Cuando hablamos de una variedad de marihuana nos referimos a una genética específica, híbrida o landrace, definida por sus características o lugar de origen y en la mayoría de los casos, también por un nombre que la identifica.
Pero una variedad de marihuana es más que un simple recorte de su amplio abanico genético. Para la mayoría de los cultivadores y las cultivadoras, una variedad es también un idioma común con otros cultivadores de distintos rincones del planeta.
Es una especie de constante del mundo cannábico: una Haze debería crecer y florecer como una Haze en Argentina o en Marruecos. Pueden cambiar sutiles detalles, pero la esencia debe ser la misma. Especialmente si detrás de esa genética hay un trabajo meticuloso y consciente de cruza y selección. Es la diferencia real entre un cruce y una variedad.
Detrás de ese arte hay cultivadores legendarios como Jorge Cervantes o Ed Rosenthal, también exploradores como Franco Loja y grandes criadores como Simon, el padre de la mítica AK47.
Son sólo algunos de los nombres de las personas -hombres y mujeres- que expandieron la pasión por el cultivo que es continuada hoy por las nuevas generaciones.
En esa nueva camada hay cientos de cultivadores y criadores anónimos. Otros, se transforman en voces públicas. Y en el mundo hispano hablante, pocas son tan escuchadas como la de Mariano Duque.
Duque es el criador jefe y uno de los fundadores de BSF (Bigger, Stronger, Faster), el banco de semillas español con una arrolladora presencia en la escena actual del cultivo.
A simple vista, dos características destacan de BSF. Primero, ofrecen plantas productoras, vigorosas y de pocas semanas de floración.
Segundo, crearon una comunidad mundial alrededor de sus genéticas, que se identifica como bsfianos. Esta particularidad subraya algo que el banco quiere dejar en claro respecto a la estabilidad de sus variedades: una semilla del BSF es una semilla del BSF, allí donde crezca.
“Todas las semillas son las mismas”, afirma Duque. “Yo me encargo de ello”.
¿Cómo conociste el cannabis?
Todo comenzó en el verano del año 2001. Yo soy una persona muy nerviosa y siempre tenía problemas de colon, por los nervios. Mi amigo Chali, diez años mayor que yo, con mucha más experiencia, me dijo “toma mi brother, fumate un porro de marihuana que esto es bueno para los nervios.”
¿Cómo fue ese primer porro?
Fumé unas caladas y me quitó todo el dolor. Más que el dolor, la buena onda que me puso, porque al estar con dolor siempre, no te encuentras tan a gusto. Ahí empezó todo. Cuando mi amigo me dio un cogollo, un cogollo de verdad, me encantó el sabor. No podía creer el efecto que tenía, tan placentero, me abría la mente, me tranquilizaba. Ahí dije yo tengo que conseguir hierba para mi, tengo que cultivarla.
“Estoy embarcado en un proyecto con variedades afganas. Me gusta llamarles “el Santo Grial” porque son de las pocas variedades landraces que quedan puras, sin mezclar con otras variedades”
Hoy sos conocido por tus habilidades como criador. ¿Cómo fue el primer cultivo? ¿Tuviste éxito desde el principio o te hiciste de abajo?
Bien de abajo. Chali tenía unos cultivos en la montaña y empecé a ir con él todos los días, a poner mis plantitas en un exterior, en una cabaña que él tenía en el bosque. Después de ese verano compramos cuatro focos y nuestras primeras semillas de banco a Asturjaya, de Asturias, solo landraces puras. Más adelante compré semillas a uno de los primeros bancos holandeses, entonces los primeros cruces fueron variedades afganas de Asturjaya con variedades como Kali Mist o AK47. Al no poder conseguir semillas, teníamos que producirlas.
Buscando el perfume
Mariano marca un antes y un después en su carrera de cultivador: el libro La Biblia del Cultivador de Jorge Cervantes y La Biblia del criador de Cannabis de Greg Green. Con esas lecturas a cuestas, del exterior con los cuatro focos comprados en uno de los primeros grows de España, pasaron al cultivo en interior.
“Para la segunda cosecha ya no salió tan bien, nos pilló el invierno, tuvimos problemas de oídio, botrytis, se nos pudrieron muchos cogollos centrales. Pero la primera primera, de exterior en el bosque, ahora quizás no sería tan buena pero en ese momento era crema”.
¿Te acordás de algún cogollo que te haya gustado mucho y no hayas podido volver a conseguir la genética?
Ando buscando un sabor perdido, un clon que me llegó de Inglaterra. Se llamaba Albert Walker y la perdí por una intervención policial en mi club. Era muy especial el sabor, como a manzana amarga, una especie de Diesel amargo. Llevo muchos años buscando ese sabor. No se sabe el cruce, porque fue como un clon de una elite que se movió sin saber el cruce. Se supone que es una Diesel o viene de la familia Diesel, pero tirando al más amargo, o te gusta mucho o no te gusta.
¿Tenés predilección por alguna familia de genéticas en particular?
Me apasiona trabajar cualquier variedad que destaque por algo. Tengo como un don para los olores, para seleccionar. “Nariz de oro” me dicen mis amigos. Pero mi pasión son las variedades puras, las landraces. Soy un amante y un coleccionista de semillas, tengo de varias partes del mundo. Estoy embarcado en un proyecto con variedades afganas que me cedieron un montón de cada valle de Afganistán. Me gusta llamarles “el Santo Grial” porque son de las pocas variedades landraces que quedan puras, sin mezclar con otras variedades.
“Las regulaciones deben respetar los autocultivadores y al pequeño productor. Hay gente que lleva muchos años deseando que llegue el momento de poder dedicarse profesionalmente a cultivar marihuana”
Un proceso delicado
Más grandes, más rápidas, más fuertes. La premisa de BSF es avasalladora, pero detrás de esa declaración de potencia, hay un trabajo delicado.
Siguiendo la tradición, Duque emplea exigentes técnicas de selección y cultivo. El ciclo comienza germinando una cantidad de semillas, por ejemplo 3.000, rotuladas individualmente según variedad, fenotipo o generación.
El siguiente paso es una primera selección, de la cual se extrae un esqueje de cada una y se pasan a floración. Se realiza una preselección de machos, una selección de hembras y comienza un proceso que definirá qué plantas tendrán la calidad suficiente para formar parte del plantel del banco.
“A todas estas que seleccionamos”, explica Duque, “las llevamos a probar a las peores condiciones: baja humedad, mucha humedad, temperatura, cambios bruscos de luz”.
“Así vemos cuáles de ellas tienen un potencial de resistencia natural, es decir que no se estresan, no se hermafroditan, no crean flores machos, que resinan igual y que aguantan por ejemplo el oídio”, detalla.
¿Cómo es el proceso que hace que una variedad que presenta potencial se transforme en insignia del banco?
De esta primera selección probamos y empezamos el juego. Primero si queremos estabilizar una variedad, buscamos un buen macho para llevarlo a un F2 y a esas semillas que sacamos volver a cruzarlas y siempre guardando los parentales que cruzamos para el momento que perdamos, por ejemplo la resina, la rapidez, o el internodo corto, volver a cruzarlo a la madre donde sí lo teníamos.
Es un trabajo intenso, ¿no?
El primer año es el más complicado porque es mucho trabajo de selección, mucho trabajo de cultivo para quedarte a veces con ninguna o a veces con suerte te salen cuatro o cinco buenas plantas, pero así es el trabajo que hacemos.
De la cosecha al mundo
Llegado el momento de cosechar, ¿tenés algún ritual, alguna técnica o proceso para catar y evaluar si la variedad está lista para ser presentada?
Lo primero que nos fijamos son los análisis para saber bien los contenidos de THC, THCV, CBD, etc. Yo personalmente si tengo mi ritual. En la mañana es cuando de verdad puedo notar algo, el resto del día puedo sacar todos los sabores y los olores, pero el efecto lo noto en la mañana. Entonces después de mi ducha, mi buen desayuno, puedo probar unas dos o tres variedades, aunque me gusta una por día. Fumarme dos o tres porros en la mañana y ver el efecto que tiene. Así con cada variedad o cada fenotipo.
“Durante el día puedo sacar todos los sabores y los olores, pero el efecto lo noto en la mañana. Entonces después de mi ducha, mi buen desayuno, puedo probar unas dos o tres variedades, aunque me gusta una por día”.
BSF se caracteriza por impulsar una idea de comunidad de cultivo, ¿cuán importante es para vos como criador estar en contacto con las personas que cultivan tus genéticas?
Al final, son quienes dan el ok o no a los años de trabajo que tu has hecho. Tengo una comunicación directa con todas las tiendas que venden BSF o mínimo una vez hablaron conmigo. Yo los considero familia, somos una gran familia. Es un estilo de vida, nos gusta la música, el arte, nos gusta el cannabis y vivir tranquilos.
Llevás 20 años en el mundo cannábico, ¿cómo imaginás el futuro?
Ojalá en algunos años, la planta sea legal en todo el mundo, sea noticia que es una gran industria, que aporta millones en impuestos que se necesitan, que se vea el real poder de esta planta. Y que cualquiera pueda tener su dispensario, sacar sus licencias, tanto grandes como pequeñas superficies. Mi deseo o anhelo es una regulación en todos los países, en la cual se respete a los autocultivadores que quieran seguir haciendo sus flores y al pequeño productor que también pueda venderlas. Hay gente que lleva muchos años deseando que llegue el momento de poder dedicarse profesionalmente a cultivar marihuana.