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@ShinSiete

Skate y cannabis: el camino de la contracultura a las Olimpíadas

Por primera vez en la historia el skate debutó en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, mostrando una cara de la competencia deportiva que hace tiempo no era tan visible: la fraternidad. 

Competidores que se reían antes de salir a la pista, festejaban cuando fallaban un truco o abrazaban a sus rivales cuando estos sacaban mejores puntuaciones. Algo esperable en uno de los deportes más orgullosamente cannábico.

No se trata de una cuestión etaria sino de una cultura que se volvió deporte hace décadas y que recién este año tuvo su merecido debut en los Juegos Olímpicos.

El justo equilibrio

El skateboarding es la poesía fugaz de una ciudad, el destello de un cuerpo interpretando su entorno. Algunos describen la sensación de “bajar” una prueba como una experiencia que produce simultáneamente calma y euforia: una especie de Nirvana.

A veces el skater lo arriesga todo, pero de manera consciente e iluminada. Y en este trance el cannabis ayuda a destrabar bloqueos, abriendo un camino espiritual para experimentar el goce y tratar el dolor.

El skate es heredero del surf. Y el surf es hijo de Hawaii, donde los nativos lo consideraban un pasatiempo sagrado. Tanto hombres como mujeres montaban olas completamente desnudos.

Aquellos pertenecientes a la realeza usaban tablas más largas y gozaban de exclusividad en las mejores rompientes. A veces, a los de menor jerarquía se les daba la chance de batirse en el agua con los reyes y así ganar prestigio.

El cannabis también tiene una tradición en la isla de Hawaii. De hecho, los primeros registros de los hábitos cannábicos en la isla comenzaron a aparecer a mediados del siglo XIX, cuando la prensa local empezó a hablar del pakalolo: el “tabaco adormecedor”.

El skate es heredero del surf. Y el surf es hijo de Hawaii, donde el cannabis tiene una tradición que la prensa registra a mediados del siglo XIX, cuando empezó a hablar del pakalolo: el “tabaco adormecedor”.

Por supuesto, el uso de la planta se remonta mucho tiempo atrás, más si tenemos en cuenta que conquistadores y colonos se toparon en América con plantaciones de cannabis en pleno crecimiento durante el siglo XVI, poco tiempo después de la llegada de Colón.

El avance de la cultura occidental, en oleadas que incluyeron a españoles e ingleses, terminaría con la anexión de la isla a los Estados Unidos en 1898.

Este complejo proceso puso en riesgo tanto la práctica del surf, considerado una frivolidad por los colonos cristianos, como el pakalolo, que comenzaría a perseguirse hasta su prohibición definitiva en el siglo XX.

A pesar de las leyes impuestas a fuerza de látigo, que condenaban el estilo de vida aborigen, basado en la celebración de la vida, tanto el surf como la marihuana permanecieron en la vida de los hawaianos.

Con el correr del tiempo, ese matrimonio entre el equilibrio extático y el cannabis comenzaría a celebrarse en la costas de Norteamérica. Y luego pasaría al asfalto.

Milton “Smookes” Martinez, , elegido skater del año 2019, armando con paciencia su otra gran pasión. / Foto: Daniel Cabral

Del mar al asfalto

A principios del siglo XX, la tabla mágica se acerca a la costa californiana. En la década de los 50 el surf se suma al rock en el surgimiento de una juventud que comienza a diferenciarse de sus padres y sus valores. No pasará mucho tiempo para que a la tabla le crezcan rueditas.

Los primeros skaters fueron surfers. Muchas veces se usaban hasta cajas de madera o tablas con ruedas de patines en el fondo. Una práctica con mucha adrenalina, adorada por un puñado de jóvenes contestatarios estaba destinada a estar atravesada por la búsqueda de otros estados de conciencia.

Los primeros skaters fueron surfers. Muchas veces se usaban hasta cajas de madera o tablas con ruedas de patines. Estamos en California, cuna del movimiento hippie, donde ser joven es inseparable de a psicodelia

Estamos en California, la cuna del movimiento hippie, el estado donde se celebró el Verano del Amor y donde partes enteras de algunas ciudades funcionaban al ritmo de una revuelta psicodélica.

El cannabis era parte de la vida cotidiana de ese boom contracultural en la que los Beach Boys sonaban llevando el universo del surf a las calles donde una generación se rebelaba contra el orden establecido. Pero el sueño hippie dura poco.

En la década del 70, con Richard Nixon a la cabeza de Estados Unidos, potencia occidental indiscutida, se declara la Guerra a las Drogas y la prohibición sobre los psicoactivos se profundiza.

Son años duros, de grandes golpes sobre los reclamos de las minorías y también sobre los derechos adquiridos por las mayorías.

El punk rock se convierte en la banda sonora de un mundo distorsionado, donde la oposición a las normas empieza a reflejarse ya no en grandes masas, sino en tribus urbanas que desde los márgenes de la sociedad plantean su propia forma de ver el mundo.

Piletas vacías

En 1975, una crew de adolescentes toma por asalto la hasta entonces pacífica escena californiana, adueñándose del protagonismo y cambiando el skateboarding para siempre.

Los jóvenes agitadores eran parte del Zephyr Competition Team, pero eran más conocidos como los Z-boys. Ellos –y ella: la “chica Z-Boy” Peggy Aoki– se zambullen con sus tablas en piletas vacías, popularizando una forma de skateboarding conocida como “vertical” que revolucionaría el deporte.

En vez de ir erectos sobre las tablas como la mayoría, ellos iban agachados, cerca del piso, acariciando el cemento con la palma de sus manos, como si fuera agua. Imitaban el estilo de su idolo del surf, Larry Bertlemann.

“Si sos una persona espiritual, la marihuana puede ser extremadamente positiva”, dijo muchos años después Tony Alva una de las grandes figuras de los Z-boys, quienes crearon un estilo rodando en piletas vacías

Los Z-Boys provenían de un barrio olvidado de Los Ángeles llamado Venice, que ellos mismos rebautizaron Dogtown. Acostumbrados a los conflictos, liberaban su descontento atacando calles y bowls arriba de una patineta. Y el cannabis era parte de su modo de vida.

“Si sos una persona espiritual, la marihuana puede ser extremadamente positiva”, dijo muchos años después Tony Alva que, junto a Jay Adams, fue una de las grandes figuras del grupo.

“Hay una enorme parte del skateboarding que usa la marihuana como una hierba para mejorar sus vidas”, llegó a asegurar Alva, “ayuda a ponerse en conexión con el ambiente, tanto física como mentalmente”.

Matías “Taine” Correa, skater profesional y artista del bonsái, usa el cannabis en su justa medida. / Foto: G. Fleitas

Profesionales del vértigo

Los años 80 elevan el skateboarding a los cielos. El vertical toma vuelo y se populariza a través de películas como Thrashin’ (1986) y videos VHS. Los skaters se vuelven verdaderas celebridades globales, con Christian Hosoi y Tony Hawk como máximos referentes de una cultura en expansión.

Los nuevos profesionales, esponsoreados y admirados por multitudes, no renuncian a su devoción por subirse a la tabla a experimentar un nuevo mundo. Hosoi, el Rey del Estilo, acostumbraba fumar con su padre antes de las más exigentes competencias.

Los nuevos profesionales del skate no renuncian a su devoción por subirse a la tabla a experimentar un nuevo mundo. Hosoi, el Rey del Estilo, acostumbraba fumar con su padre antes de las más exigentes competencias

Su amor por la planta era tal que así lo recuerda Simon Elbling, un ex skater y compañero de escuela, a quien Hosoi llamaba desde afuera de clase con dos patinetas y una bolsa con cogollos en la mano. “Me mostraba las flores y me decía: ‘¡Vamos a la playa!’”.

La rebeldía de Christian Hosoi estableció las líneas de un estilo de vida que las marcas de productos relacionados al universo del skateboarding eligieron tomar y transformar en un bien comercial a la medida de su público.

Uno de los hitos de esa compleja relación entre moda y cultura se produce en los 90, en pleno surgimiento de las marcas de calzado e indumentaria para skaters.

Fue cuando Chad Muska, ícono de la década sobre la tabla, también se ganó un lugar en la historia al crear el primer modelo de zapatillas con un bolsillo exclusivamente pensado para esconder cannabis.

No es extraño, eran años en los que el hip-hop empezaba a hablar de la marihuana como lo que siempre había sido: parte de la vida de millones.

En las tablas se imponen los Piss Drunx, una crew que hizo del estar de fiesta parte central de su identidad. Al mismo tiempo, se trataba de profesionales. Andrew Reynolds, reconocido como skater del año por la revista Thrasher en 1998, y la talentosa Elissa Steamer fueron dos de los skaters más destacados de esa crew. Ambos llegaron a tener sus propios personajes en el legendario videojuego Tony Hawk’s Pro Skater.

“Fumábamos bastante”, contó Reynolds a la revista especializada Jenkem. “Ir con un porro, manejando y escuchando rap era algo típico, una vez nos encontramos con Elissa en un semáforo y le convidé un blunt de auto a auto”.

Eugenia Ginepro haciendo lo imposible. Para ella skate y cannabis van de la mano. “Para mí lo mejor es ir a andar con amigos, fumar y desconectarte de ciertas cosas que te distraen”, asegura. / Foto: Castillejo

Profesional, medicinal y deportivo

Durante los 2000 el skate y su industria se ramificaron. Los años de marginalidad comenzaron a ser parte de la prehistoria. A partir de 2010, el skateboarding gana una curva ascendente que lo sitúa entre las actividades más populares del planeta.

Empresas de todo tipo se montan al vértigo seductor de las tablas para hacer atractivos sus productos: desde alimentos e indumentaria hasta servicios bancarios.

En paralelo, el mundo se acostumbra a ver que los profesionales del skate usen cannabis sin por eso perder su condición de deportistas de élite.

Milton Martínez es argentino, en diciembre de 2019 fue elegido Skater del Año por la afamada revista Thrasher, referente indiscutida del skateboarding a nivel mundial. Es un reconocimiento global que lo sitúa en lo más alto del deporte. Muchos lo conocen como Smoookes, lo que suele gritar cada vez que prende un porro.

El uso de cannabis en el mundo del skateboarding no es solo una cuestión de pertenencia cultural, sino también una eficiente alternativa medicinal. El skate es un deporte donde los golpes y las lesiones forman parte del juego.

“Cada uno tiene diferentes opiniones y formas de usar el cannabis”, nos cuenta, “a mí me gusta fumar un poquito para andar: hay ocasiones que entrás en otro mundo cuando combinás skate y faso o también skate y cocina”.

El uso de cannabis en el mundo del skateboarding no es solo una cuestión de pertenencia cultural, sino también una eficiente alternativa medicinal. El skate es un deporte donde los golpes y las lesiones forman parte del juego.

En ese contexto, como en muchos otros deportes –el fútbol, el fútbol americano, el básquet e, incluso, el béisbol– la marihuana es una opción para reemplazar analgésicos y evitar las consecuencias de su uso sostenido.

“Es muy común acompañar la recuperación con cannabis”, explica Matías “Taine” Correa, profesional del skate, quien además está sumergido en el arte del bonsái. “Muchas veces fumo como analgésico, luego de una lesión, y para andar fumo poco, así no quedo muy volado y llego al equilibrio justo”, aclara.

“En mi opinión, skate y cannabis van de la mano”, asegura Eugenia Ginepro, también skater profesional. “Para mí lo mejor es ir a andar con amigos, fumar y desconectar de ciertas cosas que te distraen”, nos cuenta. En su caso, el cannabis también forma parte de su vida profesional.

Tiempo atrás fue a competir a Estocolmo, muy consciente de que la marihuana está prohibida en Suecia. El día del campeonato coincidió con el comienzo de su período menstrual.

“El dolor y los nervios estaban apoderándose de mí, encima estaban todas las pibas que me encanta como andan, patinando con mucho estilo”, recuerda.

Antes de la final, unos amigos peruanos la invitaron a relajarse con unas flores. “Fuimos a fumar dos sequitas porque ya era la final y cuando entré al skatepark, ya era todo diferente, empecé a andar y conectar sin parar. Los amé”.

Flash olímpico

No es casualidad que el skate haya tenido por primer vez su lugar en los Juegos Olímpicos. Es indudablemente un reconocimiento a décadas de trabajo, talento y pasión.

Al mismo tiempo, responde también a la visibilidad que la cultura del skateboarding adquirió a partir de la creación de la gran industria que la rodea. Será un momento histórico. El surf, el antecesor acuático del skate, también ingresará a la lista de las disciplinas olímpicas.

El primer debut de un deporte cercano fue el del snowboard, que tuvo un bautismo “accidentado” en los juegos de Nagano 98. En esa oportunidad, el canadiense Ross Rebagliati testeó positivo por cannabis después de ganar el primer oro en la historia del deporte.

Luego de quitarle la medalla, el Comité Olimpico Internacional tuvo que enfrentar una tormenta. La delegación canadiense rechazó con firmeza la sanción e insistió con lo que ya es casi científicamente indiscutible: el cannabis no representó ventaja alguna para Ross con respecto a sus rivales.

Después de un intenso debate que duró una semana, la medalla retornó a su legítimo dueño, marcando un hito olímpico sin precedentes. Hoy Ross está al frente de su propio emprendimiento cannábico llamado Ross’ Gold (El Oro de Ross), el cual produce cannabis del mas alto nivel.

El skate suma su presencia al fuerte debate que se está dando a nivel mundial sobre la prohibición del cannabis en el deporte. La discusión es tan intensa que ya comenzaron a verse algunos movimientos en las instituciones deportivas internacionales, tan reactivas a revisar la clasificación del cannabis.

A finales de 2019, la Asociación Mundial Antidopaje (AMA), la máxima autoridad en lo que respecta a la fiscalización del uso de sustancias no permitidas a nivel deportivo, sacó el CBD de su lista de sustancias prohibidas.

Las icónicas zapatillas diseñadas por el skater Chad Muska en los 90, con bolsillo para las flores.

De esta manera, uno de los compuestos activos del cannabis pasó a quedar afuera de los controles antidoping.
Sin embargo, en esencia, el uso de cannabis continuará siendo sancionado: el THC y el resto de los compuestos activos de la marihuana continúan en la lista negra. Por lo tanto, siguen bastando apenas unas secas para que un control antidoping golpee la carrera de un deportista, lo sancione y lo excluya de la competencia.

Esta inflexibilidad ha provocado que muchos renombrados skaters hayan decidido autoexcluirse de los Juegos Olímpicos. Lejos de ser un capricho, es la manfiestación de quienes quienes no adhieren a una normativa que atenta contra su estilo de vida.

El Comité Olímpico Internacional (COI) ha llegado al extremo de afirmar que “el cannabis reduce las tensiones propias de la alta competencia, otorgando así una ventaja deportiva a su usuario”. Contrario a lo que se supone, tal afirmación parece jugar más a favor de la planta y su relación con el deporte que en contra.

La ventaja del cannabis parece ser no el aumento de la resistencia física, como sí lo hacen los esteroides, sino ayudar a que el deportista pueda lidiar de forma natural y saludable con las situaciones de estrés.

Skaters como Milton Martínez lo saben. “Smoookes” forma parte del Creature Team, un grupo tan preparado para la competencia deportiva como para un estilo de vida cannábico: “Viajamos en una van todos juntos, el único que no fuma se compró una máscara para estar adentro”.