Desde sus inicios, la lucha por la legalización de la planta de cannabis fue transversal a los grupos sociales: no reconoce género, edad, etnia, clases sociales ni trabajos. Su uso se extendió por todo el mundo y sus beneficios medicinales son cada vez más estudiados y reconocidos. Sin embargo, en muchos países su tenencia y cultivo están penalizados y las regulaciones para uso medicinal suelen ser muy pobres.
En Estados Unidos, la regulación del cannnabis comenzó estado por estado en 2012 y nunca se detuvo. Ya son 18 los estados que permiten su uso adulto, y la victoria de Joe Biden sobre Donald Trump podría acelerar el proceso para que el derecho se amplíe a otros estados.
Un caso ejemplar es California, donde desde el 2018 se permite el cultivo, tenencia y comercio de cannabis para uso adulto. Es un estado que deja en claro la importancia de que la sociedad tome la normalización en sus manos.
“Conocimos el modelo llamado las “beguinas”: era un grupo de mujeres conocidas en la Edad Media por hacer productos de cáñamo y cannabis. La gente viajaba de lejos para ir a comprarles. Nunca nadie escuchó sobre ellas porque la Inquisición las borró”, le cuenta a THC la hermana Kate, fundadora de Sisters of the Valley.
En ese universo están las personas que cultivan cannabis y hacen productos con su cosecha. Un caso es el de “Sisters of the Valley” (SOTV), una asociación liderada por mujeres que realizan productos de cannabis medicinal. Pero, hay algo que las diferencia: se visten como monjas y se llaman “hermanas” y “hermanos”. No, no están afiliadas a ningún orden de la Iglesia, sino que ven a la industria del cannabis desde una perspectiva espiritual y de contacto con la naturaleza.
Para comprender su trabajo y acción, hablamos con la hermana Kate, su fundadora.
¿Cómo nació Sisters of the Valley?
Todo comenzó con el movimiento Ocuppy (Occupy Wall Street), en Nueva York en octubre del 2011. Durante ese tiempo, el congreso intentaba callar a Michelle Obama cuando decía lo poco saludables que son las comidas de los niños. No querían escuchar a una mujer. No querían escuchar a una mujer negra. Cuando vi eso dije: “Si para ellos la pizza es un vegetal, entonces yo soy una monja”. Luego fui a comprarme el traje y me uní a las reuniones del Ocuppy. Unos chicos de la universidad vinieron conmigo. Me reconocían en las protestas, era la “Hermana Ocuppy”. Con los demás manifestantes decidimos formar este grupo que no se basaría en una religión, ni estaríamos afiliados a una, porque están diseñadas de manera patriarcal.
¿Qué buscaban?
Como mujeres, queríamos ser respetadas por nuestra habilidad en los negocios. Teníamos que empoderarnos. Después de cuatro años de discusiones conocimos el modelo llamado las “beguinas”: era un grupo de mujeres conocidas en la Edad Media por hacer productos de cáñamo y cannabis. La gente viajaba de lejos para ir a comprarles. Nunca nadie escuchó sobre ellas porque la Inquisición las borró: eran llamadas brujas. Muchas de ellas se hacían las cristianas para no morir. Nuestra hermandad representa la vuelta a esas formas, donde las mujeres son independientes de la religión y además somos dueñas de nuestro negocio. El 20% de nuestros empleados son varones. Y como las beguinas, nuestra sexualidad es privada
¿Por qué el cannabis se transformó para ustedes en un espacio de lucha?
En la actualidad, muchos negocios se hicieron irregulares, y se trata de ámbitos donde muy pocos pueden ser parte. El cannabis es hoy una industria emergente. Todo lo que tenga que ver con volver a la medicina antigua a través de la naturaleza, le pertenece al mundo femenino. Vi eso por ejemplo en una copa cannábica, donde estaba rodeada de hombres y toda la espiritualidad venía de mí y los hombres mexicanos, ¡no los estadounidenses! Los mexicanos meditaban con sus plantas. En América del Sur hay una cultura donde el hombre no teme amar cosas más “femeninas”. Nunca vi a un hombre blanco sentarse a hablar con sus plantas. Esta es una planta espiritual y es una misión hacer crecer tu propia medicina.
¿Alguna vez tuviste miedo de ser perseguida por la policía?
¡Sí! Pero voy a hacer lo que se me dé la gana y desafiarlos a que me callen. Es por eso que a las personas no les gustan las mujeres mayores, no nos pueden decir nada porque lo vamos a hacer igual. Siempre fue así: hace seis años llevo SOTV sin un permiso del condado, no tengo un permiso local, podrían venir a cerrar esto cualquier día. Pero ya me dejé de preocupar, ahora ni creo que eso pase. Respecto al cannabis siempre vamos a estar nosotras empujando a los legisladores, nunca lo van a hacer por su propia voluntad. Por suerte, esta nueva generación que viene no se cree cualquier cosa y busca más información. Necesitamos una actitud más fresca y tenemos que rever toda nuestra relación en torno a la madre tierra y las personas.
¿Cuáles son tus expectativas del nuevo Gobierno en relación al cannabis?
Quería que ganaran, obviamente. Pero muchos decían: “Kamala está en contra de la planta, puso a muchas personas en la cárcel”. No podemos sostener esa posición, todos alguna vez fueron anti cannabis. Pero ya no hay forma de volver atrás, va a legalizarse: si no te gusta, salí del camino. Hay estados que intentan negar la ciencia pero cuando la verdad está saliendo a la luz, no la podés tapar.
¿Cómo es la estructura de SOTV?
Tenemos una granja de 1 hectárea, ahí traba[1]jan seis hermanas y dos hermanos. Sumamos dos personas del pueblo, somos 10 en total. Tenemos en total 10 mil clientes que gastan 100 dólares al año en productos para el dolor. Es un negocio de 1 millón de dólares al año.
¿Qué características tienen sus productos?
La mitad de esas compras tienen que ver con nuestra crema. La usan en la sien para ir a dormir de noche, en vez de tomar pastillas para dormir. Detrás de las orejas para tratar la migraña, también para dolores musculares, quemaduras. Me sorprenden todos sus usos. El 40% de nuestra venta es el aceite para el dolor, son gotitas. Quienes lo compran lo usan para ellos mismos o hasta para sus mascotas. Y un 10% de nuestras ventas es una tintura de alcohol, son gotitas pero más fuertes. Le aconsejamos a la gente que, por ejemplo, si sufrieron un trauma usen el aceite como prevención y la tintura si tienen una crisis de dolor: alguien te tiene que poner unas gotitas y salís. También la toman para dormir, ansiedad y estrés.
¿Piensan ampliar su desarrollo?
Nuestros productos llegan a todo el mundo: Rusia, Filipinas, Corea y lugares terroríficos, como Mississippi y Alabama. Ahora estamos trabajando para incluir CBG y CBC. Esta[1]mos aprendiendo que el CBD es muy bueno para la ansiedad y el estrés, y el CBG es muy bueno para el dolor físico. Cuando usamos la planta tenemos muchas cosas como medicina. El año pasado incluimos cápsulas de gel, son para pacientes con cáncer o traumas muy serios. Se considera un concentrado y todavía es ilegal. Y este año incluimos un té.
“Queremos que todas las mujeres cultiven. También queremos sumar un lugar secreto para que no nos persigan. Ya no lo hacen con frecuencia pero todavía no nos sentimos seguras. Además, este año también queremos expandirnos y entrar en el mundo de los hongos”, cuenta la hermana Kate sobre los proyectos de las monjas cannábicas.
¿Y qué respuesta tienen de la gente?
Les decimos en confianza que si un producto no les funciona, les devolveremos el dinero. Y la verdad es que eso nunca pasa: puede ser que digan: “A mí no me funcionó, pero mi mamá lo amó”. Sabemos que para alguien va a funcionar. En un punto tiene que ver con comprometerse con la planta y encontrar cuál es tu dosis correcta. La planta de cannabis nos invita a todos a hacernos más responsables de nuestro bienestar y descubrir qué variedad y qué tipo de medicina es la mejor para cada quien. Hasta en la manteca de tu tostada puede funcionar.
¿Qué están pensando para el futuro cercano?
Creemos que toda mujer debería tener una planta, recién estamos empezando a ver algunos beneficios, no sabemos cuántos más puede haber. Queremos que todas las mujeres cultiven y que nos cuenten qué beneficios encontraron. Estamos contratando más gente local para que trabaje aquí y sea parte. Muchas veces se hacen hermanas, otras empleadas. También queremos sumar un lugar secreto para que no nos persigan. Ya no lo hacen con frecuencia pero todavía no nos sentimos seguras. Además, este año también queremos expandirnos y entrar en el mundo de los hongos.