Las mujeres son protagonistas de la historia cannábica. En los últimos años fueron ellas quienes en gran parte de Latinoamérica se agruparon y empezaron a exigir su derecho a cultivar.
Muchas lo hicieron por una necesidad urgente: poder mejorar la calidad de vida de sus hijos y de sus hijas. Tal es el caso de Mamá Cultiva, un modelo de lucha presente en Chile, Argentina, Paraguay, Ecuador, Brasil y Perú. Fueron ellas la que consiguieron los avances más significativos en las restrictivas legislaciones de la región.
Estas mujeres, pronto comenzaron a ver más allá de sus historias y empatizaron con toda la cultura cannábica. Rápidamente entendieron la importancia de dejar de criminalizar a cualquier persona que haya elegido cultivar cannabis.
También miles de mujeres se dedican al cultivo por el hermoso placer que eso significa. Forma parte de su estilo de vida, de una decisión personal vinculada al bienestar y al disfrute.
Miles de mujeres se dedican al cultivo por el hermoso placer que eso significa. Forma parte de su estilo de vida, de una decisión personal vinculada al bienestar y al disfrute.
Sin embargo, nada de esto debería sorprendernos: las mujeres tienen un lugar destacado dentro de la historia cannábica desde hace mucho tiempo.
Por un lado, fueron ellas quienes en las mayorías de las culturas ancestrales conocían y trasmitían los saberes del mundo vegetal. Hasta que comenzaron a ser perseguidas y acusadas de brujería durante la expansión de la Inquicisión.
Pero mucho más cerca en el tiempo, fueron también las mujeres las que comenzaron a visibilizar el cannabis y sus beneficios para el cuerpo y el alma.
Incluso, cuando la prohibición de la marihuana se transformó en una normalidad casi planetaria, muchas de ellas se transformaron en pilares de la lucha por volver a respetar una planta que todavía tiene mucho para enseñarnos.
Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, recordamos a un puñado de mujeres entre las millones que día a día protagonizan la historia cannábica.
Las pasteleras del amor
A pesar de que el Cannabis fue usado por milenios en preparaciones comestibles, fue gracias a la labor de dos mujeres que la cultura moderna conoce el plato insignia de la gastronomía cannábica: los brownies con marihuana.
Fue más que la apertura a una receta, la puerta de ingreso a un universo maravillos y desconocido para la mayoría de las personas occidentales.
Alice B. Toklas, pareja de la poeta Gertrude Stein, publicó a mediados de los años 50 una recopilación de las recetas con que la pareja agasajaba a sus invitados en reuniones sociales.
El postre estrella era el Hashish Fudge, una confitura similar al majoun marroquí que combinaba frutos secos, higos, manteca y especias con, como su nombre lo indica, hachís importado directamente desde Oriente.
Con los años, el fudge derivó en brownie, un clásico de la cocina anglosajona y muy fácil de hacer. La reedición en los años 60 del libro hizo furor en la cultura hippie.
Arrestada tres veces durante su carrera activista, Mary Jane Rathbun, conocida como “Brownie Mary”, llegó a hornear 1500 brownies por mes, por los cuales jamás cobró un solo centavo
Ya en plena Guerra a las Drogas, durante la década de 1980, una mujer de 70 años recorría el Hospital General de San Francisco, California, repartiendo brownies con marihuana a enfermos terminales y pacientes de HIV.
Arrestada tres veces durante su carrera activista, Mary Jane Rathbun, conocida como “Brownie Mary”, llegó a hornear 1500 brownies por mes, por los cuales jamás cobró un solo centavo.
Junto al activista Dennis Peron, fue una pieza fundamental en el nacimiento de la regulación del cannabis medicinal en el estado de California. Fue nada más y nada menos que el inicio de la legalización en el país que impulsó la prohibición de la planta.
La reina del hashish
Por milenios, la extracción de resina de las plantas de Cannabis y su transformación en hachís fue privilegio exclusivo de algunas regiones de Oriente medio y Asia, por ejemplo Marruecos o Nepal.
Fue gracias a Mila Jansen, una mujer holandesa, que disfrutar del hachís se volvió una opción más a la mano para las personas que cultivan.
En 1994 Mila Jansen inventó una máquina que automatiza el proceso de elaboración del hash y permite producirlo en cualquier hogar
En 1994 Mila inventó el Pollinator, una máquina que automatiza el proceso de elaboración del hash y permite producirlo en cualquier hogar.
Con 14 años vividos en India, en pueblos donde las plantas crecen al costado del camino y el hash se hace frotando los cogollos con las manos, Mila se volvió una experta en las distintas formas de extraer y amasar la resina.
Cuando volvió a Holanda, puso en marcha un movimiento que popularizó las extracciones, primeros escalones del abundante menú que tenemos hoy en día: rosin, dab y otras delicias.
Michka, la pionera francesa
Michka Seeligen-Chatelain conoció la planta de Cannabis en los años 70, cuando emigró de su Francia natal a Canadá. A principios de la década del 2000, Michka y un compañero fundaron El Museo del Fumador, una mezcla de exposición sociológica sobre el cannabis con una tienda de artículos de parafernalia.
Aunque originalmente estaba dedicado principalmente al tabaco, como un espacio legítimo para incluir el cannabis en las discusiones, pronto se convirtió en el símbolo de la cultura cannábica francesa.
Michka es una histórica autora y activista cannábica. Un banco holandés creó uan variedad que lleva su nombre con un efecto energético y estimulante
Michka además es una histórica activista por la legalización y autora de tres libros y seis publicaciones traducidas a varios idiomas.
Hace varios años, el banco de semillas holandés Sensi Seeds lanzó una genética bautizada Michka. Fue criada al gusto del paladar de la escritora: se trata de una cruza de Original Haze por Silver Pearl que produce plantas de gran tamaño, aroma cítrico y un efecto cerebral, energético y muy estimulante.