Zimbabwe no solo que fue uno de los primeros países de África en apostar a una legalización del cannabis. Sino que a su vez, también es una de los estados pioneras en el mundo que encaró una regulación de la industria para fines medicinales.
Ahora, la última novedad es que el país africano ya comenzó a trasladar la fuerza de producción del tabaco hacia el cannabis.
No solo porque es más atractivo económicamente, sino porque también se trata de una puesta para reducir la crisis climática de todo el planeta.
En 2018 Zimbabwe sancionó una ley que habilita la producción industrial para la elaboración de productos cannábicos con fines medicinales, terapéuticos o paliativos del dolor.
Desde el cultivo a gran escala, hasta la confección de derivados como aceites o cremas se pueden realizar mediante el trámite de una licencia que otorga el Gobierno central.
Según datos oficiales de Zimbabwe , desde que se habilitó la industria ya se entregaron un total de 57 licencias productivas a diferentes compañías, tanto locales, internacionales y mixtas.
Entre los requisitos del Gobierno para que la licencia sea aprobada, se deben pagar US$ 50 mil y tener un doble vallado eléctrico que rodee las instalaciones. Cada permiso debe renovarse a los cinco años.
Desde que Zimbabwe puso en marcha su industria local del cannabis, no solo que diferentes empresarios apostaron a un mercado naciente. Sino que además, aquellos que se dedican a otro cultivo tradicional del país como el tabaco, ya están migrano su producción a una que sea verde.
Zimbabue se pinta de verde
“Somos una empresa de comercialización de tabaco que se está desviando lentamente hacia el cannabis”, asegura Innocent Mahufe, director ejecutivo de la empresa Voedsel Cannabis, y que tiene un cultivo tanto en exterior como en interior.
Mahufe cuenta que planea tener una extensión total de cannabis que abarque unas diez hectáreas en los próximos tres años. Pero para ello, su primer tarea fue deshacerse de las plantas de tabaco que ocupaban la granja que tiene a cargo. “Este lugar era una jungla. Tuvimos que hacer todo de cero”, dice.
“Se usan hasta 700 kilos de madera para secar una hectárea de tabaco. Tiene una huella de carbono muy alta”, asegura Munyaradzi Shamudzarrira, especialista agrónomo de la Junta de Investigación del Tabaco de Zimbabue.
El caso de Voedsel no es aislado en Zimbabue. Sino, que es una apuesta integral del país para diversificar sus exportaciones con sus principales compradores de Europa.
A pesar que las ventas de cannabis hacia la Unión Europea son más rigurosas que las del tabaco, porque debe ser testeado en laboratorio para certificar que no contenga residuos de fertilizantes o presencia de plagas, Zimbabue pretende apostar al cannabis porque las divisas que puedan ingresar son más altas.
“Es diferente al tabaco que, si lo cultivas, encontrará su lugar en el mercado. El cannabis tiene que cultivarse para un mercado específico con modelos de cultivo específicos”, dice Mahufe.
Planes oficiales
De todos modos, el tabaco continúa siendo hoy uno de los principales aportantes a la economía de Zimbabue. Según datos oficiales, cada año se exportan unos 185 millones de kilos que representan una entrada de US$ 500 millones al país.
Pero en el propio Gobierno saben que el cannabis tiene un potencial mayor porque estudiaron que las condiciones climáticas le pueden permitir a Zimbabue tener un flujo de ventas más extendido.
“Tenemos una ventaja competitiva con respecto a otros países. Si miras a Europa, por ejemplo, solo pueden tener una buena cosecha al año. Zimbabue tiene un invierno suave, lo que significa que podemos tener dos ciclos al año de cannabis”, asegura Munyaradzi Shamudzarrira, especialista agrónomo de la Junta de Investigación del Tabaco de Zimbabue.
“Somos una empresa de comercialización de tabaco que se está desviando lentamente hacia el cannabis”, asegura Innocent Mahufe, director ejecutivo de la empresa Voedsel Cannabis, y que tiene un cultivo tanto en exterior como en interior.
Uno de las tareas del agrónomo es desarrollar variedades locales de cannabis que se adapten fácilmente al suelo de Zimbabue. Además, él destaca que la producción de tabaco está en constante descenso por las campañas libres de humo que se desarrollan en gran parte del planeta.
Además, Shamudzarrira cuenta que el pase del tabaco hacia el cannabis responde también a una necesidad ambiental. Cada año, Zimbabue pierde miles de hectáreas de bosque nativo a mano de los agricultores del tabaco que queman la madera de su interior de grandes cobertizos para secar sus hojas.
“Se usan hasta 700 kilos de madera para secar una hectárea de tabaco. Tiene una huella de carbono muy alta”, asegura Shamudzarrira.
Entonces, para Shamudzarrira la salida es absolutamente verde. “Ya estamos preparados para reemplazar al tabaco con una buena alternativa como el cannabis. Es una cuestión de tiempo”, concluye.
En un contexto de cambio, lo que se mantiene sin alteraciones es la penalización del cannabis para uso adulto. Si bien su uso y cultivo está extendido en la población, continúa siendo ilegal.