Investigar para que algo cambie. Esa parece ser la filosofía de trabajo que Pablo Galfré lleva adelante desde hace 16 años. Y el esfuerzo dio sus frutos.
Su primera investigación fue en torno a lo que los medios llamaron la Masacre de Pompeya. Un acto de gatillo fácil que derivó en una falsa acusación a Fernando Carrera, quien estuvo preso 7 años y medio pese a haber sido víctima de la violencia policial.
La investigación de Galfré se transformó en el documental El Rati Horror Show. La película dirigida por Enrique Piñeyro, gracias al trabajo de abogados, militantes y cineastas, impulsó la liberación de Carrera.
Otra de las principales preocupaciones de Galfré es lo que ocurre en el tratamiento de los consumos problemáticos en Argentina. En concreto, las supuestas clínicas de rehabilitación que terminan funcionan muchas veces como espacios donde se violan todos los derechos humanos de las personas.
La primera parte de su investigación fue publicada en la revista THC en 2008. Finalmente, en 2017 Galfré publicó La comunidad, viaje al abismo de una granja de rehabilitación por editorial Sudestada.
El libro fue clave para que el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenso Aires clausurara dos “granjas de rehabilitación” por violaciones a los derechos humanos y se elevara a juicio como homicidio culposo un suicidio dentro de una de esas instituciones psiquiátricas.
Los 10 años en total que llevaron a este desenlace ahora podrán recorrerse en Muerte en el internado, un podcast de 6 capítulos que estará disponible desde el 28 de septiembre en la plataforma Podimo.
Para entender cómo funcionan realmente los tratamientos para tratar los consumos problemáticos de sustancias legales e ilegales hablamos con Galfré, quien demuestra que en medio de un estado generalizado de prohibición la Salud Pública nunca es prioridad.
¿Cuáles son hoy las alternativas reales que tiene una persona para tratar un consumo problemático en Argentina?
Lo primero que me sale decir es que ninguna. Que me perdonen un montón de personas que nos pueden llegar a leer y dicen que las hay. La gente que me llama no tiene Osde, no tiene Swiss Medical, ni Hospital Italiano. Ayer me llamó una piba: el marido tiene problemas derivados de un alcoholismo crónico de 20 años. Necesita un transplante y para que esté en la lista de espera tiene que tener 6 meses de consumo cero. Tiene que dejar el alcoholismo de lado. Le comenté que vaya al hospital Fernández, al Bonaparte. Pero terminó yendo a una granja que más o menos zafa porque es una persona que necesita una internación y ya pasó por ambulatorios que no funcionaron. Entonces, termina en una granja. No termina habiendo espacios de internación que de alguna manera se opongan al prohibicionismo o abstencionismo.
¿Es decir que si alguien necesita una internación gratuita y donde la lógica sea la de reducción de daños las posibilidades son casi nulas?
Lo único que conozco cuando me llaman es el Bonapate o les recomiendo el Centro Carlos Gardel, que es ambulatorio, y después no hay mucho más. Pueden ir al hospital Fernández, pero te brindan una desintoxicación o internación breve. No proponen tratamientos ambulatorios ni internación, porque por más que uno se oponga a las internaciones en la sociedad está instalado el sentido común que para enfrentar un problema de consumo hay que internarse. Ok, pero el tema es que no hay lugares para internarse donde se respeten los derechos.
¿Cuáles serían las características de ese sentido común respecto a cómo tratar un consumo problemático?
Básicamente se supone que para dejar ese problema de lado hay que dejar de consumir, eso es el abstencionismo. Y no está extendida la idea de que se puede convivir de otra manera con un consumo, lo que sería una mirada desde la reducción de daños. Primero: “mi hijo es adicto y debe dejar de drogarse”. Y para dejar de drogarse, tiene que encerrarse y dejar las malas compañías. “Porque mi hijo cada vez que lo encierro deja de drogarse”.
¿Pero la ley de Salud Mental no impulsa que se creen otro tipo de dispositivos de tratamiento?
Sí, pero no se han desarrollado tratamientos ambulatorios en comunidad. Como decía, el único que hay es el Carlos Gardel y no se desarrolló por la ley de Salud Mental, se construyó antes. Al menos ese es el caso de la ciudad de Buenos Aires. Del resto del país no tengo datos de que haya, pero quizás no me llega información y los haya buenos.
En tu trabajo hay un nombre que se repite: Alejandro Merenson. ¿Quién es, qué hace y cómo es posible que lo haga?
Arranco con el que hace. En 2008, todo esto empezo con la revista THC. Ahí me dicen: “queremos hacer una investigación sobre granjas”. Yo quería hacer investigación. Puse en google “drogas compulsivas” y sale la clínica El Paraíso. Ahí aparece Merenson, diciendo que tenía una comunidad para tratar adictos donde tenía sistemas antifugas. El tipo garantizaba rejas, internaciones compulsivas, involuntarias, que tenía 50 métodos de tratamiento, etc.
¿Conociste el lugar?
Cuando lo voy a entrevistar yo quiero ver El Paraíso, esa especie de cárcel, obviamente. Pero en la entrevista Merenson me dice: “yo ahí no tengo nada”. El gran paraíso era eso: una página web donde el tipo promocionaba servicios. Y me cuenta: “Lo que hago es internar a las personas en otras comunidades, como San Ignacio, Viaje de Vuelta” y otra más que no me acuerdo. Antes, de eso había derivado las internaciones a San Camilo, la clínica donde se produjeron dos muertes que pude investigar.
O sea que lo que hacía era tercerizar un servicio
Claro, algunas personas lo iban a ver al hotel Sheraron de Pilar o su casa del country Jaguel. Ahí se daban cuenta que era un estafador y le pagaban la consulta y seguían viaje. Otros pagaban la internación, plata hoy 15, 20mil pesos. Pero el gran paraíso no existía…
¿De dónde sale Merenson?
Es un tipo que en los 80 tuvo problemas de adicción, estuvo preso en Devoto por infracción a la ley de drogas: era un dealer del mundo del rock. Después tuvo una casa de música, en el centro. Parece que era un tipo copado hasta que se da vuelta y pasa al lado oscuro de la fuerza. Después de estar internado en Viaje de Vuelta se convierte y funda el Gran Paraíso. Y arranca con el negocio de las internaciones en los 90.
¿Y cómo puede hacer esto durante tanto tiempo?
Porque el estado decide no detenerlo. Yo hice en 2013 la denuncia en la Procuraduría de Violencia Institucional (PROCUVIN). Cuando sale la nota de en THC, él era apenas un recuadro porque no encontraba casos vinculados con él. Hacemos la nota “Rebelión en la granja” con los 9 chicos que se revelan en una comunidad. Pero como él era mi obsesión. Hasta que aparece Lucas Tabarez, que no había sido internado por Merenson y no lo conocía personalmente, pero sí sabía que laburaba con la clínica San Camilo. Por su lado, la PROCUVIN no me da bola. Manda a sorteo y le cae al fiscal Carlos Rívolo. Un fiscal federal, un delirio que se ocupe de Merenson. Rívoo desestima la denuncia y por territorialidad le cae al fiscal general de Campana que investiga narcotráfico. Y claro, no lo va a investigar a Merenson. Va a declarar Lucas, pero no pasa nada, la causa es archivada. Cuando hago el libro me topo con el caso de Matías Lamorte, un pibe internado por Merenson en San Antonio. Lamorte muere en esa clínica. Y después de hacer el libro me entero de la muerte de Franco Ruiz Díaz también en San Antonio, también internado por Merenson.
¿Y qué pasó con esas pruebas?
Después del libro, lo presento en varios lados. Y cuando vamos al Congreso de la Nación, estaban las autoridades del órgano de revisión de la ley de Salud Mental y no me dieron bola. También me junté con la gente del órgano de revisión de Provincia de Buenos Aires. Nada. También con el ex director nacional de Salud Mental y Adicciones del gobierno anterior. Nada, nadie hizo nada. Así que hoy Hoy tengo que decir que el órgano de aplicación de la Ley de Salud Mental decide no hacer nada con Merenson. Quizás porque no le encuentran la forma y es un chanta que no tiene una comunidad. No podemos clausurarla como a San Camilo y San Antonio. Y ya sabemos que hay una tercera víctima. Lo estamos investigando.
¿Cómo pueden funcionar estas supuestas clínicas sin siquiera tener un verdadero metodo de tratamiento?
Yo investigué especificamente en el partido de Pilar, Quien lo permite es el Ministerio de Salud de la Provincia. Basta con la firma de un psiquiatra que se presente como médico de la institución y la clínica se habilita. Nada más. Eso es algo justamente que se está reclamando, cambiar un poco la reglamentación de las habilitaciones de estos lugares. Hubo algunos cambios, pero no fueron profundos.
¿Además de estas clínicas con dueños particulares, existen otras donde están involucradas instituciones?
En la zona de mi investigación no está la Iglesia Católica por ejemplo. Sí en la fundación Viaje de Vuelta, donde supuestamente Merenson hace su tratamiento. La Iglesia sí tiene sus comunidades, pero hasta donde sé no se violan los Derechos Humanos de los usuarios de la forma que la hacen las granjas que investigo. Ahí hay celdas y se los encierra, se los sobremedica hasta que se les cae la baba, se les pega, se los ata, y se les tira gas pimienta en los ojos. Eso no pasaría en las comunidades de la Iglesia. Eso no quita que yo, vos y científicos que nos relacionamos si podamos decir que igual se vulneran los Derechos Humanos de los usuarios porque se los tiene internados por años, y es innecesario. Además de que no tienen ningún método serio de tratamiento. No tienen terapia subjetiva y no apuntan a un sujeto, sino a un objeto. Corrigen la conducta de ellos como viciosos.
Parece una especie de zona liberada a violencia, falta de métodos, sin programas ni propuestas concretas superadores de parte del Estado
Ante todo, el Estado se desentiende de tratar un tema que él mismo estado genera, que son las adicciones. Creo que la cuestión pasa por ahí. Estos lugares son muy independientes uno del otro. También están las instituciones evangélicas en las que tampoco tengo registro de violaciones tan evidentes a los Derechos Humanos. Igual nada se puede afirmar del tdo. Cada uno funciona por su lado. Se pueden ver muchos carteles en las estaciones de tren, en la autopista, que dicen “Volvé a vivir”, “Salí de la droga”. Hay muchos lugares que funcionan de una manera muy subyacente y por eso también el Estado no se entera que existen. Pero lo cierto es que está ahí.
¿Por qué considerás que hoy es necesario hacer un podcast sobre este tema?
Si bien el libro tuvo su efecto y se clausuraron las comunidades, no lo tuvo tanto. Salió en Sudestada que lucha como editorial independiente. Hubo difusión en Página 12, en el TV Pública, en el programa de radio de Andy Kusnetzoff y en el de Alejandro Bercovich. Pero creo que es necesario difundir más. ¿Cuándo están los adictos en los medios? Cuando sos el Pitty y matas. Cuando sos Chano y sos famoso, la policía tiene que venir y te mete un tiro. O te meten un informe por los zombis del paco. O se hace una nota sobre una madre de una adicta al paco que tuvo encerrar a su hija porque la Justicia no quiso internarla porque “la ley salud mental es tan mala que no permite las internaciones compulsivas”. Los usuarios con problemas de consumo están en los medios cuando son objetos: se los victimiza o son victimarios. A Chano no te lo presentan como una víctima, sino como un victimario de su madre, como un tipo al que no quedaba otra que pegarle un tiro. Se ha avanzado en derechos de los usuarios de cannabis, principalmente medicinales. Ya no es un tabú. Pero si lo sigue siendo cómo tratar las adicciones a otras psicoactivos, legales e ilegales.
¿Qué podés adelantar del podcast?
Es la historia de un periodista que se convierte en detective privado y se obsesiona con Merenson y las muertes a su alrededor, hasta llegar a entrevistarse con Martín Iribarne y Alejandro Jacinto, el director terapéutico y el psicólogo de la clínica San Camilo. Esa entrevista real la hice. Es casi una entrevista interrogatorio. Igual ellos estaban relajados, porque son super hombres y no son conscientes del daño que producen. Creen que están haciendo el bien en esos lugares horrendos, tanto que te abren la puerta y te invitan con orgullo: “vengan a mi reino y vean que bien están mis feligreses”.