En el año 1991 una conocida banda argentina de rock editó un tema llamado “Rock del pedazo”, que llegó a vender 250.000 discos y se convirtió en una pieza fundamental en la obra de dicha banda. El “pedazo”, vale aclarar, es una poco poética referencia a la marihuana prensada proveniente de Paraguay.
El tema no solamente describe una situación típica de las vicisitudes del mercado ilícito (cantada en primera persona, habla de una transacción fallida donde el protagonista es estafado) sino que además se trata de una de las canciones más populares dedicadas a un bloquecito maloliente y de color oscuro conocido en todo Sudamérica como prensado o, despectivamente, “paraguayo”.
No es un caso aislado. Un tema de otra banda, situado en la temporada estival de 1992 y enmarcado en el contexto estacional de una supuesta y mítica migración de la marihuana prensada a la costa atlántica, también alcanzó millones de reproducciones en radio y televisión.
La ecuación “música latinoamericana dedicada a la marihuana registrada entre 1980 y 2000” arroja cientos de resultados, lo que confirma dos cosas: primero, las odas al cannabis siempre encuentran oídos donde resonar y segundo, aún convertida en un material más parecido a un sustrato que a un cogollo, la marihuana es capaz de inspirar los sentimientos más profundos de amor y agradecimiento.
La piedra filosofal
No existe una versión oficial o al menos históricamente confirmada sobre la llegada del cannabis a Paraguay. De acuerdo a lo que indica la genética, puede ser tanto descendiente de las sativas colombianas como de las brasileñas, introducidas por esclavos africanos o cáñamo sembrado en 1555 durante la conquista española, que expuesto a un clima tropical se convirtió en una variedad psicoactiva.
Sí existe una referencia al uso medicinal del cannabis, importado desde Europa. En 1846, el médico francés Pedro Barbé envió un pedido directo al presidente paraguayo Carlos Antonio López para ejercer su profesión. En la lista de sustancias de uso médico que Barbé declara, figura el “canavis” (sic).
La historia del Estado paraguayo, según la Secretaría Nacional Antidrogas (SENAD), afirma que el cultivo para exportación al mercado ilícito comenzó en la década de 1960 y se consolidó en los siguientes veinte años. Pero la planta ya estaba ahí.
La historia del oficial del Estado paraguayo afirma que el cultivo para exportación al mercado ilícito comenzó en la década de 1960 y se consolidó en los siguientes veinte años. Pero la planta ya estaba ahí.
En Wikileaks -donde se revela información clasificada de gobiernos, servicios de inteligencia y embajadas- pueden encontrarse algunas cifras estimadas por embajada de Estados Unidos en Asunción, cifras que eran reportadas a la Secretaría de Estado en Washington DC.
Según el informe enviado desde Asunción a la capital estadounidense en enero de 1975, en la región este de Paraguay se producían 10 a 20 toneladas anuales que se exportaban mayoritariamente a Brasil y Argentina.
Para julio de ese mismo año, según “fuentes de inteligencia” el mismo organismo afirmó que “60 toneladas de marihuana son exportadas por mes, vía tierra y aire, solamente a Brasil”.
Zonas de cultivo y prensado
Las mayores superficies de cultivo clandestino de marihuana paraguaya se encuentran en los departamentos de San Pedro y Amambay, donde se encuentra la mítica localidad de Pedro Juan Caballero, casi una sello de origen del cannabis guaraní.
Eso dos departamentos concentran una enorme cantidad de mano de obra compuesta por familias de origen rural que recurren a la siembra de marihuana por los mayores réditos en comparación a los cultivos legales como la mandioca o la yerba mate.
Las plantaciones, escondidas en áreas remotas de selva y monte en campos privados o tierras fiscales, funcionan como un precario buque factoría anclado a la fértil tierra colorada: se siembra, se cosecha, se prensa y se despacha a la cadena de venta. Si es necesario, se cambia de área en horas.
Las plantaciones, escondidas en áreas remotas de selva, funcionan como un precario buque factoría anclado a la fértil tierra colorada: se siembra, se cosecha, se prensa y se despacha a la cadena de venta. Si es necesario, se cambia de área en horas.
Las prensas se fabrican en minutos, usando troncos de árboles y gatos hidráulicos. La cosecha se seca al sol, lo que degrada muchos compuestos activos. A veces el secado apenas se realiza. Por otra parte, se introducen en la prensa tanto plantas macho como hembra, sin manicurar.
El resultado son los conocidos ladrillos. La materia vegetal se ve generalmente amarronada con un punzante olor a amoníaco y un sabor indistinguible. Es el resultado que se obtiene al privar de oxígeno materia vegetal húmeda.
Como extra, puede contener hongos del género Aspergillus, que pueden causar daños a la salud. También tiene semillas, ramas pequeñas y una excesiva cantidad de hojas, producto de la falta de manicurado.
Los ladrillos fueron el formato obligado para transportar el cannabis paraguayo en la ilegalidad. A veces el secado apenas se realiza y no se separan hembras de machos. Su periplo puede durar meses antes de llegar a quien lo fuma
No son raros los hallazgos de insectos, piedras y cualquier tipo de adulterante si en medio del camino se encontró con alguien que decidió “estirar” el rendimiento.
En gran medida exportada a Brasil, Argentina, Chile y Uruguay, la marihuana paraguaya, convertida en esos bloques compactos forrados en plástico, inicia un periplo donde puede tardar meses en llegar a quien la fuma.
Este formato no fue una decisión de los productores sino una consecuencia directa de la prohibición. Reducir el volumen para maximizar la ganancia sacrificando literalmente todas las propiedades de la planta: sabores, aromas y efectos.
El tesoro de los ladrillos
Si bien en los países tradicionalmente abastecidos de marihuana prensada se cultiva domésticamente desde la década de 1970, la verdadera revolución del autocultivo llegó recién en los albores del siglo XXI, con la popularización de internet y la difusión información sobre el cultivo.
El mercado ilícito y su inherente imprevisibilidad en cuanto a la satisfacción de la demanda contribuyó a un movimiento que creció exponencialmente con cada período de “sequía” como se le llamaba a la escasez de marihuana prensada.
En ese proceso hacia el desarrollo del cultivo casero, el ladrillo prensado cumplió un rol inesperado: ser el paquete en el que se desparramaron semillas de cannabis por todo el continente.
Aplastadas o enmohecidas, con un ratio de germinación bastante bajo, las semillas del prensado fueron el origen del movimiento cultivador sudamericano.
Con el tiempo, junto con un pequeño porcentaje de genéticas importadas por pioneros, en épocas donde pocos bancos internacionales de genéticas se arriesgaban a enviar semillas por correo, conformaron la fuente originaria de muchos cultivos.
Así aprendimos que de aquellos espantosos bloques marrones surgían esbeltas plantas sativas de gran distancia internodal, hojas delgadas de un color verde claro y cogollos alargados de pistilos naranjas.
Junto con un pequeño porcentaje de genéticas importadas por pioneros, las plantas paraguayas salidas de las semillas que venían en el prensado conformaron la fuente originaria de muchos cultivos
Adaptadas a generaciones y generaciones de crecer en exterior y en suelo, poseían un abundante apetito capaz de colonizar macetas enormes en pocas semanas o superar los tres metros de altura.
Inestables y en muchos casos con tendencia al hermafroditismo (que es después de todo una eficiente cualidad de adaptación y supervivencia) las sativas paraguayas poseían en general un aroma ligeramente cítrico y un sabor a maderas con tonos frutales.
Las floraciones eran desesperadamente largas: algunos fenotipos podían llegar a los 3 meses y medio.
No se trataba de una variedad con un profundo y metódico trabajo de selección detrás sino más bien de algo parecido a una landrace aprovechada por el mercado ilícito generado por la prohibición.
Aún así creó un fenómeno que sentó las bases de la cultura cannábica actual, viajando cientos de kilómetros en cogollos medio podridos.
Algunas variedades míticas, orígenes de prensados denominados por ejemplo Pedro Juan (por la zona homónima donde se producía) se volvieron sinónimo de calidad. Pero sembrar prensado era una aventura que pocas personas se animaban a emprender, no sólo por las dificultades propias de un cultivo desconocido, sino también por la enorme persecución.
“Cuando vi que venían semillas pensé, de acá tengo que sacar porro”, cuenta Matías Faray, activista histórico argentino que dio sus primeros pasos rescatando semillas del prensado. “Arranqué a germinar como en el cole y vi que con estas semis era más fácil. Cuando salieron las primeras hojas aserradas me sentí el Dr. Frankenstein, acababa de darle vida a una planta que me acompañaría siempre a partir de ahí”.
“Así unos pares, hasta que blanquee con mi vieja y ella me plantó una en macetita, hizo plantín y después a pacha. Ahí recién la conocí en todo su esplendor, mi primera experiencia completa”, recuerda Matías de sus primeras experiencias hace más de 15 años. “De esas plantas tengo los mejores recuerdos, dulce, humo espeso, muy pegador”.
El ave fénix
Pero la verdadera esencia de la genética paraguaya comenzó a perderse en los años 90 con la introducción en los cultivos clandestinos de variedades provenientes de Europa y Estados Unidos, que amparadas por la premisa de mejorar la calidad de las flores, acortar la floración y generar cosechas más rendidoras, diluyeron progresivamente aquella noble landrace. Nacieron las “pinito” o “mentaí”, variedades con menor predominancia sativa.
Algo similar sucedió entre las personas que eligieron cultivar en sus hogares. La popularización del autocultivo generó una mayor accesibilidad a semillas de calidad, más previsibles, con distintas características, potencias y perfiles de aromas y sabores.
Relegada a una opción para principiantes o personas aisladas de otros cultivadores y cultivadoras, las semillas del prensado, de aquella planta que despertó un movimiento cultural, comenzaron a desaparecer del mapa.
Argentino, organizador de la Copa Cannabica Del Plata, el evento de cata más grande de Sudamérica, mostró a THC en el año 2008 lo significativo del avance de las genéticas híbridas contra las clásicas sativas del prensado: “En cuatro años pasamos de tener un 50% de muestras sin nombre o con nombres inventados (debido a la gran cantidad de semillas sacadas del prensado), a solo un 25% de muestras con esa genética supuestamente desconocida.”
Sin embargo, la historia cannábica pide poco a poco una revisión de estas maravillosas y salvajes plantas. No sería justo olvida que con las semillas del prensado también se alejaron los tiempos en que obligadamente la marihuana tenía olor a alfombra quemada y forma de baldosa.
Hoy en los indoors y en los jardines crecen miles de nuevas variedades. Definitivamente los tiempos cambiaron y cambiarán y un contexto legal más favorable para cultivar nacerá de una larga lucha.
Quizás llegado ese ansiado momento, como una vez renació de cogollos ultrajados para enseñarnos que la magia del cannabis se esconde en una flor hermosa y no en un cuadrado desabrido, el cannabis del Paraguay vuelva en su mejor versión.
Llegarán los tiempos de revalorizar las variedades nativas. Se lo debemos porque en definitiva, ni convertida en piedra nos negó su ternura.