La humanidad conoce el cannabis desde hace al menos 10.000 años, pero la prohibición se encargó de borrar ese conocimiento y sembrar en su lugar los más diversos mitos sobre el uso de marihuana.
Mientras que las aplicaciones medicinales e industriales fueron ignoradas y lentamente borradas del “saber popular”, se hizo extremo hincapié en efectos inexistentes, como la inducción a comportamientos violentos o falta de motivación para trabajar o estudiar. También se generó, en base a desconocimiento, una extensa lista de supuestos efectos secundarios negativos que produce el uso de cannabis.
La restricción a la investigación científica contribuyó en gran parte limitando la información a estudios basados en prejuicios, como el famoso estudio científico realizado en Estados Unidos en 1974 que concluyó que el uso de cannabis podía matar las células cerebrales.
Lo que el estudio no aclaró es que fue realizado sobre monos a los que ataron y colocaron máscaras respiratorias como las usadas en aviones militares y los expusieron durante 6 minutos a la cantidad de humo equivalente a 63 porros.
Finalmente, lo que dañó los cerebros de los monos fue el monóxido de carbono, los subproductos de la combustión y la falta de oxígeno, pero toda esa información se excluyó deliberadamente de los resultados y la descripción del estudio cuando fue publicado y difundido por los medios de comunicación más importantes de la época.
En tiempos actuales, la evidencia científica se encargó de desmentir gran cantidad de información errónea Estos son los principales mitos sobre el uso de marihuana que todavía se escuchan.
Mitos sobre el uso de marihuana
¿La marihuana produce daños en las neuronas?
No existe evidencia científica alguna, más allá de estudios poco serios y diseñados para ofrecer una respuesta “negativa” (como el ya citado realizado por Robert Heath en 1974), que el uso de cannabis pueda producir daño en las neuronas. De hecho existen varios estudios que sugieren lo contrario: los cannabinoides pueden funcionar como neuroprotectores.
La hipótesis de que los cannabinoides pueden funcionar como neuroprotectores tiene asiento en varias funciones demostradas en distintos estudios. Por ejemplo en el año 2000 se demostró que el sistema de receptores CB1 es activado durante un accidente cerebrovascular isquémico, sugiriendo una función neuroprotectora de los cannabinoides endógenos como la anandamida.
Muy lejos de dañar las neuronas, varios estudios sugieren que los cannabinoides como el THC y el CBD pueden proteger las neuronas de diferentes clases de daños o lesiones y mejorar los síntomas en personas con enfermedades donde hay un deterioro neuronal paulatino
Dos años después, el equipo de Raphael Mechoulam en Israel realizó un estudio in vitro donde obtuvieron similares resultados: tanto cannabinoides endógenos como artificiales y fitocannabinoides mostraron actividad protegiendo a las neuronas de diferentes clases de daños o lesiones.
Tanto el THC como el CBD mostraron potencial para proteger las neuronas. Un estudio realizado en 1998 concluyó que ambos cannabinoides pueden reducir el daño en las neuronas, tras observar este efecto en neuronas de la corteza cerebral de ratas. Al mismo tiempo, los cannabinoides mostraron un efecto protector ante los efectos de factores oxidantes y radicales libres.
¿La marihuana es adictiva?
Uno de los primeros mitos sobre el uso de marihuana para sostener la prohibición fue que el cannabis genera a mediano y largo plazo una dependencia física que empuja a las personas a seguir usando aún en contra de su voluntad.
Es interesante destacar que este mito se afianzó en la década de 1930, cuando comenzó en Estados Unidos la prohibición de la marihuana y sustancias como la morfina, heroína y cocaína y luego formó parte del discurso prohibicionista que se repitió por todo el mundo.
No existen evidencias científicas que el cannabis sea adictivo. En un estudio realizado en 2011 por la Universidad de Columbia, se encontró que mientras el 67,5% de las personas usuarias de tabaco tienden a iniciar consumor problemáticas, entre los usuarios de cannabis esa posibilidad se reduce a menos del 9%
Sin embargo no existen evidencias científicas que el uso de cannabis provoque adicción o dependencia. Un estudio de 2011. titulado “Probabilidad y predictores de la transición de primer uso a dependencia en nicotina, alcohol, cannabis y cocaína” y realizado por la Universidad de Columbia, en Nueva York, es bastante claro en cuanto a las cifras: se estima que un 67,5% de los usuarios de tabaco pueden generar un cuadro de dependencia.
Esa predicción alcanza a un 22,7% de los usuarios de alcohol y un 20,9% de los usuarios de cocaína. En cambio el cannabis se ubica 4to en la lista, con un teórico 8,9% de personas usuarias que pueden desarrollar un consumo problemático.
Si bien hay informes que señalan que la supresión brusca de cannabinoides después de un uso sostenido por un periodo extenso y en dosis altas puede estar asociado a irritabilidad, intranquilidad, nerviosismo e insomnio durante unos días, no hay un síndrome reconocido o netamente definido de abstinencia.
¿La marihuana es más nociva que el tabaco?
Muchas veces se ha afirmado que fumar marihuana es mucho más dañino que fumar tabaco, un argumento todavía sin comprobar por la ciencia. Existen varios estudios que indican una posible toxicidad basada en factores como el menor uso de filtros entre los usuarios y usuarias de cannabis o los tipos de pipas usados.
Respecto a este último punto, un reciente estudio concluyó que el cannabis libera hasta 4 veces más partículas volátiles dañinas que el tabaco al ser usado en un bong, lo que daría al humo de segunda mano del cannabis una mayor toxicidad, algo discutible de acuerdo a los métodos que utilizaron para realizar el estudio.
No existe evidencia firme sobre una toxicidad superior del humo de marihuana en comparación con el de tabaco. Además, existen varias formas de usar cannabis prescindiendo de la combustión: desde aceites y comestibles, hasta vaporizadores
En primer lugar solamente se obtuvieron medidas con un dispositivo portátil en un ambiente elegido en base a medidas utilizadas en estudios con tabaco, es decir fue un estudio realizado en condiciones fuera de laboratorio.
Segundo, al no tenerse en cuenta el posible ingreso y egreso de aire durante el uso de cannabis es imposible cuantificar cuántas de esas toxinas y partículas provienen del humo de cannabis y cuantas pueden haber ingresado con polución ambiental de la atmósfera exterior. De esta manera el resultado del estudio se vuelve discutible y es solamente una indicación de la necesidad de llevar a cabo estudios más profundos y en distintas condiciones.
Más allá de las fallas a estudios puntuales, sin evidencia concreta sobre la toxicidad del humo de cannabis es imposible afirmar que se trata de una planta más nociva que el tabaco, cuyo uso causa anualmente 8 millones de personas en todo el mundo según datos de la Organización Mundial de la Salud.
¿La marihuana es la puerta de entrada a otras drogas?
Uno de los mitos más difundidos y utilizado para truncar el desarrollo de legislaciones que regulen el acceso al cannabis legal es que el uso de cannabis conduce obligatoriamente al consumo de sustancias más nocivas y de una supuesta mayor “potencia” narcótica, fenómeno del cual no existen evidencias científicas.
Un ejemplo claro son los usos medicinales del cannabis. Terapéuticamente no es común que las personas inicien un tratamiento con cannabis medicinal y deban recurrir a opiáceos o sustancias más potentes al no observar efectos positivos.
Se trata de uno de los mitos más extendidos y falsos. Un ejemplo contundente es el de los usuarios medicinales: una amplia mayoría de quienes tratan dolores con derivados del opio reducen considerablemente su uso y hasta lo reemplazan con cannabis. Es decir, el cannabis lejos de ser una “puerta de entrada” es una salida
El camino inverso, personas que abandonan tratamientos convencionales por falta de resultados y encuentran mejoría en el cannabis, es un fenómeno común a casi todas las historias de personas que usan cannabis medicinal.
Al mismo tiempo la prohibición generó mercados ilícitos donde no existe información sobre los usos, efectos y riesgos para la salud de las sustancias, limitando el poder de decisión de los usuarios y usuarias y generando espacios donde es posible adquirir sustancias de todo tipo sin ninguna clase control de calidad, algo totalmente contrario al fenómeno del autocultivo.
¿La marihuana es medicinal?
Hoy en día las virtudes terapéuticas del cannabis son la opción de vanguardia y más eficiente para un enorme abanico de patologías, pero la realidad es que el ser humano conoce las propiedades medicinales desde hace al menos 3.500 años.
Originaria de Asia, la planta de cannabis se expandió por todo el mundo gracias a los mitos sobre el uso de marihuana, un remedio casi mágico en aquella épocas. La diferencia era que, sin prohibiciones a la vista, lo que brindaba renombre era la capacidad de aliviar y no los inventos sensacionalistas.
La referencia más antigua al uso medicinal del cannabis proviene de China, donde el legendario emperador Shennong, una figura mítica también conocido como el padre de la agricultura, recomendaba el uso de cannabis para las molestias relacionadas al ciclo menstrual 3 mil años antes de la invención de los óvulos de cannabis.
Shennong también recomendaba tratamientos con cannabis para la distracción, la falta de vitamina B1, la constipación y el paludismo.
La realidad es que por varios miles de años el cannabis fue una planta medicinal usada en todo el mundo, desde India a Europa y luego en las Américas. Casi todas las farmacopeas tradicionales poseen aplicaciones para la planta de cannabis: la medicina Ayurvédica o el uso terapéutico de la dagga en Sudáfrica son ejemplos.
¿Qué enfermedades se tratan con marihuana?
Epilepsia, quemaduras, lupus, Alzheimer, psoriasis, reumatismo, ansiedad, glaucoma, náuseas, esclerosis múltiple. ¿Por qué el cannabis sirve para tantas enfermedades?
Nuestro cuerpo posee un sistema de receptores y neurotransmisores conocido como sistema endocannabinoide. Se llama así porque las sustancias que participan en este sistema son similares a los fitocannabinoides y porque los receptores que son estimulados o inhibidos por estas sustancias también responden a los fitocannabinoides.
En pocas palabras, el cuerpo humano utiliza sustancias parecidas a la marihuana y “enchufes” que responden a la marihuana para realizar distintas funciones corporales, entre ellas la indispensable función homeostática, es decir el mantenimiento del equilibrio de nuestro metabolismo.
A su vez, los fitocannabinoides son una enorme familia de sustancias con diferentes estructuras químicas, capaces de realizar distintas acciones en nuestro organismo. Este efecto es dependiente no sólo de los cannabinoides sino también de sustancias presentes en la resina como terpenos y flavonoides. Cada gota de resina vegetal es en realidad una especie de poción medicinal super compleja.
El cuerpo humano utiliza sustancias parecidas a la marihuana y receptores que responden a los cannabinoides para realizar funciones corporales, entre ellas la indispensable función homeostática, es decir el mantenimiento del equilibrio de nuestro metabolismo.
Con estos detalles en cuenta, hoy en día se reconocen una cantidad increíble de patologías, condiciones y afecciones que puede aliviar el uso de cannabis, en varios mecanismos de acción diferentes:
Por un lado los fitocannabinoides pueden “restaurar” la comunicación que los endocannabinoides no están realizando de una manera eficiente, generando síntomas y efectos físicos o mentales. En este rango podemos encontrar condiciones del funcionamiento natural del cuerpo como el descanso, el apetito o el estado de ánimo.
Por otro lado, la química de los fitocannabinoides posee propiedades que los vuelven una opción terapéutica, como la inhibición de la inflamación o los efectos antibacterianos en el caso del CBD.
Aplicar una crema con cannabis en una herida funciona de dos maneras: aliviando la inflamación reduciendo la producción de citoquinas inflamatorias, moderando la respuesta exagerada natural del organismo y al mismo tiempo la estructura química de los cannabinoides repele e inhibe el crecimiento de microorganismos, reduciendo las posibilidades de infección.
Esta clase de efectos combinados se repite en un montón de casos y es lo que le brinda al cannabis no sólo su versatilidad como planta medicinal sino el interés de la ciencia ya que ofrece alternativas naturales y seguras para reemplazar tratamientos tradicionales con efectos secundarios adversos.