“Publicar en Argentina la primera revista dedicada a la cultura cannábica es otra forma de plantarse”. Así cerraba la editorial del primer número impreso de THC.
Hoy, 15 años después, desde el papel y nuestros formatos digitales mantenemos la misma convicción: hacer este medio de comunicación es una manera de acompañar un proceso cultural inédito. Es investigarlo, contarlo, defenderlo y, por supuesto, celebrarlo.
La primera edición impresa de THC se presentó en sociedad el 15 de diciembre de 2006. El contexto era otro.
En lo que a comunicación respecta, los diarios en papel y la televisión dominaban indiscutiblemente la escena. La información digital disponible sobre el cannabis era prácticamente inaccesible, salvo para quienes se aventuraban en los foros de manera anónima para compartir sus conocimientos sobre cultivo.
En cuanto a redes sociales, el uso de Twitter y Facebook era una rareza en América Latina. El resto de las redes que hoy conocemos no existían. Tampoco Whatsapp, que se lanzaría oficialmente recién en 2009.
THC es, desde su inicio, una declaración de amor. Y en particular, del amor por una planta. Un romance que, al mismo tiempo, nos enfrentó a un diagnóstico crudo: en Argentina, como en tantos otros países, la libertad para ejercer nuestros derechos de manera plena aún está lejos de ser una realidad.
El intercambio entre personas se limitaba casi al boca en boca y el discurso que promovía la prohibición del cannabis era prácticamente hegemónico. En ese marco, THC comenzó a pensarse como un lugar de encuentro, como una herramienta más de un cambio que se gestaba, poco a poco, en la clandestinidad.
THC también es, desde su inicio, una declaración de amor. Y en particular, del amor por una planta. Un romance que, al mismo tiempo, nos enfrentó a un diagnóstico crudo: en Argentina, como en tantos otros países, la libertad para ejercer nuestros derechos de manera plena aún está lejos de ser una realidad.
De ahí que en THC el orgullo y la felicidad convivan con un trabajo puntual: brindar información para poner fin a la persecución de quienes usan y cultivan cannabis.
Es una tarea que no cesa. Aún hoy en Argentina una persona puede enfrentar una pena de hasta 15 años de prisión por plantar cannabis. Sin embargo, en estos años algunas cosas comenzaron a cambiar.
Luego de mucho esfuerzo de parte de múltiples actores, el Estado argentino reconoció que el cannabis tiene propiedades medicinales. Fue con más esfuerzo que se consiguió que el cultivo personal y solidario con fines terapéuticos sea legal.
Esos cambios y la constante apuesta por el autocultivo encendieron una a una las luces de una fenómeno a nivel nacional que además de cultura comenzó a dar trabajo a cientos de personas. Primero se vio en los grows, verdaderos espacios de consulta y socialización para todas las personas que cultivan. Luego fue el tiempo de las distribuidoras que nacieron de esos intercambios. Hoy, en otro reconocimiento parcial, el país está a un paso de regular la industria del cannabis medicinal y el cáñamo.
No ha dudas de que el campo se amplía, presenta nuevos desafíos, pero mantiene viejas deudas. Con eso en claro, THC estará ahí, informando para promover un debate permanente para la mejora de nuestros derechos.
Por suerte, hay personas que se ocupan a diario en que este medio independiente hable, pero la mayor de las fortunas es que el pilar más sólido sobre el que crece lo construyen las personas que deciden plantarse.
Esa pasión y ese compromiso nos llevan hacia adelante, hacia un futuro con más y mejores cosechas.
Gracias por estos maravillosos 15 años.