En gran parte del continente americano, el cannabis está haciendo florecer una industria. En esquemas legales llenos de contradicciones, donde aún se mantiene la penalización sobre millones de personas, la planta genera una enorme expectativa económica.
Argentina no es la excepción. El país está a punto de avanzar en una nueva ley que busca regular la industria del cannabis medicinal y del cáñamo. Y se trata de la apertura de un nuevo debate: quiénes tendrán prioridad en esta industria, qué lugar ocuparán los pequeños y medianos productores. En otras palabras: ¿se podrá incluir a muchos actores o el escenario será para unos pocos?
Viento a favor
Una ley que habilite la industria alrededor del cannabis impulsará el escenario actual, que ya es prometedor: la reciente Primera Encuesta Nacional de Cannabis de Argentina demuestra que la planta se usa en todo el país, tanto para fines recreativos, medicinales y veterinarios.
Además que el autocultivo es un hecho que también sucede en todas las provincias y es un fenómeno que está en constante crecimiento.
Si bien la nueva ley industrial no cambiaría la preocupante realidad legal de la gran mayoría de las personas que usan cannabis sin fines medicinales, el cannabis terapéutico es un fenómeno en sí mismo.
Está en vigencia el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann) que, más allá de sus complicaciones y retrasos en la emisión de certificados, les permite cultivar y transportar, tanto la cosecha como derivados con fines medicinales, en la completa legalidad.
Al mismo tiempo hay más de 100 proyectos de investigación y desarrollo que hay en el país, entre iniciativas provinciales y municipales.
“La gran mayoría de empresas de cannabis están sufriendo de una enfermedad y es la falta de capital. La razón es que las ventas en estos momentos no están igualadas a la inversión en infraestructura”, le contó a THC Luis Merchán, CEO de la empresa colombo-canadiense Flora Growth.
En este sentido, el constante reclamo de las organizaciones civiles para conformarse en cooperativas toma más fuerza en cada rincón del país para que las asociaciones, quienes forjaron la industria desde la clandestinidad, sean parte del entramado productivo.
Mercado medicinal e industrial
El cannabis, a medida que se legaliza en el mundo, se empieza a elegir como la materia prima productiva de diferentes empresas. Algo similar ocurre con la pujante industria cañamera.
Más allá de la finalidad del producto terminado, cultivar la planta permitió que se movieran más de 150.000 millones de dólares en un año, según un informe de Standard & Poor’s Financial Services.
Algunos de los motivos por los cuales podrá ser ventajoso crear una empresa cannábica serán porque una hectárea podría emplear a más de 15 personas, porque la planta absorbe el CO2 del ambiente y protege de la contaminación, porque se puede armar productos -más allá de los medicinales o para uso adulto- como son los ejemplos de las empresas Gaia Hemp Eyewear o Stay True Organic.
Además porque se puede exportar tanto flor seca o derivados o productos terminados, como realizó la empresa fundada por argentinos CPlant en Uruguay y que vendió al mundo unos 524 kilos de flor seca a 200 dólares el kilo, el año pasado.
Sin embargo, varios especialistas de la industria le confían a THC su temor por los caminos que tomará la industria del cannabis: ante la apertura de posibilidades de una legislación industrial, podría convertirse en “un negocio para pocos” en el que los pequeños productores queden completamente fuera del juego.
Además, preocupa que Argentina se enfrente a las complicaciones regulatorias del propio mercado mundial que demanda en productos medicinales buenas prácticas manufactureras y de agricultura.
Modelos productivos
Considerando la inminente aprobación del proyecto de ley de industrialización, quienes deseen ser parte de este mercado deberán tener en cuenta no solo su capital financiero -que es quizás lo más importante para poder emprender- sino también la estrategia corporativa de la empresa que deseen crear.
Existen dos modelos destacables para reducir los riesgos normales de los negocios y que pueden ayudar a tener una posición más dominante en el mercado, dependiendo los objetivos de la empresa. Se tratan de la integración vertical y la horizontal.
Por un lado, la integración vertical es cuando una compañía se hace cargo de todas las tareas de la cadena productiva y no depende de otros actores. Un ejemplo de esto es una empresa que cultiva cannabis y también realiza el proceso de laboratorio para elaborar un aceite medicinal.
Por otro lado, la integración horizontal es cuando participan diferentes actores en áreas específicas para lograr un producto determinado. En este caso, una compañía se dedica a cultivar, otra al transporte y una última a la preparación de los derivados.
“Cuando salga la ley, lo ideal sería convivir con los dos modelos para que también se proteja a los pequeños productores. Apostar a un laburo más cooperativista, que para eso considero que está bueno que haya una legislación”, dijo Nicolás Geniso, vicepresidente de la Asociación Argentina para la Producción, Crianza e Investigación de la Semilla de Cannabis (Criacann)
En cuanto a la integración vertical, el abogado mexicano y especialista en casos cannábicos, Emmanuel Farías Camarero consideró con THC: “Me parece destacable el modelo de negocio de empresas como Fotmer en Uruguay o Clever Leaves en Colombia, quienes han centrado sus esfuerzos para aumentar sus exportaciones de cannabis medicinal a países europeos como Alemania, pues esto representa un primer intento de estandarizar la calidad de la flor latina a un grado farmacéutico”.
“Podés controlar todo el proceso”, opinó, por su parte, como una de sus ventajas el economista argentino y director del Instituto Interdisciplinario de Economía Política, Andrés López.
López, que realizó el estudio económico que le sirvió de insumo al Ministerio de Desarrollo Productivo para la elaboración del proyecto de ley industrial, dijo que “En nuestro país, Cannava es una empresa integrada verticalmente porque tiene una plantación de cannabis y va a hacer aceite. Esto quiere decir que es un modelo que tiene ventajas en el mercado medicinal ya que en este te exigen controles, por ejemplo, de trazabilidad, composición, de calidad, entre otros. Por tanto, es más fácil integrar todo eso y saber qué estás haciendo en la etapa primaria, a que comprar y tener que empezar a hacer pruebas”, explayó.
Mientras que el ex Secretario General de la Junta Nacional de Drogas de Uruguay, Diego Olivera, remarcó esta posibilidad para empresas que busquen la veta medicinal. Sin embargo, consideró que “no es el mejor escenario” porque ya existen formas reguladas en las que se distribuyen los productos para la salud. “No tendría porqué una sola empresa tener un canal exclusivo para comercializar”, aseguró en diálogo con THC.
Aunque para las empresas de uso adulto, Olivera ejemplificó: “En estos casos parece más viable la integración vertical, en el sentido que existan dispensarios que vendan su propia producción. Lo que debe evitarse es que haya una excesiva concentración del mercado en pocas compañías que adquieran mucho poder y distorsionen la regulación en base a sus meros intereses comerciales”.
Integración vertical y horizontal
“Cuando salga la ley industrial, lo ideal sería convivir con los dos modelos para que también se proteja a los pequeños productores. Apostar a un laburo más cooperativista, que para eso considero que está bueno que haya una legislación”, dijo Nicolás Geniso, el activista, emprendedor y vicepresidente de la Asociación Argentina para la Producción, Crianza e Investigación de la Semilla de Cannabis (Criacann)
Es que, efectivamente, “no está bueno estar solo” a la hora de emprender. Así lo expresa Geniso con conocimiento por su larga experiencia como cultivador y trabajador que elige la cooperatividad.
Por su parte, empresas de mayor tamaño también empiezan a ver con buenos ojos el desarrollo de una industria verde con más actores y menos concentración.
“La infraestructura necesaria para lograr una integración vertical es demasiado robusta, requiere de mucha inversión y limita la capacidad de mantener liquidez efectiva para una compañía que está pensando en el largo plazo”, le dijo a THC Luis Merchán, el CEO de Flora Growth Corp, la empresa colombo-canadiense que ya cotiza en bolsa.
“No tendría porqué una sola empresa tener un canal exclusivo para comercializar”, aseguró Diego Olivera, ex Secretario General de la Junta Nacional de Drogas de Uruguay, en diálogo con THC.
De hecho, esta empresa que es una de las más expandidas en Colombia plantea su estrategia corporativa “mixta”, es que no se puede definir qué es mejor o peor para el negocio.
Merchán asegura que lo que a ellos les funcionó fue integrar verticalmente desde la semilla hasta el producto terminado pero luego tener que buscar socios estratégicos en otros países para completar la cadena de distribución.
Tal es así el caso de la empresa canadiense con presencia en Colombia, Avicanna, que también opta por esta diferenciación.
Por tanto, Merchán consideró que una forma de esquivar el problema de financiación y perdurabilidad de un proyecto cannábico sería el de armar “empresas que brinden soluciones”. Es decir, industria periférica que todavía no se creó como podrían ser empresas de transporte y distribución de productos haciendo hincapié en el mercado local.
Entonces, según aseguraron los especialistas de la industria consultados por THC, la mejor oportunidad es generar una industria que distribuya localmente.