Esta es la historia de un hombre que trabaja con la tierra. Su oficio desde hace treinta años es cultivar cannabis.
Ben Yuma comenzó a plantar en la más absoluta ilegalidad y hoy dirige su propia granja: Jefferson State Farms. Asentado en Oregon, al Noroeste de Estados Unidos, su emprendimiento, como tantas otros, abastece el mercado regulado en Estados Unidos.
“Comencé a trabajar con cannabis en el condado de Humboldt, California, a principios de los años 90”, nos cuenta Ben.
“Hace 20 años me mudé al Valle de Applegate, en el sur de Oregon, otra famosa comunidad en crecimiento. Allí empecé a cultivar marihuana medicinal en mi patio trasero. Hasta que conocí a mi esposa, Katie, hace 10 años, y decidimos ampliarnos al cultivo interior y exterior”, recuerda. “En 2016 fuimos una de las primeras granjas de cannabis con licencia recreativa en el estado de Oregon”.
Hace 10 años decidimos ampliarnos al cultivo interior y exterior. En 2016 fuimos una de las primeras granjas de cannabis con licencia recreativa en el estado de Oregon
Este año Estados Unidos podría legalizar a nivel federal el cannabis, cambiando el paradigma después de casi un siglo de exportar prohibición a nivel mundial. Se sabrá a ciencia cierta en las elecciones de noviembre, cuando se renueven las bancas del Senado y se discuta nuevamente una posible regulación.
Mientras tanto, 33 estados ya permiten el uso medicinal, 11 estados permiten la venta de cannabis para todo fin y 14 permiten el uso medicinal del CBD solamente.
La regulación del autocultivo oscila entre límites de dos y 12 plantas, dependiendo del estado, mientras que la producción privada para comercialización depende de los requisitos de las licencias que emite cada uno de los estados donde está regulada la producción para venta.
En Estados Unidos 33 estados ya permiten el uso medicinal, 11 estados permiten la venta de cannabis para todo fin y 14 permiten el uso medicinal del CBD solamente. La regulación del autocultivo oscila entre límites de dos y 12 plantas, dependiendo del estado
En pleno boom legalizador se una tensión entre los cultivadores comerciales de pequeña y mediana escala y las empresas gigantescas ávidas de llevar adelante uno de los negocios más rentables del siglo.
Al igual que cientos de pequeños productores, el principal desafío de Ben y Katie es
mantenerse dentro del nuevo estatus legal sin abandonar la costumbre de cultivar cannabis de forma orgánica y con pasión artesanal.
El principal desafío de Ben es mantenerse dentro del nuevo estatus legal, conviviendo con las grande empresas, sin abandonar la costumbre de cultivar cannabis de forma orgánica y con pasión artesanal
“La industria avanza rápidamente y las grandes empresas han ingresado. Somos una pequeña granja familiar y la competencia es feroz. Con nuestra pasión y experiencia, estamos seguros de que haremos un nombre en esta industria”, confía Ben.
Las estrictas leyes y regulaciones, comenta, hacen que el trabajo de los pequeños y medianos productores sea cuesta arriba.
Los costos de las licencias y la cantidad de exigencias que se les imponen a los productores para otorgárselas dificulta su trabajo al encarecer demasiado su producto frente a los costos que pueden tener las grandes empresas con mayor capacidad de inversión.
Ben, sin embargo, no pierde la esperanza. Y mientras se levanta todos los días rodeado de 450 mil plantas, no deja de defender el derecho al autocultivo, esa experiencia que hace 30 años le cambió la vida: “Creo que todas las personas deberían tener derecho a cultivar esta planta”.