“Se dice que el cannabis es la entrada al mundo de las drogas. Nosotros en el colectivo decimos que es la entrada al mundo de la huerta y al amor por la naturaleza”. Sintetizar una idea en pocas palabras no es sencillo, y menos aún un cambio de paradigma. Pero María Eugenia Sar lo consigue.
Ella es fundadora del grupo Cannabis Terapéutico San Antonio – Las Grutas, en Río Negro, y una de las primeras personas en el país en conseguir una cautelar de la Justicia para plantar cannabis. Sar descubrió los beneficios de la planta en 2016 cuando diagnosticaron a su nieto Joaquín con Síndrome de Tourette.
“Lo intentamos con mucho miedo porque para mi en ese momento la marihuana era una droga y la quería lejos de mi familia. Pero fue casi mágico. En 48 hs Joaquín volvió a ser el nene que teníamos antes de los antipsicóticos y del diagnóstico. Recuperó su infancia”, recuerda sobre las primeras gotas de aceite que probó el niño que hoy se encuentra en perfecto estado.
Al igual que Sar, miles de personas cultivan cannabis hoy en Argentina tanto para fines medicinales o recreativos. Pero el verdadero fenómeno dentro de la tendencia de tener una planta en particular, es que a partir de la marihuana la sociedad se reencuentra con la naturaleza y vuelve a una de las prácticas más antiguas de la humanidad: la jardinería agroecológica.
“Después de la primera cosecha, me di cuenta del rendimiento y el vínculo que se genera con las plantas porque uno las está cuidando”, cuenta Matías Trifoglio, un joven que a partir del cannabis empezó a cultivar sus alimentos.
En su casa, la abuela de Joaquín mantiene su cultivo de cannabis. Pero hace tiempo que sumó una pequeña huerta en su balcón. “Todos tenemos una más allá del cannabis. Uno se encuentra en el colectivo con gente que ama las plantas y la tierra. Hay mucha espiritualidad, amor por el otro y por la Pacha”, suma Sar.
Y agrega: “En este tiempo aprendí mucho sobre cultivos agroecológicos, sustratos, preparaciones, compost, etc. La preparación del compost la fuimos aprendiendo a partir de los cultivos y lo mismo con el control de plagas ecológico, sin químicos y con elementos de la naturaleza”.
Para finalizar, Sar indica que no hay edad para descubrir el cannabis. “Yo tengo 59 años y cultivo. También mis hijas y Joaquín, que cuida las plantas con 11 años. Tiene una relación con ellas desde los cinco y es de mucho amor. La cuida cuando hacemos un trasplante, un esqueje, al regalarlas o dejarlas descansar. Creo que va a ser un gran cultivador cuando sea más grande”, le cuenta a THC.
Además, la fundadora de la organización que hoy cuenta con 175 cultivadores registrados señala que hay gente de más de 70 años plantando y cosechando su cannabis. “Es el hecho de conectarse con la tierra y la naturaleza. Es muy sano y nos vuelve mejores personas. Aprendí a amarla y respetarla como lo que es: una planta santa que nos hace vivir mejor”, concluye.
Romper las cadenas del cemento
Matías Trifolio tiene 28 años y vive en la Ciudad de Buenos Aires. Su historia con el cannabis es distinta a la de María Eugenia Sar pero ambas concluyen en el mismo destino: la agroecología.
“Empecé a cultivar en 2018 porque era un presupuesto comprar cannabis. De pronto, lo que podía fumar en un mes era lo que gastaba en armar un indoor y esperar a que crezcan las plantitas y que den sus frutos”, le dice el joven a THC.
“Después de la primera cosecha, me di cuenta del rendimiento y el vínculo que se genera con las plantas porque uno las está cuidando. Entonces sabes qué tienen, qué les hiciste, cómo las cuidaste, cómo crecieron y el resultado es muy satisfactorio”, cuenta.
¿Recordas cómo fue el comienzo?
Al principio los cultivos eran en casa, en indoor con algunos abonos orgánicos, y fue todo conocer y probar productos. Hoy en día intento hacerlo lo más orgánico posible. Ya no trato de ponerle nada. Solo regar y decidí cultivar en exterior para que puedan absorber la luz del sol. Probando esto me di cuenta que incluso es más divertido, se aprende mucho y las plantas se sienten mejor siendo cultivadas al aire libre. Tienen más energía y fuerza y uno también se vincula de otra manera con el deseo del buen clima y del solcito. Pero también se disfruta cuando viene una lluvia que les hace bien. Realmente se nota en las plantas día a día eso.
¿Por qué iniciaste una huerta?
Expandirme a la huerta fue un poco la demostración de que la tierra todo lo puede y te lo da. Uno consume cannabis y puede cultivarlo y disfrutar de las cosechas. Y lo mismo pasa con los vegetales. Es más engorroso porque hay mucha más variedad y cada planta se comporta distinto. Al principio no tuve muchos éxitos por no saber, por desinformación. Pero después, hablando con gente que conoce porque trabajó en campos, uno recibe información que te sirve para mejorar con cada planta.
¿También apuntas a lo agroecológico en esos cultivos?
Con respecto a huerta y vegetales hago lo mismo que con el cannabis. Solo agua y sol. Y se ve el resultado en los sabores, en los colores. Requiere esfuerzo, trabajo y atención pero es la demostración de la independencia que te puede dar tener un pedazo de tierra y trabajarla. Yo soy rehén de la ciudad y entre todo este cemento poder ver cómo se desarrolla la naturaleza es super gratificante.
“En la organización, todos tenemos una planta más allá del cannabis. Uno se encuentra en el colectivo con gente que ama la tierra”, dice María Eugenia Sar, una de las máximas referentes del activismo en el país.
Cultivar salud
Las historias de María Eugenia Sar y de Matías Trifoglio sirven para ejemplificar otras cientos o miles que ocurren actualmente en el país. Narraciones que muestran un cambio de paradigma en el cual el cultivo de cannabis y el de alimentos agroecológicos tienen mucho en común.
Para entender este fenómeno, THC se contactó con la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el colectivo que logró popularidad por los bolsones de verdura agroecológica. Pero también se encarga de organizar a miles de productores rurales y campesinos de todo el país. Delina Puma es una de sus miembros y cuenta que “en los últimos cuatro o cinco años notamos que hay mucho interés por entender qué es la agroecología. Tanto de los productores como de los consumidores”, asegura.
¿Qué les consultan?
Los productores buscan alternativas a la producción convencional porque los costos se reducen mucho, hay beneficios para los campos y también la calidad de los productos y la manera de distribuirlos mejora. Por el lado de los consumidores, nos preguntan de dónde vienen los productos, cosa que antes no pasaba.
¿Las consultas son para empezar huertas propias también?
Sí. Hoy se duplicó o triplicó el consumo de frutas, verduras y hortalizas y hay un boom de las huertas en casa. La gente empezó a entender cómo es el proceso de una planta desde que se cultiva hasta que se cosecha. En ese sentido, hay mucho más trabajo en difundir información y enseñar.
Además del cannabis, ¿habría que tener un autocultivo de alimentos?
Nosotros al producir alimentos agroecológicos estamos generando lo mismo. No solo se garantiza un buen alimento sino también salud. Uno de los problemas más grandes de la salud tiene que ver con el alimento que se consume y que no hay un control real sobre la producción. Para nosotros es muy importante que el alimento llegue a las personas con una buena calidad nutricional, que hoy en día no se ve. Desde ese lado, coincidimos totalmente con el dicho de cultivar nuestra propia medicina.