de THC admisible se redujo a 0,25% y desde 1988 pasó a tolerarse sólo el 0,1%.
El cáñamo y la guerra
En Estados Unidos, a finales de la década del 30, la Marijuana Tax Act gravaba duramente los cultivos de cáñamo, sentando las primeras bases de una prohibición histórica a favor de las nuevas fibras sintéticas como el nylon, un negocio de las pujantes industrias Dupont.
Sin embargo, para participar de la Segunda Guerra, los norteamericanos volvieron a recurrir la planta como materia prima y, guiados por la necesidad, hicieron campaña para que se volviera a cultivar cáñamo en su territorio bajo el programa bautizado Hemp For Victory, auspiciado por el Departamento de Agricultura.
Terminada la guerra, se revocaron todas las licencias. Muy por el contrario, en la lejana Rusia soviética, la industria cañamera no paraba de crecer. Para 1950, la Unión Soviética se convierte en el mayor productor mundial
de hemp. La Fuente de la Amistad de los Pueblos es la muestra más fehaciente del desarrollo que lograron.
Entre la décadas del 30 y del 40, los soviéticos comienzan a diferenciar la marihuana silvestre del cáñamo industrial. El Instituto del Cáñamo desechó al menos seis variedades por su alto porcentaje de THC, hoy se desconoce su destino.
La construcción, que exhibe a 16 mujeres de oro en representación de las repúblicas soviéticas, se corona con el gran fajo de las tres plantas que describen la producción agrícola extendida por la gran geografía rusa: espigas de trigo, girasoles y, por supuesto, cáñamo. La imagen no admite ocultamiento: hojas de chala talladas en oro adornan un parque público de la ciudad capital del país.
Es en este amplio periodo que comprende parte de las décadas del 30 y del 40, cuando los soviéticos comienzan a diferenciar la marihuana silvestre del llamado cáñamo industrial. Cuentan los registros que el Instituto del Cáñamo desechó al menos seis variedades cultivadas hasta el momento por su alto porcentaje de THC, variedades de las que se desconoce su destino.
Marihuana vs vodka
Algunos historiadores rusos afirman que, durante los años de gobierno de Nikita Jrushchov (1955-1964), sucesor de Stalin, a la par de terminar con ese culto a la personalidad característico del stalinismo, comenzó a ponerse de moda
el porro.
Delirantes rumores llegan a sostener, incluso, que ante la inminente caía del régimen soviético y la baja moral de la población, los panaderos estaban autorizados a amasar sus piezas con algunos gramos de cannabis para mantener
los espíritus alegres.
Cierto o no, cualquier ciudad rusa productora de cáñamo podría haberse convertido en capital cannábica mucho antes que Ámsterdam. Dicen que el propio Nikita conocía los efectos de la marihuana y que habría tratado de convencer a Stalin más de una vez de legalizarla: soñaba con una Crimea, la perla del Mar Negro, como el centro de la industria del cáñamo y el hachís del Este.
Dicen que Nikita Jrushchov, sucesor de Stalin, pensó levantar la prohibición y establecer en Crimea, la perla del Mar Negro, un centro para la industria del cáñamo y el hachís
Lamentablemente, otros hombres del Sóviet Supremo, como Leonid Brézhnev, rechazaron la idea y para finales de los 70 comenzó la decadencia, y con ella también la de la industria del hemp. Con el fin del régimen soviético, los números del cáñamo se redujeron hasta 15 veces.
Para fines de los 90, la viejas fábricas, ya de estructuras primitivas, tenían una demanda muy limitada. Sin embargo, para 2004, según datos de la FAO –Organización de Comida y Agricultura de las Naciones Unidas–, Rusia aún se ubica como el cuarto productor de cáñamo a nivel mundial, por detrás de China, Francia y Chile, y seguida por sus vecinos Turquía, Ucrania y Rumania.
Texto: Celeste Orozco.
Este artículo fue publicado en Revista THC 80.