Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Electrónica tribal: guía para escuchar Sudaka de Ramiro Musotto

Ramiro Musotto fue un músico argentino que llegó a convertirse en uno de los percusionistas más destacados de Brasil. Modernizó el uso del berimbau, instrumento tradicional de la capoeira. Y generó una unión única entre la música de base ritual y la electrónica. Este año se cumplen 20 años desde que se publicó su disco Sudaka, Fue el 21 de octubre de 2003, en el sello norteamericano Fast Horse. En Argentina saldría en 2004 por el sello Los Años Luz

En su debut solista, Musotto logró plasmar toda la experiencia ganada al grabar percusiones o hacer programaciones electrónicas para los artistas más destacados de la música popular brasilera, de Caetano Veloso o Gal Costa, a Daniela Mercury o Marisa Monte. Y transmitía en ese disco todas sus investigaciones rítmicas, en 10 paisajes sonoros que él mismo recomendaba escuchar con auriculares. 

Así se aprecia mejor la extrema pericia técnica con que el músico se propuso hacer un álbum que bien puede rendirle tributo a la mejor tradición de los álbumes psicodélicos. Porque los viajes sensoriales integrales que propone Sudaka pueden bailarse con el cuerpo, pero generan una verdadera fiesta para las neuronas. Y, además, fortifican filosófica y estéticamente, la conciencia social en relación a las riquezas culturales de nuestro continente.

Bitácora detallada

En un excitante inicio electrónico, la música Caminho hace volar una proclama concientizadora de la identidad negra sobre un mar de berimbaus afinadísimos. Un kick hipnótico va haciéndose presente de a poco. Y pronto comprendemos que hay más capas, las teclas climáticas del músico Sacha Amback, más todo tipo de percusiones. Sobre el sampleo de la voz del compositor y cantante Buzziga, tomada del disco Canto Negro del bloco afro bahiano Ilé Ayé, pasa de todo. Y la mente lo recibe como una celebración. La letra infunde fuerza para reivindicar la identidad de la raza negra de Bahía. Y el mensaje se transmite con un sabroso cóctel sonoro.

Sin pausa alguna, Ginga llega con la guitarra de Laucha Iencenella regalando una sensual melodía danzante, inspirada en el grupo Harmonía do Samba- Las capas siguen siendo múltiples, se combina samba do reconcabo con drum´n bass. La voz de Buzziga ahora está al revés y se convierte en otra melodía. Los berimbaus afinados tienen una energía y seducción que la mente sólo recuerda haber escuchado sonidos de esa clase en las más psicodélicas guitarras eléctricas alguna vez grabadas. 

Raio, el próximo track, es un homenaje al orixá Xangó. En la introducción, tocada en un octapad, Musotto empieza un ritmo suave, que va modificando su estructura y su velocidad. Se suman guitarras de Julio Ciego Moreno. Y programaciones rítmicas, teclados y berimbaus de Ramiro inspirados en el ritmo lambada. La mente se entrega a un viaje de intensidad creciente, que progresivamente regresa a la calma inicial. 

En Botellero, uno de los hits musotteanos, una grabación del pregón de Oscar Mosconi, un botellero de Bahía  Blanca se convierte en una música  absolutamente bailable.  Pero son tantos los aconteceres sonoros, que la mente disfruta la estridencia. Los clarinetes distorsionados de Jorge Continentino, las teclas de Henrique Portugal, el bajo y guitarra de Iencenella, más las voces armonizadoras de Alejandro Weiner, se suman al juego rítmico dance. 

Un sampler de pigmeos del Congo, nos llevan a la selva. Musotto pone un kick con el que vuelve más comprensible sensorialmente su poliritmia Y agrega percusiones provenientes del candomblé, en una unión que se basa en coincidencias rítmicas que el músico encontró entre ambos mundos. Aquí, Espiga de la Loza aporta teclados, mientras Ramiro graba todas las percusiones y suma más capas de teclas. 

Lo que sigue es un universo en sí mismo. Un sampler de la película Dios y el diablo en la tierra del sol, del mítico cineasta Glauber Rocha, nos conduce al nordeste brasileño en Antonio das Mortes. Se trata de una historia de bandoleros rurales justicieros. Y tiene al gran saxofonista Gato Barbieri como estrella, en un solo frenético con su típica libertad tonal. Tal vez sea este uno de los más bellos tracks del disco, con el ropaje sonoro electrónico étnico folclórico que incluye la guitarra hawaiana de Christian Oyens, la ebow guitar de Lulú Santos y el bajo de Lelo Zanetti.

En Ijexá, Musotto samplea a Camafeu de Oxossi, un ejecutante histórico de berimbau. Y sobre su instrumento y su voz construye una pintura de la riqueza ritmica afrobrasilera. Aquí Musotto combina toques rítmicos de la música religiosa afro con sus derivaciones profanas, ligadas al carnaval y las agrupaciones afro llamados blocos de afoxé.

En Xavantes, una grabación de niños de una aldea xavante de Mato Grosso es la base de un tema de pulso hipnótico. El bajo de Lelo Zanetti, el moog de Alex de Souza y las programaciones de Musotto, generan una mezcla única entre pueblos originarios y cultura de base afro.

En Torcazas neuquinas, Musotto hace una imitación electrónica percusiva del canto de torcazas que escuchó en Neuquén. En las aves cantando juntas observó un comportamiento rítmico de gran complejidad y riqueza, que lo llevó a componer esta música. Está dedicada a Biafra Gimenez, uno de sus grandes maestros musicales. Y es una especie de tratado matemático musical. Musotto, además de las programaciones, toca aquí caja chayera y silbatos propios de la música brasilera. 

Para terminar el recorrido, el último track lo tiene nuevamente solo a Musotto. Síntesis de las síntesis, junta aquí tradición y modernidad. La danza del tezcatlipoca rojo, nació cuando tocaba percusión y programaba baterías electrónicas en la banda de Lulú Santos, una estrella pop brasileña. Al tener un momento del show donde tocaba sólo berimbau para grandes multitudes, fue componiendo en vivo esta música. Con toques  específicos de capoeira y otros inspirados en la libertad improvisatoria de Naná Vasconcelos, la base electrónica que enmarca el juego virtuoso de Musotto es el drum´n bass. De muchos modos, este final del viaje, nos deja con la sensación de que lo más diverso puede unirse con armonía. Y que, a veces, nada termina siendo tan moderno como algunas viejas tradiciones que enmarcan nuestras exploraciones aventureras.