El cannabis, el curry y el mango comparten un aroma. Se trata del beta cariofileno, un terpeno que potencia la experiencia cannábica y podría ser una gran alternativa terapéutica.
En India, y gran parte de Asia, “curry” es una preparación gastronómica de carne o vegetales, arroz y salsa. Se trata de un término acuñado por los británicos durante la colonización india y que deriva de la palabra “kari” en tamil, que significa salsa.
En países occidentales con gran afluencia de inmigración asiática como Inglaterra, curry tiene este significado (curry de cordero o verduras, por ejemplo) pero también denomina a una combinación de especias varias utilizadas en la gastronomía asiática. Para los fundamentalistas pero también para los entendidos, los polvos de curry son el equivalente a los jugos concentrados para diluir.
Como si no bastara con la confusión, existe también el árbol de curry. Murraya koenigii es una especie tropical y subtropical, cuyas hojas son utilizadas medicinal y gastronómicamente.
En la antigüedad, las hojas del árbol de curry fueron utilizadas en las medicinas ayurvédicas o chinas para el tratamiento de trastornos como la diabetes, diarrea y desórdenes gastrointestinales. También poseen propiedades antibacterianas y antifúngicas y fueron usadas en bálsamos y ungüentos para afecciones de la piel.
¿Qué es el betacariofileno?
Pero hay un punto de unión entre todos estos conceptos: se trata del beta-cariofileno (BCP), un compuesto aromático presente en la pimienta, el café, la albahaca, el mango, el cannabis y, por supuesto, el curry. Sus propiedades medicinales son conocidas hace siglos y, con la inclusión del cannabis y otras plantas medicinales en la ciencia tradicional, su importancia cobra mayor relevancia.
Por su parte, el betacariofileno es un sesquiterpeno bicíclico cuya presencia en muchas variedades de cannabis brinda esos matices que recuerdan a tierra, maderas y especias, algo picante, ligeramente amargo y punzante.
Al tratarse de una de las sustancias aromáticas más comunes en varios tipos y familias de plantas, una de las hipótesis sobre su función y evolución natural está relacionada con un mecanismo de defensa: por un lado inhibe la alimentación de algunas clases de insectos herbívoros, incluso hormigas.
Por otro, atrae insectos depredadores del género Chrysopidae, de alimentación similar a las vaquitas de San Antonio (Coccinellidae). Producido en gran cantidad por las plantas de cannabis, en algunas variedades el cariofileno puede llegar al 25% del perfil completo de sustancias aromáticas. No es casual que sea el aroma utilizado por las fuerzas de seguridad para entrenar perros detectores.
¿Tiene efectos medicinales?
Se sabe que el cariofileno es el único terpeno que interactúa directamente con el grupo de receptores CB2, generando varios efectos interesantes, especialmente si se usa junto con cannabis, tanto en variedades que lo contengan como en una administración conjunta.
De acuerdo con un estudio publicado en 2014, la administración de betacariofileno en un grupo de ratones modificó patrones de conducta relacionados con la ansiedad y el estrés. En otro estudio del mismo año, también en ratones, el cariofileno administrado oralmente mostró eficacia como analgésico en modelos animales de dolor neuropático y también como modulador del dolor inflamatorio. La conclusión de los investigadores fue que la administración oral de cariofileno natural puede colaborar para el tratamiento de dolores crónicos y debilitantes.
Otro interesante estudio publicado en marzo de este año evaluó la combinación de CBD y cariofileno en modelos animales de isquemia producida por ACV, administrando las sustancias por separado y juntas. Los investigadores
descubrieron que la administración de BCP condujo a daños superficiales pero más amplios, mientras que tras la administración de CBD podía observarse un tipo de daño más profundo pero de menor extensión.
Administrados juntos, ambos compuestos redujeron con efectividad el total de áreas afectadas por infarto cerebral, lo que sugiere un potencial único en el ya conocido efecto séquito. Existe también evidencia sobre el potencial
terapéutico del BCP en modelos animales de parálisis motora y neuroinflamación provocada por esclerosis múltiple.
En 2017, investigadores brasileños utilizaron modelos murinos para evaluar los efectos de administrar betacariofileno a un modelo animal de esclerosis múltiple llamado encefalomielitis autoinmune experimental (EAE). De acuerdo a los resultados, el BCP puede mejorar los cuadros de EAE mediante la modulación de la producción de citoquinas proinflamatorias y prevenir la desmielinización, mostrando un potencial inédito para el desarrollo de nuevas terapias para la esclerosis múltiple.
Además de las propiedades ansiolíticas y analgésicas del BCP, existe un estudio que sugiere un potencial para reducir los usos problemáticos de sustancias como el alcohol. En 2014, científicos de los Emiratos Árabes realizaron una investigación en ratones habituados al alcohol para observar los efectos de la administración de BCP. En el estudio, este terpeno mostró una efectividad dosis-dependiente para reducir la ingesta voluntaria de alcohol.
También mostró eficacia para reducir el nivel de glucosa en sangre: en un estudio realizado con ratones en India, la administración oral de BCP redujo la glucosa en sangre y elevó los niveles de insulina plasmática casi a niveles normales en dosis de 200 mg por kg.
Como si fuera poco, el betacariofileno podría ayudar a combatir algunos tipos de cáncer. En un estudio realizado en Canadá, el BCP aumentó la actividad antitumoral de otro terpeno, el humuleno, al mismo tiempo que mejoró la absorción intracelular de fármacos usados en quimioterapia, haciendo que los tratamientos demuestren mayor efectividad. En otro estudio, el betacariofileno mostró potencial para inhibir el crecimiento de tumores y hasta eliminarlos.