Pocos músicos influyeron la historia del rock como Syd Barrett. Su efímera y caótica participación con Pink Floyd a finales de la década de 1960 sentó las bases de un nuevo estilo musical y preparó el terreno para el disco que consolidó a Pink Floyd como una banda psicodélica: el éxito de 1973, Dark side of the Moon.
Nacido como Roger Keith Barrett en 1946, conoció a sus compañeros de banda en la escuela de arte de Cambridge y, al igual que muchas bandas de su época, nació Pink Floyd.
La historia oficial dice que el nombre es la combinación de dos músicos famosos de blues, la historia que contó Barrett dice que se lo susurró un OVNI mientras paseaba por el bosque.
En sus comienzos el sonido de Pink Floyd no se alejaba de la mezcla usual de folk y rock de la época, pero la influencia de la música clásica, los psicodélicos y la personalidad extraña de Barrett fundaron una propuesta totalmente diferente a las bandas de camisa y corbata que poblaban el circuito musical inglés.
Un dato: cuando firmaron con la discográfica EMI y empezaron a grabar singles en 1965, los Beatles aún no habían dejado el flequillo y la corbata.
El único disco de Syd Barrett con Pink Floyd, The pipers at the gates of dawn, contiene todos los elementos que luego se volvieron un fundamento de la estética sonora de la música psicodélica.
Syd llevó a Pink Floyd a inventar el sonido psicodélico: máquinas de eco, distorsión, acoples y letras las experiencias trascendentales de unos hippies ingleses que se despertaban de un mundo en blanco y negro
Hay máquinas de eco, distorsión, acoples, letras sobre mundos mágicos y experiencias trascendentales, mitología medieval mezclada con hippies ingleses que descubrían el color en un mundo, todavía, blanco y negro.
Pink Floyd con Barrett a la cabeza, tuvo además su propia versión de la experiencia visionaria. En un momento donde la paz, la iluminación y el amor eran la premisa que sostenía toda la revolución psicodélica, los paisajes de Barrett dejaban un sabor metálico, eran como un manchón que se extiende desde un ángulo de la vista y espera pacientemente para oscurecer el resto de la experiencia.
En esas turbias fantasías también se escondían sin duda los reflejos de su interior, su historia familiar y sus propios debates entre el más acá y el más allá que siempre lo obsesionaron.
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Usualmente se sostiene que su efímero genio fue alimentado por los psicodélicos y que fueron estos los que lo condujeron a un retiro temprano.
La recepción del público de The piper at the gates of dawn generó nuevas oportunidades para Pink Floyd, que se consolidó como una banda exitosa y comenzó a recorrer el mundo. Algo difícil de hacer con Syd, que se pasaba días enteros sin querer salir de su habitación.
Cuando lograban convencerlo de subirse al escenario, las enormes dosis de LSD que se usaban en la época tampoco ayudaban: Barrett quedaba absorto en un rincón y tocaba apenas un par de notas durante todo el show.
En un famoso recital en el boliche Fillmore de San Francisco, Estados Unidos, Barrett desafinó lenta y deliberadamente su guitarra mientras tocaban el clásico psicodélico Interstellar Overdrive. La gente nunca se dio cuenta, pero para la banda fue una de las gotas que rebalsó el vaso.
Syd quedó atrapado entre el desconocimiento sobre el uso de psicodélicos, la fascinación evidente que le producían y sus problemas de salud mental.
En 1968 Pink Floyd anunció oficialmente a David Gilmour como reemplazante de Barrett. Habían probado reemplazarlo en vivo y dejarlo en las grabaciones en estudio, pero las composiciones de Barrett eran tan caóticas o cambiaban tanto con los arreglos que finalmente decidieron dejarlo ir.
Pero recordemos que en los años 60s el mundo occidental moderno y supuestamente racional se encontraba redescubriendo los enteógenos: había poca información y su prohibición estaba a la vuelta de la esquina.
Lo cierto es que Syd quedó atrapado entre el desconocimiento sobre el uso de psicodélicos, la fascinación evidente que le producían y sus problemas de salud mental.
Alejado de la vida pública desde los 70, Syd Barrett murió en 2006 a los 60 años. Nunca volvió a tocar con Pink Floyd y dejó dos discos llamados The madcap laughs y Barrett.
Muchos eligen describirlo como una estrella fugaz que brilla y se agota. Quizás fue más sutil e invisible: como una enzima, catalizó una reacción y desapareció para siempre.