“Yo siempre digo que el cannabis es una planta activista. Porque resiste”, dice el ingeniero ambiental Gustavo Álvarez. En estos momentos se encuentra en el Valle de Traslasierra, provincia de Córdoba, al cual regresó luego de vivir 20 años en el exterior.
“Vuelvo porque veo la posibilidad real de generar un proyecto cañamero con grado de injerencia social en Argentina”, le cuenta a THC mientras toma un mate.
Álvarez se especializa en gestión socioambiental. Durante las últimas dos décadas vivió en distintos países del continente aunque fue en Perú donde se radicó.
Sin embargo, al observar que las condiciones legales de la Argentina con respecto al cannabis avanzan (falta media sanción de diputados para aprobar la ley de producción de cannabis medicinal y cáñamo industrial) decidió que era tiempo de regresar.
“Estoy convencido de que el cáñamo será nuestro gran aliado”, asegura durante la charla.
¿Por qué te dedicaste a la ingeniería ambiental?
A finales de los 90, una situación familiar me llevó a migrar y terminé en Orlando, Estados Unidos. Como ya era técnico agrónomo, me recibí en la escuela agrotécnica de Bell Ville, en Córdoba, y llegué a cuarto de Agronomía en la universidad, se dio la posibilidad de que me reconocieran algunas materias en la Universidad Central de la Florida en la carrera de ingeniería ambiental. Era bastante nueva, de hecho aún lo es, y el plan de estudios me gustó mucho así que ingresé en el 2002 y como me revalidaron varias materias, terminé en 2004.
¿Y cómo llegas a Perú?
Cuando me recibo, estaba trabajando en la municipalidad de Orlando en lo que es la parte de distribución de agua. Como tenía un título, mis condiciones laborales cambiaron y empecé a trabajar en otros puestos porque hasta ahí estaba en la calle, con cuadrillas que arreglaban caños y cuestiones similares. Al mismo tiempo, busqué la posibilidad de ingresar a una empresa subsidiaria de las Naciones Unidas en el programa por el Medio Ambiente. A través de una especie de concurso, rindo y entro ahí por un periodo de dos años. Eso me dio la posibilidad de recorrer Latinoamérica con mayor incidencia de trabajo en Perú y desde el 2007 me radiqué ahí.
En Argentina, sobre todo en Jáuregui, ya se intentó cultivar cáñamo hace décadas. Pero con la llegada de la prohibición se suspendió todo ese desarrollo, ¿crees que hay posibilidad de reactivar esa industria?
Esa prohibición también nos llevó a una especie de caída libre en lo ambiental, porque sin este tipo de modelos proliferaron otros que nos llevaron a lo que vemos ahora: zonas que se sacrificaron y hoy tienen grandes pasivos ambientales. En Argentina hay poca genética cañamera y es poco lo que se conoce. Hay mucho desconocimiento y poco acceso en el país pero creo que de a poco eso está cambiando. Inclusive hay empresas que ya están esperando que haya producción. Adidas y Levis ofrecen productos a base de fibra de cáñamo.
“El cáñamo es un gran generador de mano de obra porque necesitas entre 10 y 15 personas por hectárea para cultivarlo. No hay otra plantación que hoy te dé eso”
¿Por qué crees que puede desarrollarse el cultivo en Córdoba?
En el Valle Traslasierra, donde vivo actualmente, no tenemos influencia de proyectos mineros ni sojeros. Al mismo tiempo, hay bastantes personas con parcelas con la capacidad de producir y el interés de hacerlo. El tema del cáñamo despierta interés pero el desconocimiento genera una encrucijada. Porque falta el conocimiento sobre las genéticas, cómo cultivarlas, cuándo hacerlo, etc.
¿Cómo es tu proyecto con el cáñamo?
Donde estoy ahora, tengo algo de tierra y disponibilidad para cultivar. Mi idea es cultivar tres hectáreas con tres tipos diferentes de cáñamo. Yo digo que Traslasierra puede ser un oasis cañamero porque al oeste está la minería y al este los agrocultivos. Pero acá no hay influencia de esos grupos por lo que se puede dar un desarrollo de distintas parcelas técnico-productivas para usos variados de la planta. El proyecto es muy viable por las condiciones. El tipo de suelo hace obtener una muy buena calidad de fibra para textil, pasta celulosa para papel, biocombustibles, etc. Elementos de uso hay de sobra, lo que hace falta es voluntad real. Además, es un excelente aporte para la economía regional porque es proyecto ambiental de interrelación entre todas las partes: ambiental, social, política y económica.
“Mi idea es hacer cepas de fibra corta, de fibra larga y de doble propósito para producción de granos. Además, espero producir cañamiza para lo que es la construcción”
¿En qué etapa estás?
Primero tengo que llevar varios procesos administrativos. Uno es con el INASE para registrar semillas y eso tiene que venir acompañado de experiencias a campo. Yo tengo la disponibilidad de empezar a sembrar y el contacto con los bancos genéticos para llevar a cabo todo el requerimiento administrativo para importar la semilla. Pero la venta de semillas de cáñamo es diferente a la de cannabis medicinal, que se pueden vender por unidad. En el cáñamo, dependiendo el tipo de uso, necesitas entre 40 y 60 kilos de semilla por hectárea. Por lo que más o menos yo debería traer 200 kilos de semillas, lo que no es sencillo.
¿Qué objetivo tenés?
Llegar a agosto con la posibilidad real de sembrar. Mi idea es hacer cepas de fibra corta, de fibra larga y de doble propósito para producción de granos. Además, espero producir cañamiza para lo que es la construcción. De hecho, otro de mis objetivos es poder hacer mi casa, o parte de mi casa al menos, de cáñamo.
Pasado, presente y futuro
¿En qué momento empieza tu relación con el cannabis?
Mi relación con el cannabis empieza siendo usuario hace ya muchos años. Primero como una cuestión recreativa pero luego fuimos buscando las bondades de la planta, tanto en la cuestión medicinal como en la nutricional, por ejemplo. Leyendo bastante sobre el tema empecé a desempolvar información sobre el cáñamo y me gustó por todas sus posibilidades.
¿Qué leíste?
Leí mucho sobre por qué lo demonizaron y cómo lo hicieron. Prácticamente lo intentaron borrar del mapa. También mucho sobre sus usos. De hecho, así fue como inicié. Con las mismas plantas de cannabis empecé a ver las fibras, a trabajar con ellas y me involucré en la parte industrial. En mi especialización de gestión ambiental, el cáñamo ocupa una parte muy importante por todo lo que se puede lograr a nivel socioambiental con la planta.
¿Llegaste a una conclusión propia sobre por qué lo demonizaron?
Toda la situación relacionada con la parte genética del cannabis genera una gran controversia para las grandes empresas internacionales como Monsanto. Porque hasta ahora, todos los intentos de transgenización del cannabis no han sido posibles y no tuvieron los resultados esperados. A nosotros nos alegra mucho porque es una planta resistente y yo digo que es activista, porque se resiste a todas estas cosas. Pero eso abre un frente de batalla porque el hecho de que todavía no se haya podido transgenizar provoca que estas grandes empresas se resistan a su legalización. ¿Qué sentido tiene no legalizar el cáñamo? Si las genéticas que circulan tienen un grado muy bajo de THC. Eso me llevó a cuestionar mucho los modelos tradicionales económicos que no son para nada sostenibles, como la megaminería o el sistema sojero.
¿Crees que después de eso habrá empresas interesadas en comprar fibra de cáñamo?
Yo creo que sí. Ya hay grandes empresas que son un potenciales compradoras. En el caso de fibra corta, a las papeleras les va a resultar sumamente atractivo porque el uso de celulosa de cáñamo en comparación a otras especies es del doble. Además, los tiempos productivos son distintos. Una plantación de cáñamo en 120 días la tenés. En el tema alimentario ni hablar, por las bondades a nivel proteico de la semilla son muy altas y creo que eso va a tener incidencia. Y para biocombustible y construcción lo mismo. Una hectárea de cáñamo produce más biocombustible que una de soja o de maíz.
“A las papeleras les va a resultar sumamente atractivo porque el uso de celulosa de cáñamo en comparación a otras especies es del doble. Además, los tiempos productivos son distintos. Una plantación de cáñamo en 120 días la tenés”
¿Qué esperas para lo que viene?
Una de las cosas más importantes es que salga la ley. En algún momento va a salir porque el modelo actual es cortoplacista y lo estamos viendo: incendios, sequías e inundaciones. Además, el cáñamo es un gran generador de mano de obra porque necesitas entre 10 y 15 personas por hectárea para cultivarlos. No hay otra plantación que te dé eso. Yo creo que el cáñamo es el gran aliado para combatir la crisis climática y para mejorar la situación actual en la que vivimos.