En días de carnaval es casi imposible que no suene en algún corso algunas de sus canciones. Es que Jorge Serrano, lejos de toda sofisticación, tiene una sensibilidad en total sintonía con el disfrute popular.
Serrano nació en los 60, en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, cuando los hippies, los surfers y los gurúes del LSD hacían base en las costas del Pacífico para intentar empezar de nuevo el sueño americano. Pero donde Jorge vino al mundo no fue parte de ningún plan, simplemente sus padres estaban por allá de viaje.
Para mediados de los 80 ya había escrito sus primeras canciones para Todos Tus Muertos, uno de los tanques punks argentinos, y había formado junto a Gustavo “Cucho” Parisi, Gustavo “Nito” Montecchia, Gastón “el Francés” Bernardou y Daniel Zimbello Los Auténticos Decadentes. Era 1986.
Pero las ganas de aventura pudieron más que el rock y partió rumbo a Estados Unidos, decidido a armar allá su nuevo mundo. Sin embargo, la cofradía de los Decadentes lo convenció de volver. Al poco tiempo estaba de regreso y, maravillado con algunas figuras del under argentino, decidió que la posta era vivir en el país del asado.
En estas tierras, grabó con los Decadentes “El milagro argentino“, con el que la banda inició 25 años de éxito en la música popular. Hasta que un día le tocó frenar, abandonar la ciudad y afincarse en una casa cerca del mar.
Cuando Jorge abre la puerta, nos presenta a su familia, a sus perros y nos ofrece tomar mate; queda claro que uno de los músicos que escribió algunas de las canciones más conocidas en esta parte del continente, prefirió ser un hombre común a una estrella.
Lo simple y cálido de la bienvenida hacen justicia a alguien que apostó a que la música tenga siempre que ver con la alegría.
Vos empezaste hace mucho a escribir canciones, ¿cómo arrancó todo?
Yo empecé en Todos Tus Muertos, ahí escribí “Tango traidor”, “El espejo”…
De esa época es “Gente que no”, que fue un hit.
Sí, fue mi época de queja, de queja contra el sistema, pero una queja un poco individualista. Ahora cuando si lo escucho pienso “ese tema no propone nada”. No es un tema de propuesta, es un tema de protesta, de queja, en esa época yo tendría 23 años…
¿A qué te referís con canciones de propuesta?
Tiene que ver con la propuesta inicial de los Decadentes: reírnos de la solemnidad en el arte. En los 80 había grupos como Soda Stereo que se pintaban y qué se yo. Nosotros decidimos vestirnos con basura.
“Todo se puede tocar, ésa era nuestra transgresión. Hoy ya no, hoy lo más transgresor que podés hacer es un tema de Arjona. Yo ya lo estoy revalorando, porque es lo único que podrías tocar para irritar a la gente”
¿Más cerca del punk?
Sí, pero también había punks que se producían demasiado como punks y para nosotros también eran unos caretas. Nosotros siempre buscamos desacralizar el mundo del arte y llevarlo a un ámbito de diversión, lejos de la torre de marfil. Creo que ése es el valor máximo de los Decadentes: la gente a nosotros no nos admira, la gente siente que somos como ellos.
Por eso el disco Cualquiera puede cantar también es una idea, un principio, ¿no?, cualquiera podría ser uno de ustedes.
Claro, nosotros no nos juntamos por una cuestión de talento musical, sino por un talento social. Siempre supimos tratarnos bien, sabíamos dónde tocar y que, cuando tocás en vivo, no está bueno que haya pausa entre un tema y otro. El talento para el show era lo que podíamos tener nosotros, no te podíamos decir: “escuchame cómo toco la guitarra”.
Volviendo a cuando empezaste: muchos tomaron “Gente que no” como un himno contra caretas. ¿Cómo era la cultura cannábica en el punk argentino de los 80?
Yo venía del palo de Bob Marley, me encantaba, pero fumábamos lo que conseguíamos, que en esa época era paraguayo, era el final de la dictadura. No conocía tanta gente del palo, entonces fumaba lo que pintaba. Nada de flores. No había más remedio.
“Nosotros siempre buscamos desacralizar el mundo del arte y llevarlo a un ámbito de diversión, lejos de la torre de marfil. Creo que ése es el valor máximo de los Decadentes: la gente a nosotros no nos admira, la gente siente que somos como ellos”
Después de Todos Tus Muertos y de haber empezado con Los Auténticos Decadentes decidiste irte del país, ¿por qué?
Necesitaba irme a vivir a otro lugar donde hubiera más libertad. Yo manejaba mucha información, en esas épocas leí Punk, la muerte joven [el texto que el periodista argentino Juan Carlos Kreimer publicó en 1978 y donde se mostró por primera vez la existencia de la cultura punk], era el único libro que había acá y, a partir de eso, me pegó la onda de armar un grupo y eso.
¿Cómo fue ese periodo en el que viajaste por el mundo?, ¿fue como lo esperabas?
En mi primer viaje a Estados Unidos, en los 80, estuve un mes laburando en una fábrica de especias, la pimienta te entraba por los poros, no estaba bueno. De ahí me fui a Finlandia a Dinamarca y a Suecia, di unas vueltas por ahí jiponeando un poco, trabajé en una granja, estuve en una casa okupa, trataba de quedarme por lo menos un mes en cada lugar, para no hacer la del turista. Y después volví a Argentina, fue cuando me puse a tocar con los Decadentes, en el 86, y ahí sí me fui por segunda vez.
¿Con la idea de no volver?
Me fui pensando en instalarme en Estados Unidos, porque acá no tenía ni un oficio ni nada en concreto, había estado en una fábrica laburando donde ganaba muy bien porque era socio, éramos cuatro amigos y repartíamos en partes iguales, era una fábrica de almidón. Ahí yo hombreaba bolsas, era un trabajo pesadito; cargábamos camiones, ganábamos bien, pero no era un laburo que quería hacer toda la vida, un trabajo físico muy cansador, sentía que no progresaba, que no tenía futuro.
¿Es cierto que sos norteamericano?
Yo vine a Argentina cuando tenía 4 años. Mis viejos estaban viajando y yo nací allá, mi mamá estaba embarazada y se fue un mes antes, mi viejo se fue después. Yo nací en Los Ángeles, pero mis viejos antes habían estado en Londres, pero no me pude relacionar mucho con los norteamericanos. En Estados Unidos no había onda, no había movida.
¿Te volviste más “latino” cuando estuviste allá de grande?
Y… cuando conocí a los mexicanos allá y escuché los corridos, me explotó la cabeza. Yo me hice amigo de ellos, pero no llegué a tocar ni se me dio la posibilidad de tocar, pero ahí mamé mucha cultura mexicana, cultura latina. Antes sólo había escuchado el disco Siembra, de Willie Colón y Rubén Blades, en el 80 y me había encantado, para mí se volvió como El lado oscuro de la Luna de Pink Floyd y eso que yo no escuchaba salsa.
Pero se ve que te marcaron los ritmos populares
Sí, estuvo la influencia de El Suizo Fabián, que fue un amigo que me introdujo en todo lo que es la música popular, la música que estaba mal vista por las otras personas. Él me decía: “escuchá este tema que hice”, y lo que tocaba era cumbia y yo le decía: “¿te parece?”. Fue él el que me abrió la cabeza en ese sentido, y me dije “somos unos boludos, si el tema está bueno no tenemos que prejuzgar”.
¿Crees que esa falta de prejuicios es marca registrada de los Decadentes?
A mucha gente le gusta el ska, que es música de calesita, y no le gusta la cumbia, pero toda la música es buena, depende cómo la hagas. Por eso nos gusta la cumbia, los boleros, el cuarteto. Lo hicimos cuando no era nada normal. Todo se puede tocar, ésa era nuestra transgresión. Hoy ya no, hoy lo más transgresor que podés hacer es un tema de Arjona. Yo ya lo estoy revalorando, porque es lo único que podrías tocar para irritar a la gente.
“Cultivar te permite saber bien qué es lo que estás fumando, no te exponés a las porquerías como químicos o pesticidas que pueden venir en un porro que comprás en el mercado negro.” afirma Serrano
¿Y cómo fue que volviste finalmente a Argentina?
Yo ya había decidido afincarme en Estados Unidos. Pero los pibes me llamaron, me dijeron que iban a grabar el primer disco y pensé: “bueno, voy, grabo el disco y vuelvo”. Pero cuando llegué, el primer grupo que fui a ver fue Pepe Albano y El Reviente y me dije: “¡ah, la movida está en Argentina!”.
¿Por qué?
Porque se divertían, se reían de todo. Yo creí que todos los grupos de este país en ese momento eran como Pepe Albano y por eso decidí quedarme, fue mucho por Pepe Albano y, obvio, por los Decadentes. Allá yo era electricista y acá podía laburar de músico que era lo que me gustaba, y dije: “¡me quedo acá!”. Pepe Albano y el Reviente, eran maravillosos. Eran como nosotros pero pasados por una licuadora. Eran extremos, eran punks de verdad. Ese momento de los 80 fue impresionante, había mucho espacio para los grupos chicos, tipo artesanal, se podía hacer cualquier cosa, no había nada institucionalizado.
Cuando volviste te trajiste tu experiencia musical y cannábica ¿fue en esos años de búsqueda en los que te encontraste con los cogollos?
Cuando probé por primera vez un cogollo estaba en un hotel y ¡me perdí! El hotel era tipo condominio, con unos bungalows, unas cabañitas. Salí a caminar por el parque y perdí la brújula, no tenía la menor idea de dónde estaba. Pero después encontré el camino de vuelta.
¿Qué sacaste de esa experiencia?
Te das cuenta que las flores son otra cosa… yo me di cuenta que lo que fumaba acá era bastante malo. No era como es ahora que podés fumar cosas mucho mejores. El prensado es puro humo, lo hemos fumado durante años porque es lo único que había.
Cuando volviste a viajar a México, ¿lo hiciste ya como músico?
Con los Decadentes fuimos de a poco, primero a los países limítrofes: Paraguay, Uruguay, Chile… México fue un lugar que ya nos tenía influenciados con los corridos y muchas cosas que idealizamos sobre ellos. Así que finalmente hicimos una gira junto con Todos Tus Muertos, que ya eran conocidos allá.
¿Y no notaste algún cambio en la mota mexicana?
Es parecido a lo que pasó acá también, hay porros muy diferentes, está el faso gourmet y la mota, que te viene en una caja de zapatos, ¡parece una alpargata! Allá es todo más natural, te viene así nomás, es más rural, es su tradición. Los tipos te traen la mota de la casa del abuelo con ramas, hojas, troncos, bien rústico.
¿Y por Europa?
En España probé hachís, ¡es buenísimo!, pero es un mambo mucho más fuerte. También fue fuerte una vez que me comí unos brownies en la casa de un amigo y me recontra pegaron, no me pude levantar al otro día ni para trabajar…¡Mamita querida!, ¡qué fuerte fue ese viaje!
¿Y hoy cómo es tu relación con el cannabis?
La verdad lo fui dejando de fumar. Pasa que lo que me gusta lo hago todo el tiempo. Y en un monento sentí que fumaba demasiado. Es mi personalidad. Yo siempre estoy ansioso, todo el tiempo tengo que estar haciendo algo, y mucho. Ahora, por ejemplo, tomo mate todo el día.
¿Cómo decidiste dejar de fumar?
Cuando dejé de fumar tabaco fue un día que tuve una angina. Me dolía la garganta y no daba para fumar tabaco y estuve una semana sin fumar y dije “voy a seguir sin fumar”. Con el porro me pasó algo parecido, estábamos de gira por México, en la época de la erupción del volcán Popocatépetl, había ceniza volcánica por todos lados y me hizo mierda la garganta. Inclusive en un show no pude cantar y, obviamente, no fumé nada. Estaba re paranoico tratando de recuperar la voz y empecé a no fumar porro. Cuando volví acá todavía estaba mal de la garganta y seguí sin fumar, yo estaba acostumbrado a fumar y componer, como que el porro siempre me prendía una lamparita y sin faso no se me ocurría nada. Ahí fue que me dije: “voy a dejar pasar un tiempo porque no puedo depender de esto, tengo que buscar nuevas maneras de inspiración”.
¿Cómo fue esa experiencia?
Fue rarísimo. Me gustó, me gustó la sensación de estar careta, fue algo nuevo para mí, un nuevo high, como volver a la infancia, es decir, ahora ya no estoy más bajo el efecto de nada y está bueno también. Es un reencuentro con muchas cosas, porque cualquier hábito te consume tiempo, y ahora me gusta tener más tiempo libre.
¿Se fue desgastando la relación?
Y, al ser una cosa tan constante, le empezás a perder la onda, porque estás en la nube todo el tiempo, tampoco me ponía las pilas… y encima seguía fumando prensado. Me empecé a cuestionar: yo soy cantante, le estoy mandando mucho humo a la garganta y no está bueno esto de hacerlo tan, pero tan seguido.
“Cuando alguien cultiva queda en claro que lo que se está satanizando es una planta, nada más, y que eso es cualquier cosa. El cultivo es la forma más transparente de relacionarte con la marihuana”
¿No pensaste en cultivar para salir del prensado?
Es que soy un desastre con las plantas, apenas puedo cortar el pasto.
¿Y qué pensás de lo que se genera con el autocultivo?
Me parece buenísimo. Primero, cuando alguien cultiva queda en claro que lo que se está satanizando es una planta, nada más, y que eso es cualquier cosa. El cultivo es la forma más transparente de relacionarte con la marihuana, acompañada de una forma de consumo como la vaporización o la comida, mucho mejor. Porque el problema para la salud es verdaderamente la combustión. Aparte, cultivar te permite saber bien qué es lo que estás fumando, no te
exponés a las porquerías (me refiero a químicos, pesticidas, hongos) que pueden venir en un porro que comprás en el mercado ilegal.
¿Y te imaginás una regulación total del cannabis, una legalidad plena?
Sí, creo que la gente que quiere comprar para su consumo debería tener ese derecho, debería ser legal: terminarías con el porro de mala calidad y los precios no serían lo exorbitante que se paga ahora. Pero sobre todo en nuestro contexto, creo que el que cultiva se abre de todo, deja de bancar el mercado. Me parece que la gente debería poder tener una planta de marihuana como algunos tienen una planta de tomate.
El autocultivo es algo que se empezó a recuperar no hace tanto, hablar de cannabis abiertamente también. Son cambios recientes, ¿a vos qué es lo que más te gusta del presente?
Me quedo con lo que me dieron los años, como músico siento que cumplí un deseo: con los Decadentes queríamos ser como un grupo folklórico argentino y creo que lo somos, folklore urbano, real y vivo. La gente nos conoce, incluso tenemos público entre los que nacieron después de que empezáramos a tocar.
A lo mejor otros músicos se encuentran con la admiración de una manera distinta, yo me encuentro con mucho cariño. Me encanta salir al escenario y saber que nos están esperando, eso te da confianza, te permite manejar mejor los tiempos, soy un viejo jugando a la pelota.
Y el futuro, ¿cómo lo imaginás?
Hace un tiempo leía a Raymond Kurzweil y dice algo que me encanta de esta época. El tipo es un inventor y hace proyecciones de cómo va a evolucionar la tecnología y, según sus cálculos y proyecciones, se va a producir un progreso tecnológico imposible de imaginar en este siglo.
No se sabe qué va a ocurrir, si va a pasar algo para bien o para mal. Por eso el tipo habla de “singularidad”, porque va a ser algo único. El tipo llega a plantear que ya no vamos a ser más los seres más inteligentes sobre el planeta, y los románticos, los que se aferran al pasado, van a estar en problemas.
Más allá de todo, yo me maravillo de estar viviendo esta época, qué se yo qué va a pasar, pero si nacía 50 años antes yo no veía todo esto. En muy poco tiempo pasamos de andar en carreta a llegar a la Luna, hay que ver qué pasa en el próximo medio siglo. Se viene un cambio groso que ni nos imaginábamos y está a la vuelta de la esquina.
Lo importante es seguir sorprendiéndose, es más, después de tantas décadas de fumar cannabis, quizás estás volviendo a esa experiencia primera, a esa sensación del primer flash.
Totalmente, es otro momento de descubrimiento. Aparte, una cosa que para mí es importante, que quedé claro, es que para nada satanizo la marihuana. Por ejemplo, con el alcohol, que en un punto no es comparable con el faso por lo dañino que es, hay una reacción bastante común: el que lo deja se vuelve un evangelista. Yo nada que ver, ni con el porro, ni con el tabaco, ni con ninguna cosa que haya hecho y después haya decidido dejar de hacer.
Pará, ¿pero no volviste a fumar ni una sola vez, ni siquiera esporádicamente?
No, todavía no, ¡no reniego y me parece que el faso es buenísimo, eh!, pero es como que me olvidé. Aparte yo soy un tipo introvertido, fóbico y medio paranoico. El faso te sensibiliza a percibir mucho más ciertas cosas, pero al mismo tiempo esa sensibilidad, si como yo tenés la tendencia, te puede volver más desconfiado. Tenés que estar muy bien para no sentirte así, no tenés que tener nada para ocultar. Y nadie puede ser un monje, una persona pura, todos tenemos algo que esconder y por ahí en ese estado yo siento que se me ve todo. Al mismo tiempo siento que veo todo de vos y que cada gesto que hacés puede significar algo. El faso es un gran amplificador y en ese caso sólo zafan los muy transparentes.
¿Avivar más la sensibilidad que ya tenés encendida puede complicarte?
Yo a veces no quiero sentirme tan sensible. Entonces, hay situaciones puntuales donde fumar no me ayudaba. En momentos donde te sentís vulnerable no querés estar más vulnerable. Y el faso no te anestesia la sensibilidad, todo lo contrario. Hay veces en las que no podés estar tan lúcido.
¿Y cómo fue escribir cancione así, sin esa lucidez cannábica?
Hice ya una buena tanda de canciones sin la compañía de la marihuana, yo les digo “las canciones de la nueva sinapsis”, porque son las únicas que hice sin fumar.
Che, entonces “Un osito de peluche de Taiwan”… ¿esa canción también la hiciste fumando?
Claro, menos las últimas, todas, todas, todas mis canciones las hice fumando, no recuerdo ni una sola que haya hecho careta.