Victoria Baca Paunero es abogada y, desde hace 27 años, recorre los pasillos del Poder Judicial. Días atrás publicó su libro: Cannabis con perspectiva de género. Evolución legislativa, estado de situación y desafíos desde una mirada feminista (Ed. Fabián J. Di Plácido) que puede conseguirse en formato digital.
En el 2017, como defensora oficial en Lomas de Zamora, le tocó asistir un caso que cambió el rumbo de su carrera: el de Adriana Funaro, una mujer que cultivaba cannabis para consumo medicinal y que había sido detenida. “Me identifiqué. Me di cuenta que le podía pasar a cualquiera”, cuenta a THC.
Desde entonces, Baca Paunero se involucró de forma personal y profesional con el activismo cannábico y ahora, a cinco años de comenzar ese recorrido, transformó parte de esa experiencia en libro.
“En la pandemia empecé a dar unas charlas que tenían que ver con cuestiones relacionadas con la perspectiva de género. Comencé a trabajar de a poco en el tema, a estudiarlo y a meterme. El objetivo fue que todo lo que se conversó en esos encuentros no se perdiera y que otros puedan recoger disparadores y los profundicen”, explica la defensora.
Baca Paunero tomó diferentes temas vinculados al universo cannábico, los pasó por un tamiz feminista y concluyó que “las distintas concepciones de los roles de género, según diferentes épocas del siglo XX, han servido como apoyatura al discurso prohibicionista”.
“Las primeras campañas prohibicionistas giraban alrededor de mensajes como ‘cuidemos a nuestras hijas y a nuestras esposas’. El discurso moral pegaba socialmente, tocaba una fibra sensible y generaba que no se discutiera mucho sobre si correspondía o no prohibir”, dice la defensora pública Victoria Baca Paunero, autora del libro Cannabis con perspectiva de género
El libro traza una línea histórica que demuestra cómo, a mediados del siglo pasado, las mujeres fueron la excusa para prohibir la marihuana.
“Las campañas giraban alrededor de mensajes como ‘cuidemos a nuestras hijas’, cuidemos a nuestras esposas’. El discurso moral pegaba socialmente y era algo con lo que la gente se identificaba. Tocaba una fibra sensible y generaba que no se discutiera mucho sobre si correspondía o no prohibir”, explica la abogada.
Después de aquellas campañas que apelaban a la moralidad, el estereotipo de mujer cambió y, en consecuencia, también su rol en la llamada “guerra contra las drogas”.
“En los 80s, las mujeres ya no eran sumisas y se impuso el rol del conservadurismo con Nancy Regan a la cabeza. Ella fue la cara visible de una campaña que se llamó ‘Just say no’ y que llegó a la Argentina como ‘Decile no a las drogas’”, agrega.
En pleno 2022, varias cosas cambiaron, pero insiste en que todavía hay lecturas que se deben hacer de la realidad a partir de la perspectiva de género con lo que sucede en las cárceles, por ejemplo, o el rol de las mujeres en organizaciones como “Mamá cultiva” o “Madres contra el paco”.
“Las mujeres que cultivan tienen un peso simbólico y político muy fuerte”, agrega.
¿Cómo llegó el activismo cannábico y el feminismo, tanto a tu vida como profesión?
Soy defensora oficial y hace muchos años, cuando todos empezamos a deconstruirnos, me reconocí como feminista. Un día me tocó la defensa de Adriana y me vi reflejada en lo que sucedía con ella. No podés evitar la empatía cuando te das cuenta que eso que le pasa a una persona te puede pasar a vos o a cualquiera. Ella cultivaba para sí y para Delfina (una nena de 3 años que padece microcefalia severa) y estaba presa. Yo soy madre de tres hijos y una de mis hijas tuvo tuvo problemas de salud cuando nació. Así que sé lo que es tener un chiquito internado, sé lo que significa esa desesperación. De pronto me encontré con la peor cara del machismo interno que tenemos en Tribunales, por un lado, y con un montón de personas del universo cannábico con un nivel de solidaridad y de información impresionante.
Después de 22 años de carrera, sin ser usuaria de cannabis, Baca Paunero tomó la defensa de Adriana Funaro, una cultivadora y usuaria que había sido allanada y detenida. No hubo vuelta atrás: “Me identifiqué, me di cuenta que le podía pasar a cualquiera”
¿En qué notaste el machismo en tribunales?
En ese momento tenía 22 años de antigüedad en los Tribunales. Soy abogada desde los 23, tengo dos posgrados, trabajé en tres jurisdicciones diferentes. O sea, no soy una defensora recién recibida. Y todo el tiempo, mis pares, ya sean jueces o fiscales, venían a decirme cómo trabajar. Una vez fui a reclamar por algo que no estaba bien y sus respuestas me enojaron tanto que me di cuenta que esta causa no tenía vuelta atrás, que me la iba a hacer propia y que iba a seguir para adelante.
¿Qué es lo que te sorprendió del movimiento cannábico?
Iban activistas y organizaciones a ver a Adriana y todos me ofrecían ayuda, me preguntaban qué necesitaba. Me encontré con un nivel de ayuda increíble y me pregunté: “¿Estos son los drogadictos?, ¿me están cargando?” Era la gente más predispuesta que había visto en mi vida. Había buena gente. Y, de pronto, empecé a conocer a profesionales que se terminaron convirtiendo en grandes amigos. Había investigadores del Conicet, periodistas que me enseñaron un montón.
Te involucraste al punto que, en la actualidad, sos Directora del Centro de Estudios de la Cultura Cannábica (CECCA), ¿Cómo fue ese recorrido?
En ese mismo año. Cuando se conoció el caso de Adriana, desde CECCA mandaron un equipo porque querían tomar su defensa. Ahí estaba Luis Osler, a quien yo todavía no conocía. Cuando supe que iban a ir a verla, les pedí que nos encontráramos. Me presenté y les conté cuál era mi estrategia y qué pretendía hacer. Ahí Luis dijo que siguiera yo con el caso y, cuando la causa empezó a avanzar, me llamó y me invitó a participar del centro.
Es decir, te involucraste como funcionaria judicial desde el primer momento
Sí. Adriana había sido detenida en febrero y para cuando salió en libertad, en abril, ya habíamos organizado la primera jornada de la historia de cannabis medicinal en Tribunales. Esa primera charla fue el 4 de mayo del 2017 en los Tribunales de Lomas de Zamora. Vinieron Valeria Salech, de Mamá Cultiva; Ana María García Nicora, médica de Cannabis Medicinal Argentina (CAMEDA); y el juez Pedro Pianta, que empezó con el activismo a partir del diagnóstico de su hijo con Síndrome de Dravet. Nunca había pasado algo así y yo fui la moderadora. Desde ese momento, me empezaron a invitar a congresos y actividades. Hoy soy subdirectora de una diplomatura en la Universidad Nacional de Entre Ríos, integro el consejo académico del posgrado de la Universidad Nacional de Quilmes y doy clases en otras universidades.
“En Tribunales mucha gente me empezó a decir “Doctora faso”. Pero, a la vez, muchas personas con las que yo nunca había hablado sobre el tema vinieron a contarme qué plantas tenían o qué consumían. Antes no se les hubiera ocurrido porque no doy con la imagen y, de hecho, no soy usuaria de cannabis”
¿Cambió la imagen que tienen sobre vos como defensora?
Fue muy gracioso. En Tribunales mucha gente me empezó a decir “Doctora faso”. Pero, a la vez, muchas personas con las que yo nunca había hablado sobre el tema vinieron a contarme qué plantas tenían o qué consumían. Antes no se les hubiera ocurrido porque no me ajusto al estereotipo social y, de hecho, no soy usuaria de cannabis.
¿Notás que hay más ganas de hablar en público sobre el cannabis?
Hay como un reconocimiento, un salir del closet. Se nota que hay una reivindicación y que se ve mucho menos como un problema. Toda la cosa moral está más corrida aunque igual depende de los ámbitos. Muchas personas piensan que el cannabis es algo que les hace bien, que les da felicidad y se sienten más libres de poder hablar porque antes no lo podían hacer o se sentían perseguidos.
Cuando tomó el caso de Adriana conoció al movimiento cannábico. “Iban activistas y organizaciones a verla. Me encontré con un nivel de ayuda increíble y me pregunté: “¿Estos son los drogadictos?, ¿me están cargando?”, era la gente más predispuesta que había visto en mi vida”, recuerda
Tanto con el cannabis, como en el feminismo, se ven grandes avances y al mismo tiempo nos encontramos con noticias como la violación en Palermo o las detenciones arbitrarias a usuarios y usuarias, ¿En qué momento pensás que estamos?
Son procesos de cambio y los procesos nunca son lineales, van y vienen. Ese es el asunto. Esto forma parte del juego de toda una ruptura de época y de pensamiento. Lo que pienso es que no estamos en momento de aflojar en nada porque no hay vuelta atrás.