Con una larga tradición de uso medicinal y espiritual, la planta de Cannabis es una presencia tangible en todo el continente africano. Hoy, la industria del Cannabis en África propone convertir tradición en progreso y propone a varios países del continente como potencias del mundo cannabico.
La relación entre la marihuana y la ley es tan variada que resulta difícil abarcar y definir cómo se da en cada país o ciudad del mundo. Debido, entre otras cosas, a su extensión territorial, el caso de África no es la excepción. Sin embargo, al analizar aquel continente aparece una conclusión no menor: el panorama del cannabis pendula entre la regulación de la industria y la lucha por la inclusión de los agricultores nativos –que usan la planta hace 600 años– en la cadena productiva.
Si bien en la actualidad las sativas más poderosas del mundo crecen bajo el sol africano, que llega a calentar a temperaturas superiores a los 60° C en verano, su origen proviene de otras regiones. Efectivamente, el Cannabis sativa L. evolucionó primero en Asia y, luego, se expandió hacia el oeste hace, al menos, unos mil años. Sin embargo, hay pruebas arqueológicas de la Universidad de Granada que sostienen que la planta habría entrado por primera
vez a Egipto, hace cinco mil años, mediante barcos que navegaban por el mar Mediterráneo.
También existen registros sobre el ingreso de la planta desde la isla de Madagascar. Con los años, la “dagga”, como suelen llamar a la planta en el continente, fue adaptándose a los usos y costumbres de cada cultura. Mientras que en
países como Marruecos se orientaron hacia la producción del hachís, en la región subsahariana solían utilizar la planta en la combustión de pipas o, incluso, comiéndola.
Por otro lado, el uso de la planta de cannabis en las tribus africanas es sumamente variado. Por ejemplo, según las investigaciones del historiador británico Alfred T. Bryant, el pueblo Zulú fumaba marihuana para volverse eufóricos antes de las batallas. Por su parte, los Bashilange tuvieron una profunda evolución cultural al descubrir el cannabis: casi todas las noches tenían ceremonias con la “riamba”, como ellos llamaban a la planta, y parte de sus castigos los impartían condenando al acusado a fumar grandes cantidades de cannabis hasta perder el conocimiento.
Mientras que la comunidad de Khoikhoi, consideraba al cannabis más importante que el mismo oro, aunque recién aprendieron a fumar hacia el año 1705. Antes de este momento, la masticaban. A pesar de que cada región tiene una historia particular con el cannabis, hay algo que sí coinciden plenamente: la prohibición que, en África, es una de las más violentas. Allí, la condena comenzó hacia 1890 en las colonias subsaharianas. Luego, el topetazo final se dio
en 1925 con la Convención del Opio de Ginebra, donde la Liga de las Naciones extendió la guerra contra las drogas hacia todo el mundo.
Pero los imperios colonizadores ni los estados modernos pudieron enterrar al cannabis. En África, la cultura siguió viva, a pesar de la criminalización. Y hoy son varios los países que se alistan para ser las potencias industriales.
¿Donde se cultiva Cannabis en África?
Sudáfrica es el país que sirve como primera referencia para comprender el envión industrial que sucede en el continente. El presidente Cyril Ramaphosa y el Departamento de Agricultura, Reforma Agraria y Desarrollo Rural promueven desde 2020 la regulación de la industria con la promesa de generar 130.000 puestos de trabajo. Además, habrá una inversión de 3 billones de dólares para construir un polo industrial dedicado exclusivamente a la planta.
La idea tiene su razón de ser en el Plan de Reconstrucción y Recuperación Económica, diagramado para paliar el caos que dejó la pandemia, con un saldo de 2,2 millones de empleos destruidos y una caída del 51% en el PBI.
Según respondieron a thc desde la Embajada de Sudáfrica en Argentina, la base del proyecto fue un informe de la Oficina de Promoción de Comercio e Inversiones de Ciudad del Cabo. “Se espera que crezca aproximadamente un 20% anual durante los próximos 10 años”, aseguraron. Desde el consulado le revelaron a este medio un dato que no pasa desapercibido: la empresa sudafricana The Best Grow –que provee equipos para el cultivo de cáñamo y tomaría un rol protagónico en la industria– podría abrir una oficina en Argentina. De esta forma habría una conexión entre
ambas naciones.
El impulso a la industria en Sudáfrica podría ser un avance, pero surgió un cuestionamiento clave: los agricultores nativos y los pequeños cultivadores piden certezas para formar parte de la cadena productiva. El Presidente del
Consejo de Desarrollo del Cannabis en Sudáfrica, Gareth Prince, dialogó con Newzroom Afrika y reclamó: “Cualquier desarrollo que no se centre en las personas indígenas no será sostenible”. Prince explicó que no quieren “ser dominados por voces extranjeras”.
En la Argentina, Flexa Correa López –activista afrobrasileño dentro de la agrupación Acción Cannábica– le dijo a THC que habría que “generar un convenio colectivo” que reconozca a la fuerza de trabajo sudafricana. En ese
sentido, el Consorcio Internacional sobre Políticas de Drogas (IDPC) analizó la situación general en África. “Hay preocupación en que la creación de una industria reglamentada de cannabis para fines medicinales tenga un impacto negativo en los pequeños agricultores si no los incluyen en el proceso”.
El IDPC informó que la producción de cannabis entre pequeños agricultores brinda una posibilidad de sustento para las familias, ya que el mantenimiento es barato y la planta es fácilmente transportable en un mercado calificado como “significativo y lucrativo”. Un ejemplo es el caso de Pondoland, de las regiones menos desarrolladas de África, en donde la marihuana es principal sostén de las familias.
¿Quienes cultivan Cannabis en África?
Carlos Álvarez Nazareno es funcionario de la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina, en donde dirige el programa “Afrodescendencias y DDHH”. En diálogo con THC, analizó la regulación del cannabis en África: “Muchas veces los propios nativos y agricultores quedan afuera, porque estos procesos se relacionan a las empresas y a una perspectiva del capitalismo. Los Estados generan regulación con empresas que de por sí ya explotan a trabajadores”.
En Malawi, al sureste de África, el ministro de Agricultura, Lobin Lowe, propuso una posibilidad concreta para evitar la exclusión. Él invitó a los cultivadores nativos a formar cooperativas para unir los esfuerzos y negociar colectivamente su influencia en el sector. De hecho, en 2020 se aprobó en este país el uso de cannabis medicinal e industrial para reemplazar a la exportación de tabaco, ya que esta planta tiene una caída en los mercados internacionales. El mismo recorrido tiene Zimbabwe, que regula el cannabis desde 2018.
En Marruecos, meca del hachís, regularon la industria del cannabis y el cáñamo también con críticas. La asociación Amazigh reclamó “una intervención más amplia” en el asunto porque creen que solo “beneficia a los grandes empresarios”. Lo que Álvarez llama “lógica de la exclusión” es una paradoja, ya que los registros muestran que los africanos se relacionan con la marihuana hace al menos 600 años.
Ariel Mogni, historiador y becario de la UBA, explicó que en la segunda mitad del siglo XIX se asoció a la planta “con el consumo de indios y de afroamericanos del caribe”. Su uso era considerado “salvaje” dentro de “una idea racista” que se extendió desde los países centrales a todo el mundo.
“Las nociones de lo positivo y civilizado son expresiones blancas y todo lo contrario (lo salvaje y pagano) es de los negros”, dijo Mogni, y concluyó que muchos procesos de regulación en África “están teñidos con este sesgo discriminador” que excluye a la población nativa.