La depresión afecta a muchísimas personas en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) unos 280 millones de personas la padecen.
En los últimos años el cannabis comenzó a verse como una alternativa para tratar la depresión. Siempre con el acompañamiento de un profesional de la salud, se registran casos de personas que dejan parcial o totalmente la medicación que venían tomando y que les generaba efectos no deseados.
Ese es el caso de Georgina Felice. Ella nos cuenta que con los antidepresivos no se llora, pero tampoco se ríe. Gracias al consejo de su pareja, probó el cannabis y asegura logró que mejorar su calidad de vida.
¿Cuál fue tu diagnóstico?
Tenía un diagnóstico de depresión. Es una enfermedad que conlleva muchas cosas: llanto continuo y una angustia insoportable. Además, esto lleva al aumento del estrés, ansiedad y las complicaciones para conciliar el sueño. También, aunque no llegaban a ser ataques de pánico, había momentos en los que no podía respirar. Realmente era cuadro fuerte y bastante feo.
¿Tomabas alguna medicación?
En el peor momento me recetaron Clonazepam de dos gramos, que tenía que tomar por las mañanas y por las noches. La realidad es que tomaba una cantidad enorme de pastillas porque si me tomaba una y no notaba que hiciera efecto, me tomaba otra. Uno se empieza a volver como dependiente. Yo sentía que sin el Clonazepam no vivía o no podía hacer absolutamente nada. Esto pasó a fines del 2017 y estuve en esta situación alrededor de seis meses. Yo ya venía trayendo mi “locura”, pero en ese momento sucedió que perdí el trabajo que tenía. Este fue el golpe que detonó el cuadro y comenzó a empeorar.
¿Cómo supiste que el aceite de cannabis podía ayudarte?
En medio de la depresión me contactó una pareja que había tenido en el secundario. Empezamos a charlar, me preguntó qué era de mi vida. Le conté lo que estaba atravesando y fue el primero en preguntarme por qué no probaba con aceite de cannabis. Yo no tenía idea de qué me estaba hablando. Para mí, como para mucha gente, la marihuana era sinónimo de droga.
¿Cómo decidiste probar con cannabis?
Volví a estar en pareja con él, Francisco. Mi ex de la secundaria. Empezamos a convivir y me preguntó si me animaba a probar. Él había hecho un viaje a Chile y estuvo en la Expo Cannabis chilena. Trajo un montón de información. Ahí empecé a mirar. Me sorprendió la cantidad de cosas que se podían hacer. Entonces me decidí y empezamos a elaborarlo nosotros en el monoambiente en el que vivíamos.
¿Qué efectos notaste?
En el peor momento llegaba a tomar casi dos cajas de pastillas de Rivotril por día y, al mes de empezar con el cannabis, me sobraba una. Al segundo mes, ya no tomaba más pastillas. Al principio tomaba dosis de aceite bastante altas: cinco gotas a la mañana, cinco al mediodía y diez o quince a la noche. Notaba que mejoraba en otros aspectos. Esa cantidad de pastillas me traía sed, sequedad en la piel y siempre parecía un zombie. Con el Clonazepam no llorás, es cierto. Pero tampoco te reís ni tenés reacción. Sos como un ente.
¿Cómo era la composición del aceite?
Cuando empecé, era aceite de CBD. Después pasé a uno que era mitad CBD y mitad THC porque estaba muy abajo y necesitaba levantar un poquito. Te vas conociendo.
“El cannabis cambió mi vida. siempre me busco el tiempo y preparo aceites y cremas. es sorprendente esta planta”, nos cuenta Georgina
¿Tuviste acompañamiento de algún profesional de la salud?
Con mi psiquiatra tuvimos una charla bárbara. De casualidad era mi vecino y un día fui y le dije que no quería tomar más pastillas. Me recomendó ser gradual, que no las cortara de golpe, y me dijo que me iba a acompañar, que íbamos a ir sacándolas de a poquito hasta eliminarlas. Así fue.
¿Cuánto tiempo tomaste la misma cantidad de gotas?
Con dosis tan altas estuve alrededor de tres meses y tomando aceite de forma constante casi dos años.
¿Dejaste el aceite?
Las tomas permanentes sí, las abandoné hace un tiempo. Lo que pasa es que un día te das cuenta de que no hiciste una toma y te sorprendés al notar que no te pasó nada. Cuando empezó a pasar eso, comencé a dejarlas de forma consciente para ver qué pasaba, para probar. Primero suspendí la del mediodía, pero la realidad es que yo seguía teniendo dosis altas, con cinco gotas a la mañana y diez a la noche. Entonces empecé a bajar las cantidades. Dos años después, eliminé la toma diaria. En la actualidad las uso cuando las necesito, cuando me pasa algo puntual que me pone mal o quizás los fines de semana porque termino muy cansada y me cuesta conciliar el sueño.
¿Qué significa el cannabis para vos?
A mí me cambió todo porque, más allá de mi salud, se convirtió en mi vida. Cuando empecé estaba sin trabajo. Los primeros aceites fueron para mí, después hicimos para regalar y un día, mientras mirábamos televisión, Francisco me dijo: “¿Y si hacemos una crema?”. Yo sabía tenía conocimientos porque siempre había hecho cosméticos para mí y para mi familia, pero también hicimos cursos y talleres para aprender a fondo sobre la planta, sus propiedades y la manera de incluirla. Además de aceite medicinal, fabricamos cremas, maquillajes y en breve vamos a incorporar productos de higiene bucal. En mi familia me dicen “la alquimista” porque cada vez que tengo un ratito libre empiezo a mezclar y a ver qué cosa nueva podemos hacer.
¿Alguna vez tuviste miedo de plantar cannabis?
Cuando empezamos a plantar nosotros, la gran duda era cómo le íbamos a explicar a alguien que nos fuera a visitar que esas flores que teníamos eran de para uso medicinal. El miedo siempre estaba. En un momento, en un growshop de Salta que le enviábamos aceites, la policía hizo un allanamiento y nos llenó de preocupación. Pero al mes, la Justicia le devolvió los frascos al local porque tenían un fin medicinal. Para nosotros fue un alivio enorme y entendimos que lo que estábamos haciendo era bueno, sabíamos que no le hacíamos el mal a nadie. Pero ahora veían que era verdad lo que decíamos: esta planta sana.
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