Mabel ya regaló más de mil esquejes de cannabis y tiene 30 variedades diferentes en su jardín. Nadie puede dudar que se trata de una gran cultivadora.
Pero Mabel Canosa no llegó hasta ahí por amor a la planta, lo hizo por amor a su hijo. Tiago tiene 13 años y convive con un trastorno del Espectro Autista (TEA). Mabel y su esposo buscaron por años herramientas terapéuticas para que mejore su calidad de vida. Y finalmente la encontró en el cannabis.
Primero le regalaron el aceite. Luego empezó a hacerlo en su casa de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Luego comenzó a ayudar a los demás. Al principio a algunos conocidos, después a cientos de personas.
Primero le regalaron el aceite. Luego empezó a hacerlo en su casa de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Luego comenzó a ayudar a los demás. Al principio a algunos conocidos, después a cientos de personas.
Eso la llevó a fundar con otras familias la agrupación Familias Cultivando Argentina y a transformarse en una referente del cultivo solidario. Es decir: cultivar para otros o ayudarlos a hacerlo.
Esta es su historia y su lucha.
Espíritu solidario
Hasta hace tres años Mabel no sabía lo que era una planta de marihuana. Como le ocurrió a miles de madres y padres, su encuentro con el cannabis fue el resultado de la búsqueda desesperada.
“Yendo a terapia y haciendo deportes Tiago fue superando el autismo pero tuvo que ser medicado por el problema de atención”, nos cuenta.
Pero la medicación tradicional no funcionó. Su psiquiatra sugirió cambiar a un fármaco más fuerte. El problema es que se trata de una droga que causa dependencia y eso implicaría tomarla de por vida. Mabel y su esposo decidieron no tomar ese camino.
En un grupo de Fabebook conoció a una madre que le daba cannabis a su hijo. Le dijo que su experiencia era hermosa. Al día siguiente las echaron del grupo, pero fue su primer contacto con la información que necesitaba.
En ese entonces Mabel integraba un grupo de Facebook de personas con hijos con TEA. “Entraba todos los días, leía los comentarios, contaba mi experiencia, ayudaba a otros padres. Siempre me gustó hacerlo, contar lo que viví con Tiago, los avances que tuvo con los años”.
Allí conoció a Mariana Ríos, de La Plata, por una publicación en que habló sobre las mejoras que su hijo Alejo tuvo gracias al aceite de cannabis. Recuerda Mabel: “Lo que contó Mariana me llamó muchísimo la atención. Además subió un video de su hijo y yo no lo podía creer. Empecé a hablar con ella, le dije que la suya era una hermosa experiencia. Al día siguiente nos eliminaron del grupo por hacer “apología de las drogas”.
La investigación
Mabel comenzó buscar información sobre el uso del cannabis para tratar el déficit de atención y encontró muchos informes que afirmaban que tenía resultados positivos. “Mariana y yo empezamos a relacionarnos más. Y un día vino a mi casa con aceite para mi hijo”, recuerda, y asegura: “Nunca tuve miedo de la planta ni prejuicios”.
El escaso conocimiento de ambas en materia de marihuana para uso terapéutico llevó a Mariana, de profesión odontóloga, a cursar el Posgrado de Cannabis Medicinal de la Universidad Nacional de la Plata.
“No teníamos semillas así que sólo podíamos hacer esquejes. Pero apareció el miedo por estar haciendo algo legal. Entonces decidimos hacer muchos esquejes y regalarlos a cada familia que lo necesitase”.
“Me iba pasando material de estudio”, cuenta Mabel, quien se hizo cargo del cuidado de una planta para Alejo, de la variedad que le había resultado: “No teníamos semillas así que sólo podíamos hacer esquejes. Pero apareció el miedo por estar haciendo algo legal”.
La solución no fue retroceder, sino avanzar. “Decidimos hacer muchos esquejes, muchas plantas y regalarlas a cada familia que necesitase hacer aceite”.
Así nació Familias Cultivando Argentina. En 3 meses, su cuenta de Facebook sumó 7 mil seguidores y las consultas llegaron de a cientas.
La mujer de los mil esquejes
En un principio Tiago mostró resistencia a varias cepas pero Mabel jamás bajó los brazos y siguió cultivando. Recibía nuevas cepas de regalo y multiplicaba variedades y plantas. Había llegado su momento como cultivadora solidaria.
“Mi hijo tomaba una gota de aceite por día así que todo lo que me sobraba lo regalaba. Llegó un momento en que había regalado tantos esquejes que las madres empezaban a contar que ya estaban haciendo sus propios aceites “, cuenta Mabel.
Luego del largo camino que la llevó a cultivar 30 cepas, a regalar miles de esquejes y cultivar para quienes no se animan a hacerlo, Mabel encontró las variedades que Tiago necesitaba.
“Llevábamos un registro de la reacción del cannabis en las diversas patologías, siempre buscábamos contactarnos con algún médico que nos diera una mano, sobre todo en el caso de niños muy pequeños o bebés con epilepsia refractaria, ya que son pacientes muy delicados”.
Luego del largo camino que la llevó a cultivar 30 cepas, a regalar miles de esquejes y cultivar para quienes no se animan a hacerlo, Mabel encontró las variedades que Tiago necesitaba: Mataron CBD y Mataro cbd o Moby Dick CBD.
Pero eso no hizo que deje de ayudar a los otros. “Me hace muy feliz poder regalar plantas y aceites, ayudar a otros”, nos asegura. Pero al mismo tiempo no deja de pedirle a cada padres y cada madre que empiecen a cultivar sus propias plantas. “Les enseño a hacerlo, me hace muy bien ver que las familias pueden elaborar su propia medicina. Porque como le ocurrió a muchas madres, he comprado aceite y fui estafada”.
Un proyecto comunitario
Permitir el desarrollo de un cultivo comunitario. Ese es el objetivo de un proyecto de ordenanza que busca ser aprobado en Avellaneda.
Fue redactado por la Mesa Proyecto Cannabis Avellaneda, integrada por asociaciones cannábicas y agrupaciones defensoras de los Derechos Humanos, y miembros del INTA. Lo interesante es que cuentan con el apoyo del Municipio, de la diputada nacional Magdalena Sierra e incluso del intendente local, Jorge Ferraresi.
Ahora Mabel lucha por que se regule el cultivo comunitario: “Se trata de brindar a cada familia una herramienta para que no dependa de nadie a la hora de conseguir su medicina. Para que no sean estafados”.
Lo que se busca es darle un marco legal a una práctica que se viene llevando a cabo en Avellaneda desde hace años: el cultivo solidario. “Se trata de brindar a cada familia una herramienta para que no dependa de nadie a la hora de conseguir su medicina. Para que no sean estafados. Si cada vez somos más los que cultivamos no van a poder meternos a todos presos”, nos contó Mabel.
Es claro que Mabel no piensa detenerse. “Vi los avances de los chicos. Jamás cobré un peso por nada. Y estoy segura de que no estoy haciendo nada malo”. Lo que la motiva no es ni más ni menos que el deseo de ayudar a otras personas. “Empecé a cultivar por mi hijo pero al compartir mi aceite empecé a meterme en el cuerpo y en el corazón de cada papá y mamá”.