El uso de cannabis para el tratamiento de los desórdenes alimenticios es uno de los potenciales terapéuticos del cannabis recientemente explorado. Asociada a la ingestión descontrolada de alimentos de bajo contenido nutricional, la marihuana en realidad puede funcionar como un regulador del apetito, modulando los mecanismos físicos pero también mejorando condiciones asociadas al apetito normal, como el descanso, la ansiedad y el estrés. Según la evidencia, se podría usar cannabis para tratar la bulimia.
En este sentido el “bajón”, la sensación de hambre intensa que produce el THC, es similar a un trastorno alimenticio conocido como atracones o binge eating. Las personas consumen grandes cantidades de alimentos en poco tiempo, experimentando la sensación de pérdida de control. Este cuadro, combinado con el uso de diuréticos, laxantes o la práctica del vómito, se clasifica como bulimia, una condición que presenta, según algunas estimaciones, entre el 1 y 2% de la población adolescente de los países occidentales, aunque también afecta a adultos.
Las causas de los desórdenes alimentarios son múltiples y no existe consenso sobre un origen determinado: pueden depender de factores genéticos, culturales o sociales. Sin embargo, existe evidencia de que un desbalance en el sistema Endocannabinoide (SEC) podría tener relación con estos trastornos.
¿Cómo funciona el cannabis para tratar la bulimia?
Para entender el rol del cannabis, los cannabinoides, el SEC y la regulación del apetito debemos recordar que la mayoría de las pulsiones que nos mantienen vivos, como alimentarnos o reproducirnos, están reguladas por “sistemas de recompensa” que están naturalmente diseñados para “premiarnos” por realizar aquellas actividades necesarias para la supervivencia.
Se sabe que los circuitos que regulan la ingestión de alimento están relacionados a los sistemas serotoninérgicos, catecolaminérgicos y peptidérgicos. Mientras la serotonina, la dopamina y la prostaglandina estimulan la alimentación, la norepinefrina, GABA y péptidos opioides realizan la función contraria.
El sistema endocannabinoide, se cree, podría funcionar como un regulador de todos estos sistemas. Uno de los estudios más precisos en este punto fue realizado en Bélgica en 2011. Usando tomografía por emisión de positrones, los investigadores evaluaron la densidad de los receptores endocanabinoides CB1 en varias regiones del cerebro de personas sanas y personas diagnosticadas con desórdenes alimenticios.
De acuerdo a los resultados, en los casos de anorexia nerviosa se observó un aumento de ligandos en los receptores CB1, que eran compensados naturalmente por un déficit en los niveles de endocannabinoides o una función reducida del receptor. Por otro lado, tanto en los casos de bulimia como anorexia se observó mayor disponibilidad de receptores CB1 en la ínsula, el área del cerebro que regula e integra las emociones, la percepción corporal, la información gustativa y la recompensa, justamente las funciones afectadas en los desórdenes alimenticios.
Según la hipótesis del estudio, la disminución orgánica en la capacidad de disfrutar la alimentación genera desórdenes en la conducta. Y el rol del sistema endocannabinoide, en este caso, sería el de regular el placer recibido por la alimentación para impulsarnos a repetir el acto, algo que se condice con la observación en varios estudios de inhibiciones o alteraciones del sistema endocannabinoide y desórdenes alimenticios.
¿Cómo influye el cannabis en el apetito?
Este año en la Universidad de Helsinki, en Finlandia, realizaron un estudio que sugiere un potencial inédito del CBD para regular los desórdenes alimenticios. El foco del estudio recientemente publicado fue evaluar el impacto de un cannabinoide que no es generalmente considerado orexígeno, en lo que se conoce como alimentación homeostática, es decir elapetito normal.
El ciclo “natural” del apetito funciona prácticamente igual a la batería de un teléfono celular o un dispositivo electrónico. Cuando el nivel de carga, es decir el nivel de energía requerida por el organismo, llega a niveles muy bajos, el cerebro emite una señal. Esta señal, una vez que comenzamos a ingerir alimentos, se detiene cuando llega a los niveles requeridos por el cuerpo. Salvo, por supuesto, que exista alguna clase de desregulación que puede ser provocada por razones físicas, psicológicas, medicamentos o por la ya conocida interacción temporal que produce el THC, imitando a la anandamida, en los receptores CB1 del hipotálamo.
Los investigadores no solo evaluaron el efecto del CBD en la ingesta de alimentos sino también en varias condiciones, por ejemplo haciendo disponible durante las 24 horas una dieta con grandes contenidos de grasa y energía, monitoreando la ingesta de alimentos sin administrar CBD y evaluando el efecto de inhibir esta dosificación con un antagonista del grupo de receptores TRPV1 llamado AMG9810.
Si bien el mecanismo en humanos es todavía desconocido, la teoría es que “resetearía” el funcionamiento de la señal que, en caso de fallar, hace que comamos más de la cuenta. Si bien los ratones tuvieron alimentación disponible las 24 horas, los investigadores simularon los episodios de atracones o ingesta descontrolada haciendo disponible una dieta muy alta en grasa y energía durante 24 horas, cada entre 5 y 8 días.
De esta manera pudieron evaluar, en el grupo administrado con CBD, de qué froma se afectaba la ingesta descontrolada de alimentos altos en energía de acuerdo a la cantidad de CBD que recibieran los ratones. De acuerdo con los resultados del estudio, dosificaciones de CBD tan variadas como 15, 50 o 150 mg/kg no mostraron afectaciones en la actividad locomotora ni en la alimentación homeostática, como tampoco influyeron en el consumo de agua ni se manifestaron efectos secundarios después de siete días de realizadas las pruebas.
Sí observaron que una administración sistemática de CBD redujo la ingesta de la dieta alta en grasa paralelamente que redujo la ingestión normal de alimento, lo que limitó la actividad de alimentación compulsiva en los ratones evaluados. De acuerdo a los investigadores, el CBD posee un efecto dosisdependiente reductor de los atracones o las ingestas descontroladas de alimento, abriendo la puerta a posibles tratamientos coadyuvantes para la bulimia pero también ayudando a entender un poco más sobre los efectos de los distintos cannabinoides y su interacción con
el organismo.
Más allá de las razones orgánicas que puedan desencadenar un desorden alimentario, se trata de cuadros que suelen estar acompañados de otros síntomas o patologías, como depresión, ansiedad y hasta trastorno obsesivo-compulsivo, ya que un desorden alimentario puede ser una forma compleja de este trastorno, donde los pacientes observan una serie de reglas estrictas en cuanto a la comida. Para todos estos síntomas el cannabis ya mostró eficacia, convirtiéndose en una opción completa, pero todavía desaprovechada, para el tratamiento de quizás gran parte de las condiciones que afectan la calidad de vida de la humanidad.
Cifras mundiales
Es difícil estimar el impacto en los sistemas de salud de los trastornos de la conducta alimentaria, ya que la mayoría no están diagnosticados o no reciben tratamiento, pero se trata de condiciones que afectan la calidad de vida y pueden producir complicaciones fatales. Según un estudio de 2019, entre el año 2000 y 2006 la prevalencia mundial
de estos trastornos fue de 3,5% de la población. Esta cifra aumentó a 7,8% en el período 2013-2018 según el estudio publicado en The American Journal of Clinical Nutrition y realizado por investigadores de la universidad de Rouen en Francia.
De acuerdo a cifras publicadas por el IHME de Estados Unidos en su informe Global Burden of Disease de 2017, entre 1990 y 2017 hubo un aumento de casi el 50% en la cantidad de personas que sufren bulimia a nivel mundial: de 7,44 millones a 12,.51 millones.
Estas cifras fueron discutidas en un artículo de la publicación The Lancet, que estimó en 37 millones el total de personas afectadas por un desorden alimenticio, agrupando también a quienes sufren de atracones y otros trastornos. En Argentina las cifras son preocupantes: de acuerdo a varias estimaciones, se calcula que entre el 10% y el 15% de la población adolescente experimenta algún tipo de trastorno de la conducta alimentaria.