“Contra la prohibición, me planto”. Con esa certeza THC salía a la calle en 2006. Que esa frase siga teniendo hoy un sentido tiene que ver con, al menos, dos cuestiones. Por un lado, las leyes en Argentina no mostraron cambios significativos en los último 12 años. Por otra parte, ante la ausencia de respuestas por parte del Estado, los usuarios de cannabis seguimos encontrando en nuestras propias manos la forma de salir del mercado negro promovido por la prohibición.
El autocultivo no para de crecer, entre otras cosas, porque su expansión es sencilla. No hace falta tener ni siquiera semillas para cultivar o para acompañar a otra persona en su aventura cultivadora. Basta tan solo con aprender a hacer esquejes. No es ninguna ciencia, se trata de cortar unas ramitas de una planta para generar, a partir de ellas, plantas nuevas. Esas ramitas se volverán plantines y cuando crezcan pueden cortarse otras ramas para dar origen a nuevas plantas que seguirán siendo iguales a la planta original. Todo prácticamente sin costo económico.
Esta posibilidad de reproducción al infinito de una planta no solo sirve para agrandar nuestro jardín: también es una herramienta clave para sumarse a esta revolución del autocultivo que, año a año, saca a cientos de usuarios de cannabis del mercado negro y nos permite autoabastecernos de modo seguro y saludable.
Así, ramita a ramita, la revolución del autocultivo no es simplemente una protesta caprichosa: es el ejercicio de un derecho absolutamente legítimo que desde hace mucho tiempo venimos defendiendo en la práctica cotidiana, recordando que las plantas pueden multiplicarse de forma sencilla y que esa multiplicación nos permite, además de garantizar nuestra autonomía, ayudar a otros a alcanzarla.
La prohibición nos empuja a plantarnos y, en ese camino, podemos comprender que el sentido de nuestra búsqueda no se limita a obtener los mejores frutos posibles, sino que implica también sumar a nuestras vidas una mirada nueva sobre el mundo que nos rodea, entendiendo que somos protagonistas y que nuestros derechos se conquistan con la fuerza de nuestras decisiones.
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Editorial de la edición 115 de THC