Desde la revolución industrial en el siglo XVIII, cuando las grandes urbes comenzaron a volverse insalubres y sobrepobladas, los entornos naturales cobraron mayor relevancia como espacios saludables. Un estudio publicado este año confirmó que pasar tiempo en espacios naturales puede ayudar al bienestar mental y emocional.
Uno de los efectos más investigados sobre la pandemia de COVID-19 fueron los impactos de las medidas de aislamiento sanitario que se dieron en todo el mundo. Ansiedad, depresión y estrés fueron los efectos más reportados.
De acuerdo a un reciente estudio, el tiempo que pasamos en la naturaleza tiene una relación directa con nuestro bienestar psicológico y emocional. Con los datos de más de 20.000 adultos estadounidenses que participaron de la encuesta U.S. Kaiser Permanent Research Bank y un seguimiento de tres meses, los investigadores notaron que los mayores índices de depresión y ansiedad se dieron en las personas que justamente pasaron menos tiempo afuera de sus hogares, realizando actividad física o paseando por la naturaleza.
Otro estudio publicado en febrero de este año y realizado por la universidad de Harvard también analizó el impacto que tiene la reducción del tiempo que pasamos en la naturaleza para nuestra salud mental y bienestar físico. De acuerdo a los resultados, las personas que percibieron un mayor aislamiento de los espacios naturales también experimentaron una disminución significativa de su sensación de bienestar.
Pasar 2 horas semanales en un entorno natural aumenta exponencialmente las probabilidades de reportar sensaciones de buena salud y un estado emocional satisfactorio: un 23% en el caso del bienestar general y hasta 59% en el caso de la salud física.
El estudio, publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health además concluyó en la importante necesidad de contar con espacios naturales como una opción fundamental en los planeamientos urbanos, como una variable que influye a contrarrestar síntomas de malestar emocional y aislamiento social.
La dosis justa
Antes de que la necesidad de pasar tiempo al aire libre se hiciera extremadamente notable durante los períodos de distanciamiento social obligatorio, científicos de la universidad inglesa de Exeter calcularon la cantidad de tiempo que una persona debería pasar en la naturaleza para apreciar efectos positivos para la salud mental.
Según el estudio, publicado en 2019 y que analizó las respuestas de casi 20 mil personas, pasar apenas 2 horas semanales en un entorno natural aumenta exponencialmente las probabilidades de reportar sensaciones de buena salud y un estado emocional satisfactorio: un 23% en el caso del bienestar general y hasta 59% en el caso de la salud física.
El punto interesante es que las asociaciones positivas alcanzaron un pico entre los 200 a 300 minutos por semana, sin que un aumento en la cantidad de tiempo conduzca directamente a mayores sensaciones de bienestar.
Al mismo tiempo, no existieron diferencias en la manera en que se computaba el tiempo dedicado a la naturaleza: desde varias salidas cortas a una extensa, todas tuvieron el mismo resultado, en todos los grupos etarios y en personas sanas o con patologías crónicas.
Estos resultados llevaron a los investigadores a concluir no sólo en la necesidad de ampliar los estudios sobre la incidencia de los espacios naturales y el bienestar sino también aventuraron la posibilidad de delinear una cantidad de tiempo sugerida con resultados concretos, como sucede por ejemplo con la actividad física y la prevención de enfermedades cardiovasculares.
Una cuestión de empatía
Pasar tiempo en la naturaleza no solo reportó beneficios para la salud general de las personas. Además de analizar los efectos en los humanos, algunos estudios evaluaron que sucede con la percepción de la naturaleza y el medio ambiente cuando son consideradas áreas de descanso y quizás “terapéuticas”.
De acuerdo con un estudio publicado en julio de este año, el crecimiento de las urbanizaciones, los hábitos sociales y la dependencia a las pantallas contribuyó a un distanciamiento físico y emocional de los ambientes naturales, reduciendo la percepción sobre su importancia.
A su vez este efecto conduce a reducir los hábitos de cuidado del medio ambiente, como el reciclado o la reducción del uso de energía, hábitos con consecuencias directas en la manera en que abordamos la presente crisis ecológica.
Los investigadores sugirieron que es necesario investigar la influencia del tiempo pasado en espacios naturales en la percepción del cuidado del medio ambiente: de acuerdo a los resultados de varios estudios analizados, independientemente de las condiciones ambientales de los lugares visitados, pasar tiempo en la naturaleza aumenta la percepción de su valor y por lo tanto facilita los cambios de hábitos.