Conocer el contenido de cannabinoides en un extracto, una flor o un aceite nos permite optimizar su uso terapéutico al brindar la posibilidad de ajustar la dosificación. Esta información se puede obtener mediante varios centros del país que brindan el servicio de análisis de aceite de cannabis. ¿Pero que sucede dentro del laboratorio?
En el caso de los cannabinoides, para identificarlos y contabilizarlos se recurre en la gran mayoría de los casos a la cromatografía. De esta forma se puede saber la potencia, en base a la presencia y cantidad de cannabinoides como el THC o el CBD.
Contenido en colores
La cromatografía es una técnica utilizada para la separación de moléculas. Y se basa en la “pelea” por estas moléculas entre un soporte fijo y un líquido que corre a través de él.
En términos generales sería como una carrera de compuestos, en la que las moléculas que se quedan retenidas en el soporte fijo van más lento que las que corren con el líquido.
Existen diferentes tipos de cromatografía según los distintos usos para los que se emplee. Hay técnicas que implican mayor infraestructura o equipamiento muy caro y otras que pueden realizarse en un laboratorio pequeño y quizás hasta en el hogar.
La información que aporta cada una es distinta, y tiene que ver con dos puntos importantes en el análisis de cannabinoides: la identificación y la cuantificación. Todas las técnicas pueden identificar, pero no todas las técnicas pueden cuantificar, y es ahí donde radica el objetivo del empleo de cada una.
La cromatografía en capa delgada, más conocida por sus siglas en inglés TLC (thin layer chromatography) es el modelo de cromatografía más simple para la identificación de cannabinoides.
Se basa en la separación de los mismos en una placa de sílica, por donde corre un solvente (fase líquida) que hace que los cannabinoides corran en diferentes tiempos y distancias para la posterior visualización.
Se pueden identificar tanto por su comparación con cannabinoides puros que hayan corrido en la misma placa, o por la distancia recorrida en función de toda la carrera, que es un valor numérico y constante para cada cannabinoide llamado “rf” o factor de retención.
La visualización de la carrera se lleva a cabo mediante un revelador, que al aplicarlo los identifica por color y evidencia la distancia recorrida de cada uno. Esta técnica no permite la cuantificación, pero hay modificaciones de la misma que permiten cierto tipo de semicuantificación.
Las virtudes de la TLC radican en su bajo costo, la posibilidad de realizarse con insumos sencillos, el corto tiempo de análisis, y la detección simultánea, rápida y visual de cannabinoides de muchas muestras al mismo tiempo, lo que permite diferenciar quimiotipos (cepas) por la ausencia/presencia de ciertos cannabinoides.
¿Cómo saben cuanto THC o CBD tiene una muestra?
Otra metodología empleada para el análisis de cannabinoides es la cromatografía de líquidos de alta eficacia, más conocida también por sus siglas en inglés HPLC (high performance liquid chromatography).
En esta técnica la fase fija está dispuesta en una columna, por la que pasa la fase líquida arrastrando y haciendo que corran los cannabinoides. Estos son identificados por una computadora, dando origen a un cromatograma, un diagrama de picos donde cada pico representa un cannabinoide y están dispuestos por el orden en que salen, es decir por el tiempo que tardan en la carrera.
Esta técnica, además de lograr la identificación, permite la cuantificación usando un “estándar”, un cannabinoide puro con concentración conocida. El cálculo se basa en una regla de tres simple que supone la comparación entre el pico de la muestra incógnita y el pico del cannabinoide puro, sus tiempos de corrida (carrera) deben coincidir.
Se trata de la metodología es la más empleada para el análisis de cannabinoides ya que presenta la posibilidad de cuantificar y también trabaja a temperatura ambiente, que para el caso de los cannabinoides ácidos es importante, ya que el calor provoca una transformación de la molécula, imposibilitando su cuantificación apropiada.
¿Qué sucede con los terpenos y sustancias aromáticas?
La cromatografía de gases o GC (gas chromatography), es una técnica mucho más sensible que HPLC, pero funciona a altas temperaturas porque los compuestos que atraviesan la columna son transformados en gases, y lo que vendría a hacer la fase líquida en TLC y HPLC, también es un gas.
Esto representa una desventaja al momento de querer identificar y cuantificar los cannabinoides ácidos, ya que el calor los transforma y entonces se pierde la posibilidad de analizar correctamente el contenido nativo de nuestra planta o extracto.
Esto se puede evitar mediante una transformación previa al estudio de los cannabinoides ácidos, sin embargo a veces no suele ser completa y por lo tanto no garantiza un análisis acertado. No obstante, esta técnica es la más elegida por ejemplo para analizar los terpenos de la planta que son compuestos volátiles.
Por otra parte, también es relevante mencionar que existen otras técnicas analíticas sencillas, reacciones colorimétricas que también pueden realizarse de forma muy asequible.
El “Test de Duquenois-Levine” que es ampliamente citado para cannabinoides, es una reacción colorimétrica fácil que permitiría en cuestión de minutos saber si un aceite está preparado a base de C. sativa o no.
En el caso del “Test de Beam” es selectivo para el cannabinoide CBD, por lo que permitiría también discernir entre un extracto que presenta o no este compuesto.