Cuando tenemos plantas de genéticas diferentes, no podemos tratarlas a todas por igual, ya que sus características nos indican que pueden ser más aptas para un tipo de cultivo que otro.
Lo mismo ocurre con su ambientes y requerimientos nutricionales óptimos, que no son iguales. Por eso es necesario conocer el origen de las variedades.
Entonces es central prestar mucha atención a los detalles, que nos van a indicar si estamos ante una planta de predominancia sativa, que necesita mucha luz y pueden tolerar alta humedad, o bien ante una planta predominantemente índica, que tolera mejor el frío y la baja humedad.
En el medio de ellas, encontraremos los híbridos equilibrados, donde los rasgos se encuentran mezclados y, por lo tanto, menos definidos.
Reconocimiento en vegetativo
Las plantas de predominancia índica se destacan por sus foliolos anchos y cortos. Suelen tener pocas ramificaciones y no llegan a alcanzar gran tamaño.
Las plantas mayormente sativas se caracterizan por tener hojas con foliolos finos y largos. Son por lo general plantas alargadas que suelen ramificar mucho más que las predominantemente índicas.
Reconocimiento en floración
Las plantas de predominancia índica tienen la capacidad de engordar mucho sus cogollos y suelen estar separados. Con el avance de la floración los cogollos suelen volverse muy pesados por lo que es necesario tutorar. Producen mucha resina.
Las plantas de predominancia sativa, en cambio, tienen la capacidad de completar toda la rama de flores haciendo que sus cogollos sean de los más alargados, suelen ser aireados y estar llenos de pistilos.
Diferentes necesidades
Conociendo estas diferencias vamos a poder ajustar más nuestros cultivos. En ese sentido, las plantas de predominancia sativa suelen tener mayores requerimientos lumínicos y nutricionales que las índicas. Por otro lado, estas últimas suelen tener ciclos de cultivo más cortos que las primeras.