“Ayer fuimos víctimas del mismo tornado que azotó nuestra ciudad y las consecuencias fueron peores que cualquiera de nuestros pronósticos”, arranca el posteo que los integrantes de Cannabis Patagónico emitieron desde Bahía Blanca, “a modo de catarsis”, en su cuenta de Instagram.
Así lo explica Francisco Mora, Ingeniero Agrónomo, docente de la Universidad Nacional del Sur -donde tiene una cátedra de producción industrial de cannabis- y profesional de apoyo del CONICET, donde lleva adelante un laboratorio de cultivo.
La historia de Cannabis Patagónico está, de alguna manera, ligada a la suya: “En 2017 hice una maestría en meteorología agrícola donde estudié el cannabis y su relación con el medio ambiente, específicamente su relación con el clima. Desde entonces estoy trabajando profesionalmente con el cannabis. En el 2021 formamos esta empresa familiar con dos de mis hermanos y mi padre”, cuenta.
Primero se conformaron como fitomejoradores y lograron una de las primeras nueve genéticas registradas, recibiendo uno de los primeros títulos de propiedad que el INASE entregó en la Expo Cannabis de 2022.
“Ahora están próximos a salir dos registros más, que están en evaluación. Paralelamente, con el desarrollo del REPROCANN y las posibilidades que otorga, fundamos nuestra propia ONG, Tierra de Llamas Cannabis Club. Justo estábamos a punto de abrir la asociación y nos pasa esto”, se lamenta Mora.
Qué se llevó el viento
Son casi mil plantas, entre madres y esquejes, las que se perdieron con las ráfagas de unos 180 kilómetros por hora: lograron salvar apenas unas cincuenta, pero todavía no regresó el servicio eléctrico están sin luz. “A esta altura todo es una incógnita. No sabemos cuándo ni cómo nos vamos a reponer”, explican.
No quedó nada del invernadero de 500 metros cuadrados, totalmente aplastado, ni de los sistemas de ventilación forzada, los equipos de aire acondicionado, los 400 metros de alambrado olímpico ni las toneladas de sustrato de las plantas que no pudieron salvarse, los insumos agrícolas y cientos de árboles.
“Nos hemos encontrado con un Cannabis Patagónico devastado. Hemos perdido años de trabajo e inversiones millonarias, sin contar los más de 400 árboles que adornaban el paisaje en el campo. Los daños edilicios: un tinglado de 200 metros cuadrados que se voló y un silo que corrió la misma suerte”. El invernadero tenía un potencial de producción de 45mil esquejes por mes.
Las ráfagas de viento de más de 180 km por hora que golpearon Bahía Blanca arrasaron el invernadero de 500 metros cuadrados, los sistemas de ventilación forzada, los equipos de aire acondicionado, los 400 metros de alambrado olímpico y las toneladas de sustrato para las plantas
Mora dice que pasaron de la tristeza a la catarsis en redes sociales, y de ahí a la resiliencia. Los mensajes de apoyo recibidos los empujan a ponerse de pie otra vez, y se organizan por estas horas jornadas solidarias de vecinos para levantar los tinglados y los árboles caídos.
“Veníamos invirtiendo muchísimo en esto, en el desarrollo de esta industria”, cuenta, y dice que lo único que quieren es seguir trabajando.
Ayuda comunitaria
Desde Cannabis Patagónico piden ayuda a la comunidad cannábica: mientras organizan un crowdfunding, todo aquel que quiera y pueda aportar insumos o equipos no dude en contactarlos. Pueden hacerlo a través de su cuenta en Instagram.
La asociación civil ARCANN, por ejemplo, ya les donó una gran cantidad de bioestimulantes y fertilizantes. “Además hemos recibido una catarata de buena onda, muchísima fuerza nos han enviado, y llegó”, cuanta Mora.
De hecho, en estos días se está organizando una minga en la que amigos y conocidos van a reunirse para ayudar en la reconstrucción.
“Estamos yendo todos los días al campo de sol a sol, toda la familia, a desarmar el invernadero de a poco. Y a empezar a recuperar espacio”, cierra.