“No estamos acorde al ritmo de vida en el que está la naturaleza. Ahí es donde las plantas nos vienen a enseñar”, apunta preciso Rumi Kuchuna, nombre espiritual recibido en contexto ceremonial por Gustavo Sardinas, cuyo significado, “punta de lanza” o “piedra filosa”, parece ser una especie de guía de su misión como Guardián de la cultura andina.
Heredero de los saberes y valores del Tayta Ullpu, su padre Carmelo, referente a nivel internacional de la cultura Quechua, se declara militante por los derechos de la Madre Tierra.
Desde esa acción de vida es que busca recuperar pensamientos, procederes y éticas ancestrales, como eje posible de un mejoramiento social colectivo.
¿Cuál es el valor esencial de las plantas maestras?
Las plantas maestras, del tabaco a la wachuma, vienen a esta sociedad a armonizarnos, a curar las enfermedades del cuerpo, el alma y el espíritu. Para recuperar lo que nuestras comunidades han llamado “Buen Vivir”, una forma de mantener una relación armónica y equilibrada con todas las fuerzas de la naturaleza, lo que era parte del mundo que habitábamos hace más de 500 años.
¿Cómo explicarías el aspecto sagrado de las plantas?
Las plantas tienen un carácter sagrado porque cumplen una función para nuestro cuerpo y salud, por eso, lo primero que hay que saber es si pueden ser alimento o medicina. Los jampiris, abuelos o abuelas de nuestra comunidad, manejaban esos conocimientos. Primero tomaban contacto con el espíritu de la planta, que les decía si curaba o era alimento. Esa ceremonia siempre debe estar presente, se pide permiso, se intenciona, se le dice “Abuelito, Abuelita, ¿Vas a sanarme o me vas a dar conocimiento?” Y es después de tomar contacto que se acepta la alquimia. Así nos lo enseñan los abuelos.
¿Qué crees que pueden enseñarle a las personas en el contexto cultural en el que vivimos?
Nuestras plantas maestras vienen a enseñarle a cosas a esta sociedad desfasada de la naturaleza, que no llega a reconocer los solsticios y equinoccios. Nuestra medicina es tomar la fuerza de los cuatro seres dadores de vida. El 21 de junio tiene que ver con la madre tierra y el 22 con el aire, por eso nos vamos al bosque, para que se purifiquen nuestros pulmones. El 23 caminamos sobre el fuego para tomar su fuerza y el 24 nos bañamos con agua fría. Obviamente, si tenemos dolencias, aplicamos nuestros ungüentos, tomamos nuestros tés o inclusive elixires como la wachuma. Y siempre con un trato respetuoso, que también tiene en cuenta en qué momento está la luna, que no sólo tiene que ver con nuestras aguas, sino con la sabia de las plantas, su medicina.
Cuando hablás del aspecto sanador de las plantas, ¿a qué te referís?
En los tiempos antiguos, en el Tawantinsuyu, no existía el stress, ni la desnutrición. Muchas enfermedades no existían porque estábamos bien alimentados. Todo pasaba por estar alineados cuerpo, alma, mente y espíritu. Por eso, nuestras plantas maestras pasan a ser directamente una alternativa para una sociedad que está en decadencia, que no reconoce la energía del hemisferio Sur y no está acorde al ritmo de vida en el que está la naturaleza. El sistema capitalista impone muchas horas de trabajo, hace pensar mucho y eso no deja que estemos en armonía con la vida. Además, al creernos el centro, por el antropocentrismo, perdimos el contacto espiritual con la vida, dejamos de formar parte de un eslabón de vibración armónica. Y es ahí donde vienen todas las enfermedades, incluyendo los desequilibrios mentales.
¿Cuál considerás que es el camino para poder acceder al poder sanador de las plantas?
La sociedad en la que vivimos no entiende la importancia de la raíz ancestral, el valor de todas las culturas que tiene este continente. Y hasta que no exista ese reconocimiento no vamos a poder entrar en armonía. Porque los valores que hacen al “Buen Vivir” son una alternativa de sanación, para que realmente nos curemos con las plantas maestras. Y para que no les metamos mano, como ya hicieron con la hoja de coca y con el tabaco. No queremos que eso pase con nuestra abuelita Wachuma y muchas otras medicinas.
¿Cómo ves el auge del uso de plantas maestras y la promoción cada vez más habitual de rituales sanadores?
Hay muchas personas que se dicen sanadoras que ni siquiera tienen la edad para serlo, ni el reconocimiento de los pueblos. Siempre fueron los mayores quienes ponían en práctica la sanación. En las comunidades, poder sanar a las personas lleva toda una vida. Y es importante que se reconozca a nuestra gente, al aysiri o guía espiritual y al janpiri, que es la persona que cura con plantas. Tenemos nuestros grados. Nosotros podemos sanar con las manos, con las palabras, con la música. Hay muchos elementos y hasta las ropas que usamos en las ceremonias tienen un significado y un porqué, son parte de la sanación. Por último, hay algo muy importante, para el “Buen Vivir”, si uno está bien, está bien la familia y si la familia está bien, está bien la comunidad. Esto es todo lo contrario de lo que pasa en nuestra sociedad, con un sistema capitalista que está enfermando a la gente en la mente, el alma y su corazón.