Cecilia y Álvaro derribaron sus tabúes sobre la planta de cannabis para tratar Asperger, una condición de salud que tiene su hijo Martín. Ahora, la familia quiere ser cultivadora solidaria para otras personas.
¿Cuál es el diagnóstico de Martín?
Asperger. Una vez, cuando iba a la primaria, una maestra nos dijo que en una clase se había dado una situación que le llamó la atención. Ella estaba pidiendo silencio, los chicos no hacían caso y él se levantó y les gritó: “¡¿No están escuchando?!”. Parecía menor, pero gracias a esa docente empezamos con una consulta. Recorrimos muchísimos
profesionales. Martín no tenía problemas en su inteligencia. De hecho, a los 8 años había llegado a ver la teoría del agua con una velocidad impresionante. Pero sí había un tema de organización: no podía completar la carpeta y la letra era prácticamente ilegible. El diagnóstico era claro: nos lo marcaban los chasquidos con las manos. La entrevista donde nos lo informaron fue difícil. Yo salí con mucha culpa porque no me había dado cuenta en ningún momento.
¿Tuvieron que hacer algún cambio en la vida cotidiana de Martín?
Sí, junto a una psiquiatra lo cambiamos de escuela cuando tenía que comenzar el secundario. Los equipos médicos también fueron cambiando con los años.
Cannabis para tratar Asperger
¿Cómo llegó el cannabis a formar parte del tratamiento de Martín?
Hace muy poco tiempo en realidad. Una amiga me comentó que había un doctor llamado Morante que trabajaba con cannabis para otras patologías. Un día le pregunté a mi marido, Álvaro, si podía pasar por el instituto donde él trabajaba. Lo hizo y la secretaria le dio el celular. Cuando lo llamamos, nos pasó el contacto de un pediatra de Capital. Ella nos pidió una historia clínica de Martín y nos derivó a una psiquiatra. En el medio, estábamos con una psicóloga que nos ayudó un montón a plantear la terapia desde otro punto de vista y nos dio herramientas para comprender la condición, pero no aceptaba el cannabis medicinal. Entonces, la psiquiatra de Capital nos puso en contacto con otra profesional. Es todo una gran red.
¿Notaron cambios?
Al segundo día del aceite, Martín durmió de corrido y bien. Eso hizo que al poco tiempo su letra fuera otra. Su vida social empezó a ser más activa, te diría que ahora es más linda que la mía o la del padre. Siempre habíamos estado preocupados para que se hiciera un amigo y a su grupo lo consiguió él. El cannabis le dio mucho registro, que
es lo que le faltaba. Está presente y puede resolver lo que sea. Eso es algo que nada se lo había dado. También ayudó a que él escuche y acepte. Le pasan cosas como a cualquier chico, pero hoy tiene el alta de la terapia psicológica.
¿Tuvieron dificultades para acceder al aceite de cannabis?
No, porque lo podíamos comprar, y fue una sorpresa enorme porque si bien sabía que mucha gente consumía, para mí era un tema tabú. Empezamos con Epifractan y lo traíamos de Uruguay. Pero en un momento empezó a haber problemas y no llegaba. El 9 de marzo del 2020 viajé a buscarlo y lo traje de una farmacia de Maldonado. Estaba todo medio raro porque se avecinaba la pandemia. Esa fue la última vez que compramos así y después nos contactamos “Cultivo en familia”. Al día de hoy Martín está con ese producto, que también viene de Uruguay. De esta forma, nosotros nos sentimos seguros.
¿Pensaste alguna vez en cultivar y producir tu propio aceite?
Lo pensé durante la pandemia. De hecho me embalé, pero las plantas tuvieron contaminación lumínica. Estuvimos en la Expo Cannabis y compré el libro Cannabis Medicinal. La guía completa que tiene mucha información clara que me da tranquilidad y me ayudó a confirmar que en algún momento lo tengo que hacer. Me encantaría poder transmitirle ese aprendizaje a Martín, si es que él decide, cuando sea mayor de edad, seguir tomando. Va a ser una decisión de él. Ya casi te diría que estaría en condiciones de decírnoslo.
Decías que para vos era un tema tabú, ¿no conocías a nadie que usar aceite?
Sí, mi papá, que tiene osteoporosis en los huesos y en la médula. Él vive en Pirovano, en el partido de Bolívar. Cuando supe, pensé que si lo ayudaba estaba bueno. Me contó que el aceite lo ayudó a poder dormir. Pero en ese momento yo no había prestado demasiado atención. También había tomado una tía, que tuvo cáncer y ya falleció, y
un tío. Ellos fueron los primeros, pero lo contaban por lo bajo, con miedo. Era como un secreto aunque el médico del pueblo los acompañaba. Ahora ya no es un secreto porque estamos empezando a hablar.
¿Hablaron con Martín sobre el tabú?
En su momento, la médica que vimos en Capital y la psicóloga fueron muy claras con él. Y Martín confía en lo que nosotros hacemos. De hecho, en una clase de Biología virtual estaban hablando de los sistemas del cuerpo, de su funcionamiento y de medicación. Él interrumpió y dijo: “Profe, usted se está olvidando del cannabis medicinal”.
Los amigos saben de su diagnóstico y del aceite. En la escuela también. Pero no ha sido necesario hablar nada, nadie ha sido curioso ni ha tenido ningún tipo de rechazo. Además, él se siente con la libertad de decirlo abiertamente
porque para nosotros, en casa, es medicina.
¿Se inscribieron en el Reprocann?
Me voy despertando a medida que avanzo. Ahora me di cuenta que debería iniciar el trámite como cultivadora porque yo no voy a parar hasta que no logre producir el aceite. Tengo que encontrar la semilla adecuada, tener un poco más de confianza y, quizás, volver a hablar con el neurólogo. Quisiera cultivar no solamente para nosotros sino
también para producir de manera solidaria.