Mientras nacía la Guerra contra las Drogas y la persecución a los usuarios y usuarias aumentó en todo el mundo, una agencia de inteligencia norteamericana investigaba el potencial bélico de las drogas en una de las páginas más increíbles de la historia: el proyecto MK-ULTRA. La idea: usar sustancias psicoactivas como armas.
Qué fue el proyecto MK-ULTRA
El proyecto MK-ULTRA fue un programa secreto llevado a cabo por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) con un fin bastante específico: desarrollar armas no convencionales.
Los medios fueron bastante flexibles: todo tipo de sustancias psicoactivas, aderezadas con torturas, privación sensorial y otros tipos de experimentos que rozan los bordes mismos de todos los principios que definen la humanidad.
Se cree que MK-ULTRA fue iniciado en 1950, en el albor de la Guerra Fría que enfrentó Estados Unidos contra Rusia, con el fin de conseguir sustancias que facilitaran los interrogatorios y modificaran el comportamiento. Al menos esa era su fachada más políticamente correcta.
En 1953 el programa ya tenía aprobación oficial y un director: el químico Sidney Gottlieb, que además estaba encargado de otro programa controversial de la CIA: asesinar a figuras incómodas como Fidel Castro. Gottlieb fue la mente detrás de ideas como envenenar los habanos que el líder cubano fumaba frecuentemente o suministrarle LSD para que delirara durante apariciones públicas y perdiera credibilidad.
Las primeras etapas fueron más inocentes. Se les administraba LSD o algún enteógeno a un grupo de soldados y se les requería una serie de ejercicios militares simples. Los investigadores controlaban el tiempo que demoraba la tropa en “quedar inutilizada” y los estrategas militares analizaban el impacto en la efectividad de las maniobras de guerra.
Por casi dos décadas el programa realizó varios otros cientos de investigaciones, es decir actos de tortura y suministración de psicoactivos sin el consentimiento de miles de personas, encuadradas en unas 150 ramas dependientes de MK-ULTRA.
Algunos de estos experimentos, generalmente los más inocentes, que involucraban mediums o hipnosis, llegaron a ser reportados por medios de comunicación de la época. Se dice que la divulgación de las investigaciones más exóticas fueron coberturas mediáticas para el desarrollo de técnicas y manuales de tortura que luego se difundieron en Latinoamérica y todo el mundo en instituciones como la conocida en aquel entonces como Escuela de Las Américas.
Qué drogas usaron en el proyecto MK-ULTRA
Entre los documentos secretos que se revelaron años más tarde, una lista comprendía las expectativas de las sustancias exploradas, con efectos como “confusión mental que impida cuestionar ordenes”.
Se pretendía descubrir sustancias que “suministradas en microdosis reduzcan la ambición y la eficiencia laboral”, aerosoles que provoquen “inconsciencia inmediata”, que ayuden a la hipnosis o que permitan soportar la tortura.
Todo esto combinado con técnicas de agotamiento y coerción física y mental como privación del sueño y el descanso, estimulación sexual, tortura con sonido y una extensa lista de prácticas apuntadas a diseñar una nueva etapa de guerra donde se pudiera someter ejércitos enteros con gotas de un químico o despertar agentes “dormidos” en cualquier parte del mundo con un simple comando.
Sustancias como el LSD tenían un potencial similar al de las armas biológicas: con solamente gramos se podía incapacitar millones de personas. Con el mismo peso de una bomba mediana pero en LSD alcanza para suministrar una dosis grande a toda la humanidad, varias veces.
En este sentido, no sólo Estados Unidos realizó investigaciones con alteradores de la percepción. En otros países como Inglaterra también se hicieron estos ensayos, aunque nunca con la extensión ni la sordidez que alcanzó MK-ULTRA.
Marihuana, anfetaminas de toda clase, opiáceos, escopolamina, psilocibina, LSD, bufotenina, mescalina, DMT, psicofármacos legales. Prácticamente todo el vademecum psicodélico conocido en aquel momento por la humanidad fue puesto a prueba para los turbios fines del proyecto MK-ULTRA.
Algunas sustancias como el LSD y la escopolamina fueron evaluadas con mayor profundidad en comparación a otras sustancias, pero eventualmente el LSD fue abandonado por la impredecibilidad de los efectos.
Quiénes participaron del proyecto MK-ULTRA
En un punto, el discurso detrás de la Guerra contra las drogas no mintió: durante un tiempo existía la real probabilidad de que alguien te drogara sin tu consentimiento, solo para ver qué pasaba. Y ese alguien eran empleados del gobierno de Estados Unidos.
Desde utilizar LSD en aerosol y rociar a personas al azar en el subte para luego seguirlas y observar la reacción hasta la fundación prostíbulos con ventanas de vidrios de visión unilateral, donde el trago de cortesía tenía una potente dosis de un combo de sustancias.
No siempre los participantes de los experimentos fueron voluntarios. En algunos casos se utilizaron a los internos e internas de institutos de salud mental o clínicas de rehabilitación, hospitales y universidades. Otros experimentos a través de instituciones financiadas veladamente por la misma CIA, que recibía la data de las investigaciones conducidas.
En este sentido el alcance del programa es incalculable: el viaje de Richard Gordon Wasson a la sierra mexicana donde conoció a María Sabina y reveló al mundo moderno el uso de los hongos mágicos fue financiado en parte por una de estas instituciones.
Diferentes figuras de la contracultura de los 60 y 70 pasaron por experimentos de MK-ULTRA disfrazados de honestas investigaciones universitarias o privadas: los casos del poeta Allen Ginsberg y el escritor Ken Kesey fueron comprobados por los documentos revelados cuando cerró el programa.
Hasta se dice que Ted Kaczynski, el activista anti industrialización y terrorista norteamericano bautizado Unabomber, participó en un brutal experimento psicológico relacionado a MK-ULTRA.
Cómo terminó el programa MK-ULTRA
Casi 20 años después de iniciado MK-ULTRA, en 1973, su director Sidney Gottlieb renunció a la CIA, mientras desde la dirección general de la Agencia ordenaron la destrucción de una enorme cantidad de documentación relacionada al programa y las actividades desarrolladas durante los años que Richard Helms dirigió la institución.
Un año después el diario New York Times publicó un extenso artículo refiriéndose a cientos de actividades ilegales que había realizado la CIA en suelo norteamericano y en el exterior, incluyendo el cálculo de unas 10.000 personas remuneradas por la Agencia por realizar diversas tareas de contraterrorismo e infiltración, algo para lo que la institución no poseía autorización gubernamental.
Si las altas esferas del gobierno estaban al tanto de las actividades del programa MK-ULTRA continúa en duda, lo que sí sabe es que los experimentos incluso violaban el Código de Núremberg, impulsado por los mismos norteamericanos luego del juicio a los jerarcas del régimen Nazi.
Lo que se sabe y se cuenta con evidencia del programa MK-ULTRA fue revelado gracias a las investigaciones de dos comisiones del Congreso de Estados Unidos y el aporte de un ex empleado de la CIA, que encontró los documentos, unas 20.000 páginas, archivadas erróneamente en una dependencia.
Por supuesto, no existió ninguna clase de penalidades para los dirigentes del programa o los partícipes necesarios, como las instituciones que tenían claro para quienes trabajaban, como tampoco indemnizaciones para las miles de víctimas.
Lo más paradójico, o quizás ejemplificador de la doble moral que siempre ronda a las sustancias ilícitas, es que a medida que disminuye la importancia del proyecto MK-ULTRA surge otro experimento con drogas que costó la vida y la libertad esta vez de millones de personas: la guerra contra las drogas, impulsada a todo el mundo con la Convención sobre sustancias psicoactivas de la ONU en 1971.
Algunos de los documentos desclasificados por la CIA pueden leerse aquí.