El viernes 16 de abril de 1943, el científico suizo Albert Hofmann se sintió mal en el trabajo y se retiró a su hogar, aquejado por un malestar extraño pero no del todo incómodo, salvo por su desconocido origen. De su puño y letra, cuenta que pasó un fin de semana oliendo solventes para determinar si se había intoxicado con alguno mientras trabajaba en el laboratorio con el compuesto número 25, creado cinco años atrás por otro grupo de químicos y en el que Hofmann trabajaba buscando propiedades médicas.
El lunes a la mañana, después de ese fin de semana, probablemente con una camisa bien planchada debajo de un delantal blanco impoluto, Albert Hofmann decidió ingerir una pequeña dosis de ese compuesto 25, rotulado como dietilamida de ácido lisérgico. Sí, lo que hoy conocemos a secas como LSD.
Un microgramo es el resultado de dividir un gramo un millón de veces. Hofmann se tomó lo que consideró la dosis más baja posible, que fue de 250 microgramos, es decir 0,00025 gramos. Menos de dos horas después, notablemente afectado, le pidió a un colega que lo acompañara hasta su casa.
En plena Segunda Guerra Mundial, con el petróleo fuertemente regulado, Hofmann y su asistente viajaron en bicicleta por las afueras de Basilea, entre los empedrados, los edificios históricos y el verde pasto suizo refulgiendo ante los ojos de Hofmann como un amanecer.
A la mañana siguiente, luego de 12 horas de efectos intensos e inexplicables para una mente suiza de 1943, se despertó a la vida como un hombre que había nacido de nuevo, al punto de comparar lo vivido con una experiencia mística espontánea y reveladora.
En honor a esa fecha, a ese paseo tan revelador para la ciencia bajo los efectos de un compuesto demonizado por la cultura prohibicionista, se conoce como “Día de la Bicicleta” al 19 de abril.